El tablero de ajedrez que supimos jugar, difiere
del tablero político mundial.
En el juego ciencia se trataba de doblegar al Rey.
En el político, cuando la conquista del mundo en el siglo XVIII, el mundo
estaba dominado por países de Europa.
Con la Revolución de Washington y Jefferson, se dividió; países colonizadores
como Inglaterra y Francia perdían una importante colonia.
Geográficamente, Canadá pasó a ser parte de ese nuevo territorio. Más Alaska,
que Estados Unidos se la compró a la Rusia de los zares en 9 millones de
dólares.
La guerra desatada en Estados Unidos entre el norte más progresista y el sur
esclavista (y más cercana a Inglaterra), fue ganada por los primeros; así se
dio comienzo al desarrollo de Estados Unidos.
Por su pujante economía en pocos años se transformó en la primera economía del
mundo. Además, las dos guerras mundiales favorecieron a Estados Unidos.
La estrategia de Estados Unidos consistió en sentar liderazgo sobre Europa,
mientras para asegurarse a América impuso la Doctrina Monroe: “América para los
americanos del Norte”.
Patio trasero y abastecedor de las riquezas naturales, proveedores de materias
primas, a cambio ellos nos suministraron los productos elaborados.
Después de la segunda guerra mundial (1940/45), fue Churchill quien dijo: “La
democracia es una porquería, pero no tenemos nada mejor para ofrecer al mundo”.
Churchill soñaba con una recomposición de los mercados, continuar siendo dueños
de las colonias y que no se alterase el statu quo imperialista.
Estamos en el siglo XXI, año 2016, las condiciones han cambiado, no obstante
todas las guerras siguen destruyendo: Irak, Libia, Afganistán, Ucrania, Siria,
Yemen, así como se disfrazan golpes de estado tipo Paraguay, Honduras, ahora
Brasil y Argentina. O las medidas en Grecia, España y Portugal.
Con una Europa debilitada por sus propias crisis y, dentro de un contexto de
crisis estructural del modelo y sistema capitalista, resquebrajada la hegemonía
económica y el franco ascenso de China, las posibilidades de volver a instaurar
e implantar nuevamente la ley del garrote, es lógico pensar que fracasarán.
Sin menospreciar ni subestimar la fuerza del capitalismo y su actual ofensiva,
los pueblos del mundo se irán imponiendo.
El científico Einstein, lo señalaba cuando decía: “Dios no juega a los dados”.
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