Las revoluciones que conocemos a partir de la Revolución Francesa (1848)
fueron violentas.
La lucha de clases, la explotación de los oprimidos como la lava hirviendo de
un volcán estallaba.
La figura de Juana de Arco enarbolando las banderas de la insurrección de los
pobres, si mal no recuerdo se la personificó en los “Sans Culottes”.
La clase alta de Buenos Aires no permitió jamás a doña Encarnación Ezcurra, que
se valía de los negros esclavos, los mulatos y los mestizos, eso quedó
expresado en el que se considera el primer cuento argentino escrito por Esteban
Echeverría titulado “El Matadero”
Blomberg y Maciel lo expresaron en una canción que decía: “Y hasta el oriental
/ Valiente y altanero / Engalanó su sombrero / Con la cinta federal”.
Fue Evita la que concentró el odio de la sociedad porteña. Lo que Víctor Hugo
enrostró a su sociedad con “Los Miserables”, Evita lo hizo con sus
descamisados.
Hoy el odio y el desprecio de la sociedad porteña están concentrados no tanto
contra el kirchnerismo sino contra Cristina.
La noche del lunes 20 de abril cuando Cristina llegaba a Moscú, por lo menos 5
o 6 canales de televisión desplegaban su acción con programas, anti-Cristina,
destilaban veneno “culto”.
Pobres de nosotros los pobres si ellos llegan al poder…
¿Cuantos países conforman el mundo político de la tierra? Unos 200; de ellos en
sólo 8 o 9 hay Mujeres al frente de sus gobiernos.
Y no me refiero a las mujeres reinas (parásitos de la historia).
Margareth Thatcher es apreciada en Inglaterra como lo es “la Merkel” en Alemania.
¿Por qué? Porque por encima del sexo femenino defienden los intereses del
capitalismo imperialista.
Hillary Clinton se presenta como candidata a presidente por el partido
demócrata en Estados Unidos.
A Dilma en Brasil y a Cristina en Argentina se pretende derrocarlas. La
sociedad burguesa de San Pablo y la porteña de Buenos Aires no las perdonan.
En la Alemania del siglo XVIII se definía a la mujer bajo tres palabras
Kirch-Kij-Kinder: iglesia-cocina-hijos.