El
Arte y la Cultura acompañaron al hombre desde épocas muy remotas.
Lo encontramos en el arte rupestre en cuevas donde buscó refugio, en los
utensilios de cocina, en las pirámides y en las puntas de flechas.
Todos los objetos de la mano del hombre.
Bien lo dijo Músorgski (uno de los grandes de la música rusa): “Los
compositores solo recogemos la música que toca y canta el pueblo”.
También el Arte y la Cultura han sido esclavas y cautivas del sistema y modelo capitalista,
el cristianismo que tuvo su centro de espiritualidad en Roma, hoy Vaticano,
concentró lo mejor que produjo como artistas de la plástica quienes volcaron en
catedrales e iglesias sus obras.
Vino después la época en que se crearon los museos que competían en mostrar las
obras de los grandes maestros.
Los famosos pintores franceses no podían exponer en las salas de París porque
la pintura de Matisse o Toulouse Lautrec con sus desnudos y la irreverencia de
sus afiches y pinturas de la noche parisina, no encajaban en las normas de las
elites.
El Arte y la Cultura acompañaron los procesos revolucionarios, el arte y su
compromiso con el hombre lo manifestó Federico Chopin cuando se negó a dar un
concierto, diciendo: “Yo no toco para los carniceros del zar” (Polonia).
Traigo esto a colación pues fruto de mi pasión, dedique 10 años de mi vida a
dibujar y pintar, unas 1800 obras de Arquitectura Religiosa del mundo. En su
momento unas 20 embajadas -a las que solicité materiales- me enviaron fotos de
los mejores exponentes arquitectónicos de sus países.
Pasé semanas en las bibliotecas de institutos católicos.
Recuerdo estas estrofas de una canción: “Si por pobre me desprecias / yo te
concedo razón… / Yo no te ofrezco riquezas, / te ofrezco mi corazón”.
No conozco escuelas y menos aún de artes visuales.
Me dijo un día un pintor amigo: “Lo suyo, Aron, es visceral”.
Como no tenía dinero para telas, pinturas, pinceles, me los fabriqué, vivía en
los basurales, junto a ese submundo de cirujas, cartoneros que hurgaban entre
la basura cosas que les fueran útiles. Mis obras las realicé sobre chapas, maderas,
y plásticos que juntaba, y mis frisos de 5 hasta 16 metros de largo de un papel
que me donaban de la empresa rusa que realizo el dragado y que ellos usaban
para sus planos.
Vi el mural que pintaron artistas como Berni, Castagnino en el teatro judío IFT,
y que por un mal trabajo sobre la pared, la sal los comió.
A más de 20 años de haber pintado sobre ese papel plástico mis trabajos están
intactos como si los hubiera pintado ayer.
Pero… a los hijos de mi pasión por el arte no puedo presentarlos en sociedad
pues no se los admite.
Su origen nacido en los basurales no son bien vistos.
Una vez le pregunté a Juan Pablo II qué destino darle a mis hijos, hoy lo
vuelvo a hacer con Francisco I.
Y cierro con versos de los “Angelitos Negros”: “Pintor si pintas con amor /
¿Por qué desprecias su color? / Si sabes que en el cielo / También los quiere
Dios”.
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