Fue el día que fuimos a elecciones, depositamos
en las urnas nuestro certificado de defunción: moriremos en vida.
Largas filas esperando turno, quienes votaron por Macri lo hicieron por
opositores al peronismo- kirchnerismo, otros por revanchismo puro.
No importaba quiénes vinieran con tal de quitar un peronismo que ya presentaba
signos de descomposición heredados de su origen burgués capitalista.
Hubo quienes votaron sin saber lo que hacían, esa fue la mayoría, peronistas y
macristas.
Votaron a partidos políticos que nada tienen de pueblo, aunque se cansaron de
decir que representaban a los 40 millones de argentinos, y eso no era cierto.
Los partidos políticos que participaron en esas elecciones pertenecían a un
sector del pueblo, a la clásica burguesía política argentina, antes
conservadora, después burguesa. Sin saber o no querer ver que son una clase
social hostil al pueblo.
Crear un millón y medio de pobres en solo 2 meses es odio al pueblo, y el
egoísmo de los que perdieron (el peronismo), no pudieron superar esa condición
de clase.
A la derecha de Argentina para los oligarcas tanto del macrismo como del
peronismo, se le unieron otros partidos burgueses (radicales, socialistas),
contribuyeron a que esto sucediera. La izquierda perdió el rumbo (Partido
Obrero y comunistas).
Los buitres y las grandes corporaciones supieron sacar provecho de esto,
llevaron a la inflación por encima del 50 por ciento, devaluaron el peso frente
al dólar, perdimos como poder adquisitivo un 60 por ciento.
El despido de más de 100 mil trabajadores, los quieren llevar a cifras que
ascenderán a millones.
Los alimentos subieron a precios imposibles de alcanzar para los pobres y también
para sectores de la clase media.
Quienes nos dirigen desde afuera nos quieren ver como a Grecia y España.
Los zares del sindicalismo argentino son burgueses disfrazados de dirigentes
obreros.
La derecha nos bajó de País a colonia.
El parlamento es la caja de resonancia de la burguesía argentina.
Lo que necesitamos es una revolución popular, ganar políticamente y ganar
económicamente nacionalizando todas las empresas y ponerlas al servicio del
país.
Dicen que maldición de burro no llega al cielo, pero si somos 40 millones de
burros, llegará… llegará…