La facción devaluacionista presiona por
un dólar por encima de los $18 para liquidar las exportaciones y traer sus
capitales de los paraísos fiscales. Los representantes del capital financiero
quieren estabilidad monetaria con dólar cuasi fijo para volver a endeudar a la
Argentina.

La alianza Cambiemos, como síntesis política de la unión entre el capital
transnacional exportador y los bancos internacionales, mostró ser un instrumento
electoral efectivo frente al enemigo común: el movimiento nacional y popular.
En este sentido, la política de desendeudamiento del gobierno anterior
perjudicaba los intereses del capital financiero y las políticas de impulso al
salario y al consumo interno chocaban con los intereses de las multinacionales
que veían en la Argentina un incremento en los salarios reales muy superior al
del resto de América Latina.
Derrotado el FPV en las urnas, comenzaron las medidas destinadas a reconstruir
los privilegios históricos de esas facciones dominantes del capital. Para el
caso de los sectores concentrados en la exportación se destacan: a) la
reducción de los derechos de exportación de soja (del 35% al 30%) y sus
derivados (del 32% al 27%); b) eliminación de retenciones a cereales y
productos agroindustriales; c) una devaluación del 40% del peso respecto al
dólar y con eliminación de los controles a los usos de las reservas
internacionales, d) supresión de los derechos de exportación industriales y de
los controles a las importaciones y e) anulación de las retenciones a las
exportaciones mineras.
El poder financiero también facturó rápidamente sus privilegios a través de
medidas como: a) el Incremento de la tasa de interés y la desregulación del
mercado financiero; b) la apertura a los movimiento de capitales (eliminación
del encaje y reducción de los plazos de permanencia); c) el intento de arreglo
rápido con los fondos buitre; y d) el ajuste fiscal y las metas de inflación
como precondición para iniciar la fase del endeudamiento.
El mensaje político que baja desde la nueva alianza en el poder es claro: el
país regresó a manos de las clases dominantes y los trabajadores serán
disciplinados a fuerza de despidos, fogonazo inflacionario y recesión inducida.
Sin embargo, la tensión al interior de la alianza en el poder es evidente. La
facción devaluacionista presiona por un dólar por encima de los $18 para
liquidar las exportaciones y traer sus capitales de los paraísos fiscales
mientras que los representantes del capital financiero buscan un escenario de
estabilidad monetaria con dólar cuasi fijo para desplegar la estrategia de
volver a endeudar al país en los mercados internacionales.
Esta confrontación no es nueva en la historia Argentina, vivimos un episodio
similar a comienzo de los noventa con el enfrentamiento entre las cerealeras,
en ese momento representadas por el grupo Bunge y Born, y los intereses de los
acreedores externos expresados por el FMI y el Banco Mundial. Algo similar
volvió a suceder entre 2001 y 2002, con la tensión entre los lobistas de las
finanzas, que proponían la dolarización por intermedio de Menem, y los
devaluacionistas, representados en la figura de Duhalde y la UIA. La debilidad
del movimiento nacional y popular para discutir la hegemonía en esos momentos
era la carencia de liderazgos políticos fuertes y aglutinadores. Hoy el
principal problema es la reconstitución de las organizaciones para la
resistencia. En este escenario de tensión creciente al interior del capital, la
memoria histórica de las organizaciones sociales jugará un rol preponderante
para defender los avances logrados en 12 años de gobierno nacional y popular.

Nota: este artículo fue publicado originalmente en el semanario Trabajo y
Economía.