En
la Divina Comedia Ovidio le dice a Dante: “Tienes un alma noble y un corazón generoso,
eres libre de elegir tu destino”.
Yo no tengo esa grandeza de alma ni un corazón tan generoso, no obstante soy dueño
de elegir mi destino.
¿Quién puede compararse conmigo?
Mi cerebro funciona a pleno rendimiento, no hago caso a que cumpliré 90 años y que
estoy ciego y dejo que los médicos se ocupen de mi cuerpo.
Estoy sentado escribiendo a ciegas en mi patio-jardín, alcanzo a ver las plantas
y las flores, es mi residencia donde pasaré la primavera y el verano, arriba una
parra que me dará sombra, abajo rodeado de plantas y flores.
A Einstein lo visito un periodista en su casa, al entrar no vio ni laboratorio ni
biblioteca, extrañado le pregunto, ¿Dónde trabaja usted?; Einstein sacó un lápiz
de su bolsillo señalo la punta del lápiz y respondió: Éste es mi laboratorio.
De un lado, la perra (adolescente), me invita a jugar con ella, a mis pies, el tortugo
espera que lo acaricie.
Las gatas esperaran turno, son ellos los primeros que conocen mis pensamientos si
los animales pudieran hablar y entendieran, otra cosa sería la vida en la tierra.
El sistema capitalista degeneró y degradó a una especie con rasgos humanoides, ésta
especie quedó trunca a mitad de camino, sencillamente por que le faltó ser libre,
consciente y poder elegir su propio destino.
Estamos cruzando los límites, desaparecidos los valores éticos y morales, la sociedad
semi-humana en la que vivimos no ve, no escucha, no tiene rumbo y va a la deriva.
“Civilización perdida”, cuando pienso en lo que podría ser la vida en la tierra,
con sólo darle al hombre el derecho a pensar y de ser libre, no necesitaríamos el
reino de los cielos por que lo tendríamos aquí.
Y sé también que esta utopía podría convertirse en realidad.