En 1930 llegaba al país uno de los tres grandes
muralistas de la plástica mejicana: David Alfaro Siqueiros. Aquí lo recibieron
lo más prestigioso de la pintura argentina, entre ellos, Lino Spilimbergo, Juan
Carlos Castagnino, Antonio Berni, Demetrio Urruchúa. A invitación del dueño del
diario Crítica, Natalio Botana, se alojó en su casona, que disponía de un
enorme sótano donde se pintó en forma conjunta la única expresión muralista
dirigida por Siqueiros en Argentina. La expresión que caracterizó a estos
muralistas se daba en su contenido social y estrechamente vinculado a la suerte
de los pueblos.
El triste final de esta obra estuvo asociado a la muerte de Botana y a las
disputas de sus herederos, que provocó el total abandono del lugar. Un grupo de
ingenieros intentó rescatar esa magnífica obra y la fragmentó en pedazos que
fueron depositados en contenedores, que durante años estuvieron sin destino. En
2009 llegaría la restauración del mural, siendo trasladado a un lugar
especialmente acondicionado en una antigua aduana bajo la Plaza Colón, a un
costado de la Casa Rosada, en la Ciudad de Buenos Aires.
Como dato destacado de la biografía de Siqueiros, en 1933 el artista fue
expulsado del país por la dictadura que se imponía en Argentina.