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Devaluar o dolarizar, la cuestión a evitar
Y llegaron los primeros quince mil millones de dólares, deuda que contrajimos con el FMI y que venía a “calmar a los mercados” al ser el reaseguro del pago de intereses de la deuda ya contraída, una parte, y para el pago de gastos corrientes -la parte del déficit fiscal que no cubrimos con ingresos- por el otro.
Categoría: Opinión

Y llegaron los
primeros quince mil millones de dólares, deuda que contrajimos con el FMI y que
venía a “calmar a los mercados” al ser el reaseguro del pago de intereses de la
deuda ya contraída, una parte, y para el pago de gastos corrientes -la parte
del déficit fiscal que no cubrimos con ingresos- por el otro.

Pero la fuga de capitales continuó -ya se
había ido una cifra similar a la arribada, entre diciembre y junio- y el dólar siguió aumentando -llegó a
superar el 60% en lo que va del año- siendo la devaluación transferida a
precios con un fuerte impacto en la inflación de junio, y proyectando la anual
por encima del 30%.

A todo esto, la letra
chica del acuerdo con el FMI no ha sido dada a conocer pero en la realidad se
manifiesta en un fuerte ajuste del Gasto Fiscal (no se están aumentando los
Ingresos en cabeza de quienes más han ganado con este modelo, como los sectores
agroexportadores y la industria concentrada) al disminuirse la Obra Pública y
los subsidios a las tarifas de servicios públicos, generarse despidos en el
sector público, frenarse la pauta salarial por debajo del índice inflacionario
y avanzarse sobre el sistema previsional al querer pagarse las jubilaciones y
pensiones con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad.

Estamos ante una
dolarización de los alimentos, las tarifas y los combustibles, conjuntamente
con la creciente posición de la deuda en dólares.

La primer semana de
julio se intentaron colocar letras en dólares -LETES- a cambio de LEBAC a una
tasa del 5,5% con vencimiento el 26/07/2019 pero el “mercado” se quedó, en su
enorme mayoría, con la tasa de interés en pesos que pagan las LEBAC -que llegó
al 65% anual en el mercado secundario-, poniendo
en evidencias las dudas que se tienen de que el Estado Nacional tenga los
dólares para afrontar esos vencimientos
. Los dólares se obtienen de las Exportaciones (que actualmente son
inferiores a las importaciones), de las
Inversiones o de Deuda
, y al haber recurrido al FMI como prestador de
última instancia, poco queda para seguir endeudándose por otra vía
internacional.

Para generar recursos genuinos que permitan
afrontar los servicios de la deuda externa no queda otra que mejorar los saldos comerciales (que
haya superávit en la balanza comercial, es decir, que las Exportaciones sean
superiores a las Importaciones) y frenar
la fuga de capitales
. El gobierno ya dio definiciones contrarias a esta
premisa, en dos cuestiones en la primera semana de julio:

1. Se reunió con la
Mesa de Enlace Agropecuaria y les aseguró que seguía vigente el esquema de retenciones a la baja
(aunque no dio respuestas a la Federación Agraria -productores que venden
mayoritariamente en el mercado interno- en su reclamo de tasas de interés,
precio de las tarifas y apertura
indiscriminada de las importaciones
) por lo que se sigue afectando el
déficit fiscal del lado de los ingresos, por un lado, y el comercial del lado
de las importaciones.

2. Dio marcha atrás
con la idea de aumentar el impuesto a la venta de pasajes al exterior para
disuadir a los argentinos que quisieran viajar y gastar dólares afuera, una de
las fuentes de fuga de divisas, que suman unos diez mil millones de dólares al
año.

Por lo que se ve, el
gobierno no está muy dispuesto a tomar medidas en favor de la generación
genuina de dólares, por lo menos no por ahora -tampoco está en su ADN-, por lo
que se vislumbra que vamos hacia dos
escenarios posibles
-que algunas veces estuvieron en pugna, como a la
salida de la Convertibilidad- en tanto y
en cuanto no haya un cambio de rumbo
en
materia económica
y como paso previo a un default de la deuda externa, salvo que el endeudamiento siga creciendo
por parte del FMI
como forma de sostener este modelo:

1. Una fuerte devaluación que permita
contraer las importaciones profundamente y aumentar -aunque sea en algo- las
exportaciones, de manera tal que aparezcan parte de los dólares que se
necesitan en ese sube y baja. Por el contrario, esta situación haría encarecer
la deuda en dólares -se necesitarían más pesos por cada dólar- y nos llevaría a
una situación de aumento de la inflación, recesión económica, pérdida del poder
adquisitivo de los salarios, contracción del consumo y por ende del mercado
interno, aumento del desempleo, de la pobreza y de la desigualdad.

2. La dolarización de la economía, a la
usanza de Ecuador, con la pérdida de soberanía que ello acarrea al no poder
contar con moneda propia y perder instrumentos de política monetaria y
económica que hacen al desempeño de una economía que pretenda ser inclusiva y
de pleno empleo.

Cualquiera de los dos
escenarios pone en una situación de debilidad a los argentinos de a pie,
integrantes de las capas medias y bajas de nuestra sociedad, que sufriríamos un
fuerte deterioro en nuestra calidad de vida, por lo que es de esperar cambios en la política económica actual que permitan evitar llegar a ese
estado de cosas.

Esto último se
complica cuando se ve en estos días que a la problemática económica y a la
social, se les están sumando las discrepancias políticas, las que hacen más
complejas las definiciones a la hora de evitar una devaluación o dolarización
de la economía, aunque algunos economistas lo vean como una oportunidad para
debatir medidas a tomar al interior de la Alianza Cambiemos.

Los argentinos no la
tenemos nada fácil en materia económica. Sabemos que la confianza perdida
resulta difícil de recuperar. Queremos creer que estas cuestiones son “pálidas”
o “malas ondas” más que hechos concretos por los que estamos transitando, pero
no es así.

Ojalá que por una vez
la salida sea menos traumática para los que menos tienen y se tomen decisiones
-más temprano que tarde- pensando menos en “el mercado” que en la mayoría de
los argentinos. Lamentablemente, la historia económica lo desmiente.

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2018-07-17 00:00:00
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