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Humanización de la atención
Categoría: Opinión

Carolina comenzó, el lunes, con contracciones. Decidió ir a la guardia de partos, dejando a sus tres nenas solas. Fue internada, pasó la noche sola, solicitó que la dejaran ir a su casa y volver en unas horas. No la dejaron. Al día siguiente deciden acelerar el trabajo de parto. Carolina continuaba sola, con “permisos” para visitas de sus hermanos. Triste, extrañando a sus hijas, intentando no llorar porque la increpaban.
El médico que toma la guardia le dice que deberá quedarse una semana internada. Cuando llorando pide irse a su casa y volver en una semana, nuevamente le llaman la atención.
Voy a visitarla el miércoles, ingresé luego de pedir permiso al médico de guardia, me lo permitió y me contó cómo estaba Carolina: “Acabamos de romperle la bolsa”. Llevaba 36 horas internada, sola, con 17 horas de ayuno y 24 de reposo. Angustiada, me pedía por favor que me quedara.
A la hora Carolina me llama avisando que había nacido Morena.
El parto se convirtió para Carolina en una tortura que duró 37 horas.

Al leer este relato pienso lo frecuente que son estas situaciones en nuestro sistema de salud. Tal vez las hayamos naturalizado. Son tan comunes que se vuelven invisibles y hasta son legitimadas por las personas que utilizan el sistema de salud. Esto es lo que han aprendido acerca de qué es la atención de la salud, la aceptan, parecen como domesticados por un sistema de control y poder que establece la medicina. Pocos la cuestionan.
Estas situaciones se replican en la administración, en la enfermería, en el consultorio, en la farmacia. Las personas son un número de historia clínica, un órgano afectado o un número de cama, y hasta un enemigo. Hoy el paciente es una pieza más de una larga fila y son tratados como elementos de un laboratorio. Hay una relación de asimetría entre profesional y paciente, donde uno tiene el poder y lo ejerce y el otro recibe pasivamente (paciente) la atención. El paciente espera, saca el turno a las 5 de la mañana y espera, sin voz, sin que nadie se preocupe, 5 horas para ser atendido. Es normal que un paciente espere, es una paciente, y el que maneja los tiempos de la fábrica de “curar” es el profesional de salud: “Espere”, “No golpear”. Y cuando hay que comunicarle una noticia, lo hacemos en el pasillo, en la sala de espera, con estructuras preparadas para la tristeza: grises, sin vida… como una fábrica… bah, como un hospital. Donde la ternura y el cariño no están, no existen, porque para algunos profesionales el paciente es una cosa, un objeto… Así nos han enseñando y no lo cuestionamos.
La verdad es que estoy preocupada por esta situación. ¿Cuándo comenzaremos a incorporar el concepto de humanización? Ver al enfermo como una persona, un sujeto que piensa, siente, opina. Un sujeto de derecho, un ciudadano, otro igual a mí y no como un objeto de estudio, una cosa, un ente, un “distinto”. La visión positivista de la medicina, “la biomedicina”, se traslada a lo cotidiano, olvidando que todos somos seres humanos, enfoque muy arraigado en las personas que trabajan en el sistema de salud.

El humanismo destaca la libertad del individuo, la razón, las oportunidades y los derechos. Humanizar significa tornar humano, dar condición humana. La humanización es un concepto que tiene carácter subjetivo, complejo y multidimensional. Insertar en un contexto de salud, la humanización, más que mejora en la calidad de atención significa mejora de la calidad de comportamiento, en cuanto a nuestro trato con el otro como un igual, un par.
Existen fallas en la organización de la atención: largas esperas, deficiencias de instalaciones y equipamientos, despersonalización, falta de privacidad y de información, aglomeración y problemas éticos. Desde nuestra práctica diaria podemos cambiar algunas situaciones para comenzar a realizar un trabajo humanizado. El trabajo en equipo, fortalecer los conocimientos de relación médico, paciente, familia. Fomentar un abordaje integral e integrado del paciente y su familia.
Trabajar en lugares cuidados, con plantas, fotos, cuadros, todo lo que lo convierta en un espacio de sociabilización, manteniendo la privacidad y respetando el pudor. Ver al otro como un ser humano, llamarlo por su nombre, escucharlo. Respetar su autonomía como persona, que pueda decidir qué hacer con su propio cuerpo y brindarle información para que pueda hacerlo con libertad.
La humanización de la atención implica una transformación ideológica, política, ética, administrativa y subjetiva. Plantea un cambio en el abordaje del paciente, entenderlo como un sujeto, incorporar sentimientos a nuestra práctica, la ternura, el compromiso, el respeto y el afecto. Darle importancia al acompañamiento, el apoyo, la contención, la mirada, la escucha y el contacto físico con el otro (el abrazo ante el llanto, la sonrisa)
Una vez que podamos incorporar esto no sólo como discurso sino como acción, cada “Carolina” tendrá un parto humano.

Verónica Grunfeld Baeza es médica de Familia y miembro de Cedeppa.

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2007-10-27 00:00:00
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