Se
creó una clase en lo social, de los anestesiados, de los que no creen que
podemos cambiar, del fatalismo, de que nada se puede hacer.
Se nos inculcó que contra ese poder omnímodo del capitalismo, nada se puede
hacer y de ello parte la impunidad con que se reprime al pueblo.
Llevo más de 50 años estrellándome contra ese fenómeno, paraliza todo lo que
toca, de esa forma justificamos todo lo malo que vemos.
Con eso de que igual nada va a cambiar, la filosofía discepoliana nos dejó
aquello de: Lo mismo es un chorro que un gran profesor, Carnera y San Martín,
La Biblia y el calefón.