Es
por todos conocido que, por dominar, se impone una dictadura.
El grado de entendimiento de una sociedad hacia los destinos de su país, de su
patria, es parte del arsenal que se vale de la ignorancia, del engaño
informativo, de cantos de sirena que se los disfraza de democracia.
Lo importante es quitar todo vestigio de identidad nacional, de libertad que
implica independencia y soberanía.
Esa es la anticultura que se nos ha inoculado como pueblos, para que no
tengamos capacidad de discernimiento propio, anular al hombre pensante.
Al tomar el poder Mussolini anula a su adversario político Antonio Gramsci,
condenándolo a 20 años de prisión, lo hizo con estas palabras: “A este cerebro
hay que impedirle que funcione”.
El mismo procedimiento lo tenemos en la detención y envío a la cárcel de la diputada
del Parlasur Milagro Sala, cuyo único delito es haberles dado dignidad a los
pobres y liderar el Movimiento Tupac Amaru. La nueva mandamás de Radio Nacional
dictaminó que ninguna filial del país informe sobre los despidos.
Eso, ¿es libertad de expresión o dictadura?