Sabemos que estamos llegando a límites infranqueables, traspasarlos sería un
acto de suicidio colectivo de la humanidad.
La madre naturaleza está sometida a saqueadores y déspotas que la harán
inhabitable y despojos.
Estamos en plena crisis mundial con demasiada pobreza y hambre.
Sabemos también que existen razones para pensar que esto es reversible, que la
hegemonía impuesta por un sistema que dominó al mundo, ya no está en
condiciones de satisfacer las necesidades de los 7000 millones de seres humanos
que poblamos la tierra y de prolongarse el caos y la anarquía reinantes, el
mundo estallará.
Si, como se anticipa en el 2050 serán 9.000 millones, la razón -que es
conciencia- se impondrá.
En la sociedad humana, es el ser social lo que determina su conciencia (Marx).
Si no existieran condiciones reales y comprobables, la humanidad no reclamaría
los cambios que hoy son necesarios.
Somos protagonistas de un mundo que se cae y otro que nace, el hecho de que se
obstinen en admitirlo no significa que no ocurrirá.
Si la economía y el poder financiero se modificara y creara una alternativa
viable, la transición de una era o época nueva es irreversible e inevitable.
Quienes hoy se aferran al viejo sistema, que está en estado de coma, ellos
mismos tendrán que revertirlo.
No es posible que en África negra, donde impera el hambre, haya más armas que
comida.
La complementación económica que ya el mundo comienza a verla, no es un
capricho de la naturaleza, es un eslabón en la cadena del proceso de lo humano
hacia formas superiores de vida.
La civilización con conciencia impondrá los cambios que hacen falta.
El poderío y distribución de la producción a nivel mundial impondrá nuevas
normas.
La complementación económica no puede ni debe convertirse en un nuevo imperio.
El “Quo vadis, Domine” está siendo ocupado por los pueblos del mundo que irán
desalojando el poder económico y financiero del mundo capitalista y presagian
un futuro sin pobreza y hambre, sin tantas desigualdades sociales y encaminado
a ser más social y más humano.