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La deuda social
Categoría: Opinión

Temas pendientes. Hacer memoria, decirlo, escribirlo, lo pone a uno en la sensación del lugar común. De estar hablando de lo mismo, que desde siempre estos temas están pendientes, postergados. Y de que allí quedarán, donde estaban, pendientes.
Recorremos un momento histórico donde algunos de esos temas comienzan al menos a tener visibilidad, a aparecer en la cotidianeidad de la gente. Sea por el aluvión mediático o por los efectos reales que algunas políticas tienen sobre la vida de la gente.
 
Desde la práctica de Cáritas Bahía Blanca, podría decir que los temas pendientes, históricos por cierto en Argentina, son aquellos vinculados a la Educación, al Trabajo y a la Vivienda. No hay demasiada novedad en esto.
Se podría, con mayor o menor grado de precisión, ensayar un diagnóstico del estado de situación de estos temas en Bahía Blanca. Recordar y hacer visibles las condiciones de vida de muchas familias en la ciudad, sobreviviendo con los ingresos que generan algunas changas esporádicas, tratando de mandar a los chicos a escuelas con enormes deficiencias en su infraestructura, con jóvenes descreídos de que esta escuela, así como está, pueda servirles para algo y con situaciones familiares que poco ayudan a que estos jóvenes concluyan su ciclo escolar. Con familias -no pocas- que ante la histórica ausencia de políticas específicas, optan por ocupar un lote de terreno y edificar así su vivienda con material de desecho. Y que cuando las temperaturas bajan, como en este invierno, no tengan más alternativa que acudir en busca de un lugar confortable y algo caliente para comer. Hay que ver lo que cuesta conseguir leña, lo poco que dura una garrafa, la humedad y el frío que se siente en esos ranchos.
 
Ahora bien, insisto, nada nuevo hay en esto. Son años, décadas de hablar en estos términos, de vivirlo mucha gente, de tratar de hacer algo otros, de solidarizarse ante situaciones puntuales otros tantos.
¿Que ocurre? Ocurre que pasa el frío invernal, pasa la inundación, pasa Navidad, pasa la Colecta de Cáritas, pasa el chico desnutrido, la familia que se le quemó el rancho. Pasa, digo, en el sentido de que deja de ocupar un lugar de cruda visibilidad (medios, opinión pública, charla entre amigos o compañeros de trabajo). Y cuando pasa, en realidad no pasa, permanece. Allí sigue todo aquello. Queda “pendiente”, colgado, queda postergado.
Lo que queda en realidad relegado es el desarrollo armónico y en justicia de miles. Queda desperdiciada, para siempre, la posibilidad de miles de chicos de desarrollarse en plenitud. Me pregunto cómo sería en otras condiciones.
Quedan los años de una familia en un rancho de chapa. Queda la changa incierta de hoy, que nos habla también de una vejez a la deriva de mañana. Queda la violencia que todo esto genera, no en los términos de inseguridad en las calles. Digo, de inseguridad puertas adentro de las casas. De la violencia de los golpes, del grito, pero también del hacinamiento y del frío.

Cuando el número uno del EcoDias veía la luz e iniciaba esta década, estábamos, como ciudad y como país, a un paso de entrar en lo que fue el final, con forma de crisis, de otra década. Esa que recordaremos como una de los períodos que más golpearon a los más pobres, y cuya conclusión fue capaz de dejar crudamente al descubierto un modelo de país. O mejor dicho, un modelo de destrucción de país.

A las organizaciones como Cáritas, se nos presenta un gran desafío respecto de los mecanismos organizativos internos y del rol y posicionamiento frente a la sociedad y el Estado.
El desafío de repensarnos en este contexto y de analizar las prácticas para que, a través de un trabajo conjunto y articulado en estas temáticas, se puedan abrir caminos. No para “paliar” situaciones. Esta concepción, tantas veces necesaria e inherente a nuestra función, no lleva a cambios en la raíz de los problemas. Si para que desde la sociedad, pero concretamente desde los resortes del Estado, las ya remanidas temáticas pendientes en lo social, comiencen de una buena vez a cambiar.
Como señalan los obispos argentinos en su documento Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad: “En este sentido (el de tomar conciencia sobre la “dimensión social y política del problema de la pobreza”), la promoción de políticas públicas es una nueva forma de opción por nuestros hermanos más pobres y excluidos” (Nº 18).
Y el Estado pensado en los términos del mecanismo privilegiado (sino único) de la sociedad para la realización del bien común. De la manera de trascender oportunismos electorales, preocupaciones que nos vienen del televisión, voluntarismos por una semana. Como también apuntan los Obispos: “…hemos tomado conciencia que no hay democracia estable sin una sana economía y una justa distribución de los bienes, aunque entre todos debemos seguir trabajando a fin de hacerla realidad y que no quede sólo en una consigna o en un plano teórico o meramente emotivo” (Nº 4).
Años de esto serán necesarios para que se produzcan cambios de raíz, permanentes, que mejoren sustancialmente la calidad de vida de las personas.

Escribía hermosamente Raúl González Tuñón: “Subiré al cielo, le pondré gatillo a la luna y desde arriba fusilaré al mundo, para que esto cambie de una buena vez”.
Hoy, gracias a la Ley de Medios, se habla de otras voces, de la importancia de la multiplicidad de discursos y visiones. EcoDias aportó su voz distinta en esta compleja construcción. Lo hizo y lo hace porfiadamente. Para hablar de lo pendiente. Para que esto cambie de una buena vez.

Guillermo García es director de Cáritas Arquidiocesana Bahía Blanca.

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2010-08-07 00:00:00
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