En
1904 el gobierno argentino contrató a Juan Bialet Massé para que recorriera el
país, y presentara un informe. Cumplida la misión nos dejó sus informes sobre
el estado de la clase obrera.
Digamos que el solo hecho de mencionar al sector obrero como clase, reconoce la
división de clases.
Segundo, que leyendo su informe llama la atención la composición social de
quienes la componen: casi todos los que cumplen con una función social.
Interesante e inteligente apreciación que se adelanta a las teorías de la
ortodoxia comunista.
Siempre teniendo presente el carácter regresivo del reformismo convertido en
gatopardismo.
Hoy se saca a relucir la interpretación de Gramsci sobre qué sectores
compondrían el frente antiimperialista (Gramsci lo ampliaba), y en el 2014
-como todo se ha transformado- exige una nueva interpretación de la lucha de
clases, y quiénes son sus protagonistas.
La función política de lo que llamamos clase obrera ha sido totalmente
desvirtuada.
Los hechos hablan de una subordinación de las cúspides sindicales a los
intereses de las burguesías de cada país.
Y ni qué hablar en Estados Unidos y Europa. Si Marx resucitara se moriría de un
infarto viendo a quienes como él suponía serían los enterradores del
capitalismo.
Las izquierdas han entrado en un eclipse total, es vergonzosa la posición del
Partido Socialista de Brasil apoyado por la derecha, como lo fue la del Partido
Socialista de España (Zapatero), y ni qué hablar de todas las democracias
europeas. Social demócratas, democracia cristiana, partido socialista
francés…
Las burguesías como variantes del sistema capitalista no tienen salida, no
ofrecen soluciones. Y la izquierda ha perdido el rumbo.
Las burguesías tienen la alternativa de elegir (económicamente), si se quedan y
suicidan con Estados Unidos, Europa y Japón.
O se inclinan hacia el gigante asiático chino.
Las izquierdas tendrán que barajar y dar de nuevo.