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Derechos Humanos y organización social
Categoría: Opinión

Frente a la pregunta sobre en qué puede contribuir la perspectiva de los derechos humanos para la construcción de otro país, creo que hay una primera y principal respuesta: una sociedad que pueda en todos sus estamentos desarrollarse bajo la impronta del respeto, el cumplimiento y la promoción de los derechos humanos fundamentales. Sin dudas será ésta una sociedad con una mejor calidad de vida que la actual y -lo que es central- para la mayoría de la población.
Ahora bien, para que esta respuesta no resulte una obviedad, desandar el cómo y el por qué el trabajo sobre los derechos humanos puede contribuir a esa calidad, es la tarea que hay que asumir a partir de coincidir en lo antes señalado.
Dos son los planos en los cuales podemos encontrar hendijas para mirar positivamente esta cuestión: el plano del discurso y el plano de las prácticas.
El primero ha sido y es fundamental para fortalecer el endeble sistema democrático argentino, la construcción de un discurso que recupera permanentemente el valor histórico de las luchas sociales, la memoria colectiva y la identidad de un país que, por décadas, no ha encontrado un rumbo certero de convivencia de sectores encontrados, de inclusión y de desarrollo humano para todos sus habitantes. El movimiento de derechos humanos en Argentina, aun en su diversidad, ha amalgamado en el discurso una propuesta ideológica de lecturas de la realidad, de lenguaje y de análisis político que apunta sobre las causas de un sistema de dominación que hay que revisar; que dirige sus sentidos a las profundidades de la cuestión social, al nudo de las relaciones de poder y de los mecanismos históricos de construcción política, económica y cultural.
En este sentido, el discurso de los derechos humanos es un ejercicio de ciudadanía basado en los ejes de una verdadera democracia: la participación, el involucramiento, la militancia, la mirada con perspectiva histórica.
En el plano de las prácticas, hay una multiplicidad de experiencias que, con diferencias y matices, se han encaminado hacia un horizonte común. Las organizaciones y grupos que se han autodenominado “de derechos humanos” han desarrollado en estos años un modelo de gestión, de trabajo, de interdisciplinariedad y de incidencia social que va más allá de la temática puntual que los moviliza. El caso paradigmático quizás sea el de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, que ha sabido articular desde la sociedad civil un proyecto social donde confluyen la política, la militancia, el derecho, la genética, el arte, la comunicación, la educación, la psicología, entre otras disciplinas y áreas del trabajo y la vida humana.
Conocer y reconocer los discursos y las prácticas del movimiento de derechos humanos, es incorporar herramientas para la intervención ciudadana y la construcción de proyectos superadores de la pobreza estructural y las políticas que propone el neoliberalismo a través del Estado y de sus modelos de consumo y dispersión de la iniciativa popular.
Ya no es ninguna novedad que nuestro Estado no es garantista: no puede saltar del papel y hacer que los derechos se corporicen en la práctica, en los ciudadanos. Y para que las cosas se empiecen a pensar diferente es esencial transformar la cultura política, la forma en que nos relacionamos para ordenar el mundo, para aunar el decir con el hacer.
Los derechos humanos son, sin dudas, el gran motor que debe impulsar la concertación, el diálogo, la proyección de metas sensatas y certeras. Sin ellos, sin su efectivo ejercicio, siempre quedarán injusticias que atender y ausencias que saldar.

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2005-12-24 00:00:00
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