El cuadro de esta etapa de nuestra cultura muestra un participante que va ganando protagonismo: la droga. Una aproximación superficial al tema puede dar la sensación de que este fenómeno lo genera la imitación, la curiosidad de probar nuevas sensaciones, el gusto por vivir situaciones intensas, etc. No me parece un juicio que nos ayude a comprender lo que está sucediendo. Si lo dicho hasta acá se recupera en el abordaje a este tema se nos sumarán diversas variables que ya han ido apareciendo.
Comencemos por acercarnos a un diagnóstico que surge de las investigaciones. Recientemente se ha realizado el primer estudio a escala nacional sobre el uso de drogas en nuestro país. Los datos preliminares difundidos, muestran que el 3% de los mayores de 16 años usan sustancias ilegales, al igual que el 1,2% de los chicos de 12 a 15 años. Las cifras son altas, según lo esperado por algunos expertos, aunque bajas con relación a los datos de otros países.
Además, según lo señalan distintos autores: “El tema de las drogas no se resume en las toxicomanías y está íntimamente ligado con el funcionamiento de nuestras sociedades. Se puede observar hoy como se insiste en identificarlo como causa principal de otras de las preocupaciones globalizadas, como son la violencia y la inseguridad. Y las adicciones, una vez analizado el reparto social y cultural de medicamentos y sustancias legales e ilegales, no se reducen al tema de los consumos de alcohol y drogas. Partiendo de estas cifras, se puede pensar un viraje fundamental que parte de hacer centro en las sustancias a la relación y los usos que los grupos y los sujetos establecen con ellas”.
Si partimos del diagnóstico y miramos las respuestas ofrecidas podemos concluir que no alcanzan a paliar, tan solo, un comienzo de solución. La problemática excede a la capacidad de procesamiento y de respuesta, de las instituciones, llevando a estas en muchos casos hasta el límite. Las dificultades en el tratamiento de lo privado y lo público y su relación con la legalidad, en los contextos escolares, así como el silenciamiento y ocultamiento con el que se afrontan los problemas de las personas con las drogas, acrecienta la necesidad del debate y de la reconstrucción social, comunitaria e institucional del problema de la droga, que en esto como en lo que ya visto, no es un tema sólo de los jóvenes.
La investigación pudo mostrar con toda crudeza la cada vez más estrecha relación que los adolescentes mantienen con el alcohol y las sorprendentes cifras que los vinculas con las drogas. Como datos para pensar: el 55,6% de los jóvenes consultados en una encuesta realizada a alumnos del último año de las escuelas medias de la Provincia de Buenos Aires se consideran consumidores habituales de cerveza; el 12,4% fumó marihuana en los últimos seis meses; el 6,6% dice fumar marihuana de manera habitual; el 3,2% dijo haber aspirado cocaína en el mismo lapso; el 2% dijo consumir cocaína con regularidad; el 3% dijo haber consumido pasta base de cocaína y el 1,8% dijo tener la costumbre de consumirla. A ello se suma el cóctel en el que los jóvenes unen el alcohol y con las drogas de extrema peligrosidad. Hasta aquí la investigación y el diagnóstico, muy útil para hacerse cargo de la situación pero pobre en cuanto nada nos dice de las causas y de cómo modificar el cuadro social.