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La democracia cuestionada por la cultura tecnológica
Categoría: Opinión

La tecnología se nos presenta como un paso hacia delante en la tarea de hacer la vida más placentera. En parte, esto es correcto, pero debemos preguntarnos por una tecnología en manos del capitalismo que la subordina a sus necesidades infinitas de renta. Es allí, cuando la tecnología se convierte en artículo de consumo y se sumerge en el océano tenebroso de la publicidad, donde aparece el peligro. Convertida en ideología, la técnica combinada con la publicidad, ocupa el espacio de los deseos y las esperanzas. Es entonces el momento de detenerse a pensar este aspecto de la vida moderna, porque todo ello se da en el marco de la libertad que se dice tenemos en la democracia actual, libertad que desborda por el lado del mercado.
Vemos que la conciencia colectiva viene colocando en el mismo plano, en una mezcla extraña, el ser y el tener. Todo esto incentivado por campañas que venden deseos. Así, el ansia de poseer esa larga lista de artefactos que nos hará la vida más feliz nubla nuestro entendimiento cuando de pensar el futuro se trata. Leí en una letra de rock “la vida que me ofrecen es una tarjeta de crédito”. Me pareció que sintetizaba muy bien este tema. Es el grito de los jóvenes que muestran su insatisfacción por la vida del mundo moderno, sobre todo en el supuesto “primer mundo”. Porque perciben, aunque confusamente, que por más artefactos que tenga a su alcance, no son más felices. 
De este modo, el vacío, el sinsentido, fue ganando el alma humana y esto se refleja en nuestro sentir. La ciencia y sus resultados aplicados en tecnologías de producción continúan su camino de progreso, pero poco hacen por resolver este problema. Estamos en plena era de la ciencia y la técnica, de eso no hay duda. El 90% de los hombres dedicados a la ciencia y a la investigación que han existido a lo largo de la historia del hombre viven en la actualidad, y según informes de la UNESCO el siglo XX ha registrado más inventos que en la totalidad de los siglos anteriores. Paralelamente, es poco lo que se ha pensado y propuesto sobre temas relacionados con la integralidad del hombre, el humanismo.
Esto nos permite caer en la cuenta de que la estructura de nuestro pensamiento está modelada por categorías, conceptos, esquemas extraídos de las disciplinas relacionadas con la tecnología y en ellas depositamos nuestras esperanzas de un mundo mejor. Por ello se puede oír y leer la estupidez, con aire de sabiduría, de “que hay un mundo mejor pero es más caro”, puesto que lo mejor sólo se consigue con dinero. Por ello, es tan natural esto a nuestro entender que nos sorprendemos cuando encontramos a personas de otras culturas, que parten de otra estructura mental que los lleva a pensar en una felicidad que se logra sin dinero.
Queda claro que mucho de todo lo anterior es “mercadería ideológica” importada desde los “países felices” que “no tienen problemas”. Mientras este modo de pensar sea parte de nuestras conversaciones cotidianas, poco es lo que vamos a avanzar hacia una democracia más inclusiva.

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2007-07-07 00:00:00
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