“Mañana es domingo, dejá
que me lave
despacito mamá, con jabón de olor;
planchame el pañuelo de tigre que tengo,
sacudime el traje que me dió el doctor”

José Ingenieros, hombre olvidado, decía que los poetas son los ingenieros del
alma, y Bauduliere, que los poetas construyen sus castillos en las nubes.
El hombre común no vuela, hoy no los vemos con cadenas y grilletes, pero sigue
siendo esclavo, tampoco debe pensar (especie en extinción).
El dictador fascista Mussolini, que condenó a 20 años de prisión a Antonio
Gramsci, dijo: “A ese cerebro hay que impedirle que funcione”.
Las dictaduras lo primero que hacen es exterminar de raíz lo racional, lo
científico.
La dictadura militar argentina no sólo destruyó el país sino el factor humano
inteligente, y esto lo estamos pagando.
Con el terrorismo vino el miedo, que es distinto a la apatía o la indiferencia,
“escudos del no hacer”, o peor aún, dejar hacer mientras a mí no me toquen.
En su entredicho con dos grandes de la literatura española, Góngora les endilgó
esta frase: “Patos de la aguachirle castellana”.
Por razones explicables, incomprensibles para los pueblos, el mundo actual se
convirtió en una cárcel de pueblos, sus carceleros (capataces y cipayos del
mundo capitalista), elegidos entre ellos mismos (pues son lonjas del mismo
tiento) gobiernos de más de 190 países de los 200 que tiene, las soluciones que
ofrecen se parecen a la antigua medicina de ventosas, compresas y la “tirada
del cuerito” para curar un empacho.
Don Ata y la pena del indio, la expresó en esta frase: “Yo no tengo en quién
pensar”.
Las penas del mundo me llegan y “Todo lo humano me concierne”: lo que pienso,
lo digo.
(Madrugada del domingo 21 de Junio)