El
domingo y toda la semana estuvo nublado y con ligeras lloviznas.
En esta región semiárida en la que viven los hombres y mujeres de campo, se
aprende a vivir con la naturaleza.
Para esta época hace falta un poco mas de sol y temperatura de 25 grados, todo
lo plantado y que crece en la tierra lo necesita.
En el campo se vive en comunión con la naturaleza, la tierra es madre y nos
alimenta.
En Europa, especialmente en Alemania, se hacen estudios sobre el glifosato
producido por la empresa norteamericana Monsanto (en la que la Bayer -empresa
alemana- invirtió 66.000 millones de dólares).
Los contrastes entre algunos científicos y los granjeros son enormes.
Cierta parte de la ciencia atada a compromisos con el estado y la venta de los
productos de Monsanto, opinan que no encontraron motivos suficientes para
considerar peligroso el uso del glifosato.
Los granjeros, veterinarios e ingenieros agrónomos que visitan los campos
comprobaron que en la inseminación artificial de las vacas, las que comieron
alimentos con glifosato la reproducción llegaba al 30 por ciento y las vacas
que comen pasto natural sin glifosato llegaron al 60 por ciento, el doble de
reproducción de los cultivos incluyendo la soja.
Encontraron diferencias en el desarrollo de las raíces, las tratadas con glifosato,
son más pequeñas que las otras.
China suspendió las compras de aceite de soja en nuestro país. Algunos opinan
que es como represalia porque el gobierno de Mauricio Macri abandonó los
proyectos iniciados de las dos represas en Santa Cruz.
Días atrás, en un noticiero, un dirigente campesino dio una cifra alarmante, el
70 por ciento de las tierras argentinas pasaron a manos de grandes
terratenientes, nacionales y extranjeros; y en otro programa televisivo,
científicos (médicos) encontraron restos de glifosato en la lecha materna de
una madre.
¿Qué comemos los argentinos?
Si a la ganadería se le da como alimento ingredientes químicos y a los
cultivos, cereales se les aplica agroquímicos, pesticidas, ¿Qué comemos?
Ayer escribí mi visión y pensamiento sobre la tercera guerra mundial, en la que
estamos inmersos.
Hoy vuelvo a hacerlo pues vi y escuché al secretario de Estado de los Estados
Unidos, John Kerry, a generales norteamericanos y también vi la televisión
rusa.
En internet aparece una nota de dudoso origen y, entre otras cosas dice lo que
yo escribí antes de leer esa nota: Rusia está en condiciones de movilizar 40
millones de soldados en el término de una semana.
El sistema de defensa ruso (antimisiles y de aviones) con alto grado de
eficacia; se lo dieron al gobierno y ejército sirio, para contraatacar misiles
y aviones norteamericanos.
¿Necesitamos algo más para convencernos que estamos en guerra?
“Errare humanum est”… no veo nada de humano en errar conscientemente y
llevarnos a una guerra que dado la relación de fuerzas y lo que podría ser el
teatro de operaciones de esa guerra.
En la que una parte puede movilizar más de 100 millones de soldados que podrían
invadir a toda Europa.
Y la parte europea que es difícil que pueda contenerlas.
Sólo les queda la utilización de las armas atómicas, y si estas pueden llegar a
Moscu o Beijing, ¿por qué no podrían llegar a Nueva York y 10 o 20 ciudades de
Estados Unidos, como a Londres, Paris y Berlín?
Durante 200 años el sistema capitalista ha provocado -y con éxito- esterilizar
la mente de los pueblos.
Walt Whitman, poeta norteamericano, describió cómo un cañonazo despedazaba y
lanzaba al aire pedazos de cuerpos humanos. El francés Henry Barbouss escribió
en “El Fuego” cómo vivieron la guerra los franceses. El alemán Erik María
Remarque nos lo relató en “Sin novedad en el frente”. El ruso Tolstoi nos dejó
“La guerra y la paz”.
¿Qué enseñanza nos dejó todo lo pasado? ¿Qué quedará después de una guerra
atómica a quienes logren sobrevivir? ¿Los podremos denominar seres humanos?
Lo que a la humanidad le llevó 40 mil años, una parte la veremos morir, otra
parte quedará mutilada, y lo que quede ya no serán “seres humanos”
Para crear a esta especie a la sociedad humana, en solo 24 horas veremos
desaparecer.
¿Tomarán conciencia los pueblos? ¿Podremos evitarlo? Ni Dios puede contestar a
esta pregunta.
Escribí a Francisco I sobre esto, le solicité hiciera oír su voz en nombre de
la Iglesia Católica, aunque digo -y él lo sabe- que estamos también en una
guerra religiosa.
En medio de la segunda guerra Roosevelt llamó telefónicamente a Stalin
diciéndole que el Papa quería ayudar. Stalin le preguntó: “¿Cuántas divisiones
tiene?”.
“Tú que puedes vuélvete, le dijo el río llorando al hombre” (de Don Ata).
O lo hacemos hoy, porque mañana será tarde.
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