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El reino del petróleo
Categoría: Opinión

La etapa política que va desde la estructuración de esa nueva forma de colocar el Estado ante el mercado, la década del cuarenta, hasta la Crisis del Petróleo se caracterizó por la presencia activa del Estado como actor regulador de las políticas sociales, con una participación permanente en el control de la actividad económica y, fundamentalmente, como agente controlador de la distribución de la riqueza. Esos treinta años mostraron un crecimiento importante de las clases medias en los países centrales, y otro tanto ocurrió en otros países, como el nuestro. Si bien los países centrales exportaron gran parte de su crisis a los países dependientes logrando paliar así parte de su crisis, aquellos países que lograron cierto despegue de esa dependencia consiguieron un desarrollo importante. Llegamos a la década del setenta con la convicción de que el capitalismo, aparentemente democratizado, distribuía riquezas y era próspero.
Esta década fue escenario de una nueva crisis, esta vez la del petróleo. El barril de petróleo era extraído por las empresas petroleras más importantes del mundo, conocidas como las “siete hermanas” ya que entre ellas acordaban el precio del crudo en el mundo. Este precio, que pagaban como regalía a los países que poseían esas reservas, la mayor parte en los países árabes, era en 1900 de u$s 1,20 y llegó en 1970 a u$s 1,80. A comienzos de los años setenta se conforma la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) con la participación de los países que tuvieran reserva petrolífera para acordar políticas de defensa del petróleo crudo y fijar un precio básico para el barril de ese combustible. Las decisiones de la OPEP provocaron un aumento de alrededor de diez veces su valor. De los u$s 1,20 pasó a costar u$s 13 el barril en menos de cinco años.
Esto trajo una serie de consecuencias muy importantes en las relaciones económicas internacionales. Lo inmediato fue una estampida de precios en los países europeos y en el Japón, que eran los países industriales desarrollados que no contaban con pozos petroleros, con los Estados Unidos como excepción en este sentido. Por otro lado, y como contrapartida, los países exportadores, sobre todo los árabes, se encontraron con una enorme masa de dinero en sus manos, como resultado de esta operación. Es decir, se produjo una transferencia de utilidades de las empresas petroleras hacia los países con reservas petrolíferas. Esta masa de dinero, contada en cientos de miles de millones de dólares, no sería utilizada en los países árabes sin estructura industrial alguna y con dirigentes sin vocación por embarcarse en proyectos de esa magnitud. No se debe olvidar la composición sociopolítica del mundo árabe dominada por unas cuantas familias frente a una masa empobrecida.
Por lo tanto, esas cifras multimillonarias en dólares fueron depositadas en los bancos más importantes del mundo. Estos bancos se enfrentaron a una situación inédita en la historia del sistema capitalista: tenían una capacidad de préstamo que el mercado industrial y comercial de los países centrales no podía absorber. La segunda mitad de la década del setenta será, entonces, el escenario de la promoción de préstamos ofrecidos a los gobiernos de los países denominados en vías de desarrollo o emergentes, préstamos que se concedieron sin las debidas precauciones que el negocio financiero impone.

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2007-09-01 00:00:00
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