Desentrañar
los misterios de la economía requiere la presencia de un nuevo Marx versión 2014.
Soy un analfabeto con cierta cultura… De José Hernández (Martín Fierro): “Hasta
el pelo más delgao’ / Deja su sombra en el suelo”. Y ahí nomás dice: “No es pa’
cualquiera la bota e’ potro”.
Veo y siento la crisis económica-financiera desatada en el año 2008, estamos en
el 2014 y no hay un solo país que se maneje dentro de la esfera del capitalismo
que pueda decir que ha resuelto sus problemas económicos, más bien diría que en
todas partes se van agravando.
Pero el mundo ha cambiado. La República Popular China, que tiene un gobierno comunista,
se ha convertido en la primera economía del mundo.
Ha logrado lo que Marx explica en El Capital, elevar el grado de productividad (mediante
la ciencia y la tecnología), con lo que no hay quien pueda competir con China.
País que nace luego de una cruenta revolución armada, con más del 50 por ciento
de campesinos casi en extrema pobreza, llevó adelante un proceso industrial que
ha superado al mundo capitalista.
Conocí a un empresario industrial argentino que me confió que hoy día le convenía
comprar lo que el produce en China que fabricarlo aquí.
Conocí a un joven sionista de origen judío que vivió varios años en Israel e instaló
su negocio en la Argentina (es sionista e israelí), lo que no le impide viajar cada
dos años a China, comprar contenedores completos, traerlos aquí, venderlos no a
precios muy bajos sino los que rigen en nuestro mercado, lo cual acrecienta sus
ganancias.
Estados Unidos creció desmesuradamente a costa de la explotación de millones de
obreros y campesinos pobres y de la apropiación de los recursos naturales, allí
donde se encuentren. Inclusive, y debido a los altos valores de costo, levantó sus
fábricas y las instaló en Malasia, Birmania, o cualquier otro país.
A su vez, después de la segunda guerra mundial, y por la presencia de la URSS, los
países que entregaron sus recursos naturales a Estados Unidos, pretenden aún hoy
revertir esa aberración económica y recuperarlos para mejorar las condiciones de
vida de sus pueblos.
Y algo más: incorporar en cada país valor agregado al producto.
Esas razones modificaron el concepto de gobiernos que se vieron precisados a adoptar
medidas prácticas en las que el estado debería y debe intervenir con fuerte injerencia
del capitalismo de estado.
El viejo concepto de que el gobierno se dedique a gobernar y la economía la deje
en manos privadas, ha colapsado. Es inevitable: marchamos a pasos acelerados hacia
un nuevo orden económico mundial.
El gobierno argentino ha suscripto varios acuerdos económicos con China.
La explotación capitalista será reemplazada por la complementación económica entre
estados, esa tendencia es irreversible.
Y si China, en el último Congreso del Partido Comunista, se plantea duplicar la
producción en el término de 5 a 7 años, la esperanza de un mundo se acrecienta:
es posible cambiar el mundo.
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