Dedicado a todos los que mantienen sus convicciones muy a pesar de todo, que no transan ni con su sombra. Gracias, estimados compañeros, por este ejemplo.
               
Ernesto Rubén tiene 35 años, vive con su madre María en un barrio de Gral. Daniel Cerri (localidad de 7.000 habitantes) a escasos 15 kilómetros de Bahía Blanca. Trabaja desde los doce años y dice que nunca le gustó estudiar, quizá por eso comenzó de pequeño a vender diarios, luego siguió lavando automóviles y también se desempeñó como ayudante de albañil.
En septiembre del año 2000 ingresó al Frigorífico Paloni S. A. de Bahía Blanca para cuerear las cabezas vacunas, aunque en muchas ocasiones su labor era la de despanzar los animales y en otras colaborar con la tarea de desposte de carne.
Los atrasos en el cobro de los sueldos y los vaivenes económicos por los que atravesó la empresa, en los que siempre corrieron versiones de posibles “cierre”, le templaron el carácter hasta el cansancio. Un agotamiento mayor al que provoca la tarea dura y áspera de cualquier frigorífico.
Ya hace más de un mes que junto a unos treinta compañeros decidió decirle basta a las maniobras hostiles de los empresarios patronales. Hoy lucha por un proyecto laboral que tenga como base la equidad y la transparencia, en donde el trabajador no sea la variable de ajuste sino el engranaje principal de la “máquina” productiva.
En estos días muchos son los que hablan de capitalismo, leyes del mercado, proyectos de factibilidad, subsidios, y hay quienes también arriman alguna colaboración. Mientras tanto, mi amigo Ernesto confiesa que “sueña despierto”, imaginando aquel día en el que la primera media res cuelgue del gancho, acompañado de una treintena de hombres colmando de blanco la playa.
Se ve en medio de aquella jornada compartiendo su alegría con aquellos jóvenes estudiantes que visitan a diario a los trabajadores, luchadores impetuosos que traen cotidianamente el sustento de la esperanza en medio de esta “toma” pacífica del frigorífico. El confiesa que necesita homenajearlos de alguna manera, porque ve en “estos chicos” –como suele llamarlos- el futuro prodigioso de nuestra república.
Hoy, luego de catorce meses de lucha infatigable, tengo que decirte, compañero, que el homenaje es para los obreros que, como vos, defendieron su trabajo con dignidad.