Ahí salen las mujeres a la calle con sus mochilas, sus bolsos, de la mano de sus hijas e hijos. Por la mañana temprano recorren sus propios caminos hacia el trabajo, hacia la escuela, hacia adentro: en sus hogares.
Ahí van, con sus cuerpos, y la pesada carga de los mandatos sociales. Ser madre, ser pareja, ser hermosa, ser flaca, ser joven. O no ser. Porque esta sociedad le cuenta el talle de ropa que debe usar, y hasta acá. Le dice qué puede mostrar y qué no. Entonces se pregunta quién es. Huye de los espejos porque no encuentra a la que dicen que debería estar. Ve a la verdadera, la que tiene estrías, tiene carnes que asoman, sus pechos son pequeños, ve arrugas y marcas. No disfruta, no ríe. Porque la define lo que no es.
¡Estudiá o trabajá pero no te embaraces. Cuidáte! Y dicen: tenés toda la vida por delante. Ahí van, con sus ilusiones y sus deseos. Las mujeres piensan en un futuro propio. Se preguntan si quieren tener hijas o hijos, si quieren tener pareja. Qué es ser mujer. Cuándo será una mujer. Cuándo dejó de ser niña o adolescente. Qué es ser adulta. Qué es ser adulta mayor. Aunque las voces que escucha le dicen: vieja, se te van a secar los ovarios, ya no tendrás más oportunidades para ser mujer.
Ahí va en busca de trabajo. Para mantener a su familia, para aportar a la casa, para comprar un auto, para cuidar a padres o madres. Nunca es para ella. Siempre es para otras personas.
El trabajo en las casas no es trabajar. Es amor. Limpiar, cocinar, criar, educar, llevar las cuentas al día, establecer rutinas, planificar comidas, cumpleaños, aniversarios. Y afuera: qué va hacer ésta, no dirige, no decide. Porque no lo hace como un hombre.
Pobres, trabajadoras, desocupadas, indígenas, afroamericanas, sudamericanas, mestizas, niñas, jóvenes, ancianas. Toda condición las vulnera.
Ahí van las mujeres, a veces se reconcilian -por pocos instantes en cuerpo y alma-, se reconfortan entre sí, se ayudan, se quieren, se hermanan. Salen a luchar y gritan fuerte: No nos maten, no nos maten más. Porque tampoco parecen ser dueñas del mañana y tienen que seguir pidiendo por sus vidas. También eso. Ni una menos.
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