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La Tribuna del Concejo
Categoría: Opinión

“Ya es hora de afrontar lo que tenemos y basta de mentirnos y basta de buscar los ejemplos en los famosos, en los ídolos y en los próceres congelados en el bronce. Los ejemplos los tenemos más allá de nuestras narices, y nosotros, autodenominados periodistas, tenemos que empezar a buscar más acá de nuestras narices”.

“Medios de Comunicación, In-Comunicación y Des-Comunicación. Examen de conciencia y de inconciencia” fue el título de la conferencia que brindó Rodolfo Araceli, periodista, poeta, ensayista, narrador, dramaturgo y cineasta, entre otros oficios humanistas.
La visita se realizó en el marco del Día del Periodista y de La Tribuna del Concejo, ciclo de conferencias auspiciado por el Concejo Deliberante, la Universidad Nacional del Sur y la Biblioteca Rivadavia. La cita fue en el Aula Magna de la casa de altos estudios.

Preguntando se llega…
El formato que elige Braceli para desarrollar su disertación es el de hacerle preguntas a las preguntas porque “con sospechosa frecuencia nos atrincheramos en la comodidad de convivir con preguntas que más que ahondar, clausuran nuestra reflexión”.
Así, la red de preguntas que se entrelazan, atraviesan distintos temas relacionados a la actualidad, el periodismo, los medios, la corrupción, la memoria y la política.
A modo de introducción, Braceli aclara que para preguntar a las preguntas es necesario hacer memoria: “Hacer memoria en general produce desasosiego y rechazo, con frecuencia la memoria se asocia con el resentimiento, con el dolor y la inmovilidad. No nos dejemos ganar por esa confusión. La genuina memoria nunca es retroceso, la memoria es semilla del día de mañana, la memoria no tiene por qué ser encono ni nostalgia lagañosa, la memoria es el pulso del futuro”.
Así comenzó el desarrollo del temario a partir de las preguntas.

La Democracia
“¿Será cierto que nuestra democracia de 23 años de edad tiene la edad que tiene? Se suele decir que la nuestra es una democracia adolescente… Esta afirmación parece crítica pero es una sobrevaloración, y pregunto: ¿Cuánto nos falta para aprender que no basta cumplir años para crecer? Afirmar que nuestra democracia transita por la adolescencia es una peligrosa exageración… Ni por la adolescencia, ni por la pubertad estamos… Entonces, ¿estamos en la niñez? No me parece. ¿Podemos afirmar que nuestra democracia es un niño que ha aprendido a caminar? Creo que nuestra democracia todavía no sostiene la cabeza, es un bebé que no camina y apenas gatea, y dentro de un corralito. ¿Podemos decir con rigor que nuestra democracia está consolidada? No, creo que está en peligro, y no desde el 2001: nunca dejó de estar en peligro, porque nunca se consolidó, y menos en la década obscena que tuvimos, la década del señor de los Anillacos, donde el país perdía por mes el equivalente a decenas de Islas Malvinas”.
Sin dudas, el discurso de Bracelli cumple un rol profético, su discurso es válido hoy y también hace diez años atrás: “¿Por qué está en peligro nuestra democracia? Porque ya no hay 3 clases sociales, hay 4: la alta, la media, la pobre y la de los desgajados. Esto de pobreza, desesperación y analfabetismo es un cóctel explosivo”. ¿Habrá sido su respuesta -una semana antes- a los dichos del jefe comunal?
Los interrogantes de Bracelli prosiguieron: “¿La democracia es un fruto o una fruta? Un fruto es algo que se siembra, que se consigue con fatiga y paciencia. Una fruta es algo que a veces nos cae sobre la mollera. Un fruto es algo que emerge desde abajo. Una fruta nos viene de arriba, y vanagloriarse por lo que nos viene de arriba sin esfuerzo es un infantilismo y es el comienzo de un despilfarro. La democracia es una fruta que nos vino de arriba el 2 de abril de 1982, porque un grupo de militares, los de turno, agotaron todos sus colmos, hicieron cartón lleno con sus atrocidades y con su torpeza”.

Historia y Memoria
 ¿El argentino promedio adhiere o no a la desmemoria? “Según sea la respuesta creo que vamos a tener una explicación a qué hemos hecho para merecer esto, pero ¿cómo sociedad hicimos algo para merecer otra cosa? Hicimos bastante nada, hicimos desmemoria, esa es nuestra verdadera cuenta pendiente. ¿Por qué nos pasó lo que nos pasó en 1976 y años siguientes? Seguramente porque íbamos a ser capaces de ser en una gran proporción indiferentes y cómplices, y después nos íbamos a esconder en la desmemoria, muchas veces disfrazadas de reconciliación”.
Desmemoria y medios de comunicación. Y en la desmemoria, ¿cuánto tienen que ver los medios de comunicación? “Revisémonos, veamos ahora, secuestran al padre de Pablo Echarri, y salen páginas y páginas de periódicos, y micrófonos y cámaras por cientos… Y aparece un nieto desaparecido que recupera su identidad, gracias a las porfiadas abuelas de Plaza de Mayo y, ¿cuántos micrófonos hay? Somos unos hijos de la frivolidad y de la desmemoria”.
Los medios de comunicación “a veces son de incomunicación. ¿Cuánto falta para que se haga un libro acerca de la obediencia debida en el periodismo? Sigue prevaleciendo que el periodismo es el cuarto poder. Pero el periodismo no lo es, en todo caso son las empresas… ¿No es hora ya de replantarnos nuestro rol y buscarnos un poder coagulante que asegure esta más que endeble democracia?”.

Revolución
“Ojalá aprendamos que el pan si no es compartido no es pan, es obscenidad.
Ojalá pronto se invente el ADN de las conciencias. Ojalá la digestión no sea nuestra única actividad cívica.
Ojalá cada día recordemos como periodistas que la distracción es peor que la censura.
Ojalá mañana al salir de nuestra casa no nos dejemos olvidado el corazón ni la vergüenza. Somos compatriotas en una especie de paisito que es la tierra, es una arenita que está flotando en el cosmos, tomémonos el pulso, ¿estamos realmente despiertos? ¿Estamos vivos?
Ojalá transitemos nuestros días arremangados y dispuestos a la gran pulseada, eligiendo el camino, la vereda de los que no se chupan el dedo, de los que no piensan con el corazón del bolsillo, de los que no le tienen miedo a la memoria porque saben que la memoria es semilla del futuro.
Ojalá no elijamos la vereda de los cómodos, de los indiferentes, de los eruptantes sino la vereda de enfrente, la vereda peligrosa, intensa, la vereda de los que tienen las manos limpias porque se lavan las manos. Considerar que ya está todo cocinado es prácticamente ser cómplice de los que están cocinando…
¿Acaso vamos a cambiar el mundo? Cambiarlo significaría hacer una revolución: no le tengamos miedo a la palabra, porque consiste en aprender que la esperanza no cae del cielo, que la esperanza es un trabajo. Revolución es convertir el sustantivo en verbo, el sustantivo semilla en semillar, yo semillo, tú semillas, él semilla… sembremos el mismísimo Apocalipsis, al mundo no lo vamos a cambiar, al mundo lo tenemos que hacer”.

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2007-06-18 00:00:00
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