Llegamos a diciembre, último mes de un año no electoral, signado por la
situación económica en la que se agravaron todos los índices posibles: la
inflación que, proyectada, rondará el 48% anual; la desocupación de 2 dígitos
cercana al 15% en el conurbano; la pobreza superando el tercio de la población;
el ¿aumento? salarial de los trabajadores cercano al 30% para el 2018 (lo que
habla de una pérdida histórica en democracia de más de 15 puntos en el poder
adquisitivo); los jubilados estrenando fórmula de movilidad nueva que los deja
en 20 puntos debajo de la inflación; el consumo en profunda picada; las tasas
de interés por las nubes; las tarifas de los servicios públicos que no paran de
aumentar tornándose impagables; el combustible en su precio récord, y las
inversiones, bien gracias.
Lo único que sigue su rumbo exitoso para quienes la practican, es la timba
financiera, otro punto neurálgico de la economía que no se sabe cuándo tomará
sus ganancias y se retirará del mercado, con lo que eso genera sobre el tipo de
cambio, los aumentos de precios y el deterioro social. Más aún el año próximo,
con un proceso electoral que suele agravar este tipo de situaciones.
Y en el medio de todo, el G-20 con sismo incluido, en donde Argentina procuró
extender la posibilidad de nuevos fondos frescos vía EEUU y China. Es que el
programa de déficit cero -que sólo han impulsado 8 países en el mundo desde
1998 y que no es intentado por nadie actualmente salvo por nosotros-, al que se
le suma base monetaria cero -para completarla, se le ha prometido al FMI no
emitir dinero para no expandir la base monetaria- que tiene el sólo propósito
de pagar la deuda que hemos asumido con los acreedores internacionales en
dólares, está haciendo agua por todos lados. No se ha utilizado deuda para
crecimiento y desarrollo económico, todo lo contrario, más bien para fuga de
capitales, en donde cumple un rol más que importante la especulación
financiera. La disminución enorme de la Inversión Pública, ya está produciendo
un achicamiento de los recursos estatales vía actividad económica, al
consumarse una profunda recesión en los sectores industriales, comerciales, de
la construcción e importantes sectores de servicios. Esta situación, agravada
por las altas tasas de interés para evitar la corrida al dólar, que
imposibilitan la toma de créditos para la producción, se suma a la baja en el
consumo por la falta de poder adquisitivo de los salarios y la alta inflación,
al aumento de la desocupación y el crecimiento de la pobreza, lo que trae como
consecuencia un escenario complicado en la medida que se espiralicen todas
estas variables económicas juntas. Por eso, la necesidad del gobierno nacional
de obtener nuevos recursos de deuda, porque está la posibilidad de no poder
pagar los intereses de la actual y ni los de las letras financieras que semana
a semana se van renovando desde el Banco Central y que tienen la finalidad de
frenar la inflación y la corrida al dólar.
Y cómo era de esperar, sobre llovido, mojado: cantidad de argentinos
apasionados del fútbol tienen que presenciar cómo la final americana tiene que
hacerse en el Viejo Continente, con público local y visitante, eso sí, pero con
la imposibilidad que ello acarrea para miles que, incluso teniendo la entrada
para el partido original, no pueden presenciar este espectáculo histórico que
pone a dos clásicos rivales grandes frente a frente en una final soñado, hecho
para nada frecuente.
En fin, pasó el G-20, se viene el superclásico, y después, seguramente,
surgirán nuevos temas para distraernos un poco de la realidad económica
despiadada que nos trae este diciembre, simbólico por lo que representan las
navidades para la gran mayoría del pueblo argentino. Seguramente el circo pasará
por los temas judiciales, las operaciones mediáticas y la instalación de temas
urticantes en las redes sociales que nos alejen de lo cotidiano. Va a ser
complicado poner toda la esperanza de la mejora en el -ahora- segundo trimestre
del año próximo, cuando la situación social ya es acuciante hoy y la situación
política comienza a complicarse en un año electoral. El gobierno sabe que es un
combo difícil de superar cuando entran en eclosión en forma conjunta las
variables económicas, sociales y políticas: las dos primeras ya están
sucediendo, la tercera viene llegando más temprano que tarde, por lo que en su
lógica de camino único sólo está el pedir más deuda para sostener los pagos de
los intereses de la ya contraída y evitar así el peor de los escenarios previo
a una contienda electoral.
Por lo pronto, en la provincia de Buenos Aires le ofrecieron cerrar la
paritaria a los docentes con un 32% y un bono de $ 7.000 por única vez, por
persona que detente un cargo. Y en un cronograma que comienza el lunes 10 con
el aguinaldo y sigue el jueves 20 con el bono, como para intentar paliar algo
con tan poco. Claro que dignidad queda en sectores que siguen luchando por sus
derechos y que no conciben llamar aumento a una propuesta que ni siquiera
emparda la inflación, por lo que el rechazo a esta propuesta no se hizo
esperar.
Y en Bahía Blanca se quiere licitar la provisión de internet para 80 escuelas
del distrito (¡bienvenido!) que siguen enseñando, administrando y gestionando
sin el vital elemento, o, en el mejor de los casos, con el mismo solventado por
la cooperadora, padres y docentes, en fin, la comunidad organizada que sigue
supliendo al Estado en sus responsabilidades. Todo un síntoma de nuestros
tiempos que choca con la proyección educativa de la robótica y las nuevas
tecnologías en la currícula del año próximo, por una educación del futuro para
los trabajos del futuro, que quieren implementarse desde las más altas esferas
gubernamentales sin los recursos necesarios por la deprimida inversión pública
de los presupuestos provinciales.
Van quedando pocos resquicios para esconder una realidad acuciante para
millones de argentinos que no llegan a fin de mes y están requiriendo de la
solidaridad del resto de la sociedad, porque no es de esperar que la respuesta
venga del mismo sector que contribuyó a generar esta situación en una más que
importante proporción. Y, contra todo pronóstico neoliberal, sigue siendo la
hora de la política, que nos permita sacarnos del atolladero en que nos
encontramos, apostando al desarrollo, al crecimiento, al trabajo de las y los
argentinos con distribución equitativa de los ingresos, que permita cubrir las
necesidades más básicas de cada familia.
Bahía Blanca, 2 de diciembre de 2018
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