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Diez años después
Categoría: Opinión

Cuando aún la Patria lucha por romper los cerrojos de una economía concentrada, y controlada por una minoría que viene de un pasado golpista. De una lucha por concluir con la impunidad del genocidio desatada por el radicalismo y el justicialismo menemista. Hoy cuando apenas asoma un reflejo del sol necesario, que entibie el camino por recorrer en la búsqueda y el logro definitivo de una Patria justa, libre e igualitaria, se torna dificultoso elegir una medida que demuestre en plenitud el estado de los Derechos Humanos. Sí se pueden identificar tiempos históricos a los cuales se les ha ganado una lucha parcial. En ese necesario y fundamental muestreo comparativo, es indudable que el ejercicio de los Derechos Humanos ha mejorado sustancialmente. Se verifican logros de la lucha de nuestro pueblo, en la recuperación de conquistas sociales que mucho tienen que ver con esa posibilidad de ejercerlos a pleno.
Sin embargo, si focalizamos la mirada en la cercanía, es decir en esta Bahía del Silencio, identificamos la existencia crónica de teorías y prácticas activas del neoliberalismo. Condicionantes del conjunto social y su posibilidad de desarrollo humanista como ciudad, a una especie de receso que se encubre en datos puramente económicos de empresas que nada dejan a favor de los bahienses. Sin inversiones proporcionales a sus ganancias, dentro de la ciudad en favor del desarrollo humanista ausente. Se mira permanente y excluyentemente los porcentuales económicos, o sea el clásico e histórico que identifica a esta ciudad como fenicia, y no en el desarrollo que hace a las posibilidades del crecimiento humano. Manteniendo y sustentando por ejemplo el viejo y reconocido estilo de confundir beneficencia y caridad con solidaridad. El sentido planificado facilita el control social, para mantener un perfil de ciudad que de tan conservador y ultramontano se hace insoportable.
Se suele decir que todo tiene que ver con todo. La economía local, su política, su sociedad y la inexistencia de un proyecto propio abarcador, o no incorporarnos en términos reales y plenos al proyecto nacional en marcha, son elementos centrales a nuestro entender, para evaluar el perfil de los Derechos Humanos observados en el contexto de los últimos diez años bahienses.
El espacio en el cual se desarrolla entonces la lucha interminable, implacable e histórica, sobre la identificación de que son los Derechos Humanos, sigue siendo prácticamente el mismo, datos mas o menos. Es la intolerancia, la intemperancia, el silencio, la conspiración, el sostén de impunidades de todo orden cuando el poder local esté involucrado, la violencia institucional, los negocios en manos de los mismos que económica y laboralmente desangraron siempre a la ciudad, la ignorancia sobre lo humano de la temática, y la perversa identificación a todo nivel solapada o directamente de que hay derechos de delincuentes y del resto de la sociedad.

¿Qué rol, qué incidencia y qué acción desarrolla la política en ese marco? La política no manifiesta en ningún caso nada distinto a lo que la propia sociedad en su mayoría tolera y mira indiferentemente. Esa política, de identidad bien bahiense, se desarrolla en un territorio de discusiones sectarias para nada interesadas en modificar la realidad en el sentido mencionado al principio, pero si casi con obsesión defendiendo la economía preestablecida por jerarcas locales.
Ni siquiera intentan cambiar alguna actitud desde lo humano, porque no es rentable. Sólo se echa mano a un discurso relacionado con esos cambios humanos, en épocas electorales. Es decir, la excepción confirma la regla.
La ignorancia dirigencial local para defender a pleno el ejercicio de derechos como el trabajo, la salud, la educación y el acceso a una justicia igualitaria, derechos humanos esenciales, cuyo ejercicio pleno a esta altura y con relación a las políticas de Estado en marcha deberían estar casi saldados, tienen gruesas -cuando no groseras- carencias en el logro de los mismos. Ni siquiera la tan mentada ideología de la “gestión” se desarrolla a pleno localmente, o se tiene capacidad para ubicarnos en el lugar adecuado. Se siguen encolumnando en la tropa de los que primero miran a La Nueva Provincia esperando el voto afirmativo. Voto que en cuanto a las políticas de estado nacionales, fue, es y seguirá siendo negativo por la ideología predominante, la concepción anti en todo aspecto, y por una flagrante historia que los condena.
Finalmente, se demuestra que los diez años transcurridos en la Bahía del Silencio, poco o casi nada se ha modificado en cuanto a los Derechos Humanos como pilares necesariamente consolidados y sustento fundamental de una auténtica democracia.
A pesar de todo, seguimos soñando, buscando y militando desde esta nueva y valiosa realidad, por la Bahía de la Esperanza, para todas y todos sin exclusiones, y donde sea plena e irrestricta la vigencia de todos los Derechos Humanos.

Eduardo A. Hidalgo es secretario general de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Bahía Blanca.

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2010-08-07 00:00:00
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