HONOR Y GLORIA PARA NUESTROS HÉROES DE MALVINAS
Una carrera para tender puentes
En la edición 567 del periódico EcoDias dábamos cuenta de que el bahiense Pablo
Montes de Oca correría la maratón de Malvinas el 20 de marzo.
En inmediaciones del “Día de la afirmación de los derechos argentinos sobre las
Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y los espacios marítimos
circundantes”, queremos publicar la entrevista que realizamos a su regreso de
las Islas Malvinas, como un homenaje a todos los argentinos que dieron su vida
en el conflicto bélico de 1982.
“La carrera fue particular porque nos tocó un día particular. El clima
estaba bastante bueno, era un día más bien soleado, en las islas siempre mucho
viento, lluvia, y frío, y nos tocó al menos para largar una jornada soleada.
Los primeros kilómetros de la carrera fueron con viento, pero normal, después
el sol se empezó a cubrir, como pasa casi siempre, y ya después en las afueras
de Puerto Argentino el viento se empezó a sentir con más fuerza. Con todo, la
carrera fue bastante llevadera hasta el kilómetro 19/20, en Super Hill, donde
hay una cuesta de dos o tres kilómetros, que es bastante brava, que tuvimos el
viento en contra”.
Las palabras de Pablo Montes de Oca nos van poniendo en situación de las
inclemencias climáticas que padecieron nuestros soldados. Las referencias del
maratonistas al conflicto bélico son permanentes a lo largo de toda la
entrevista: “El recorrido desde Puerto Argentino, se sale hacia la izquierda
hacia donde está el antiguo aeropuerto. En el aeropuerto hay un punto de
retorno. Desde ahí te dirigís hasta Super Hill, donde hubo algunas escaramuzas
después del fin de la guerra, en la colina, y desde Super Hill regresas a
Puerto Argentino. Todo el recorrido es sobre asfalto porque las carreras
certificadas se corren sobre asfalto. Y todo el recorrido es con subidas y
bajadas”.
El diálogo a través del deporte
Participaron 90 atletas del maratón, en su mayoría británicos, isleños y
argentinos -“éramos un contingente de 35 argentinos”. De hecho, ganó el
tucumano Rafael Lencina estableciendo un récord para el circuito. Y de Bahía
Blanca también participó Ariel Mansur. Con 55 años Pablo Montes de Oca finalizó
10° con un tiempo de tres horas y media.
“En el kilómetro 20 encontré un corredor que iba más o menos al mismo ritmo que
yo, él me preguntó de dónde era, yo contesto que era de Argentina. Le pregunto
entonces de dónde era él, era un isleño. La sorpresa mía fue que a pesar de ser
isleño, y a pesar de nuestras contradicciones, y a pesar de nuestras posiciones
tan encontradas, me dio la mano, le di la mano, y corrimos prácticamente juntos
toda la carrera. Y cuando finaliza la carrera, nos abrazamos, nos felicitamos,
y es más, después en la casa del gobernador se hizo un agasajo para los
corredores, lo volví encontrar, estuvimos hablando: muchas veces las relaciones
humanas exceden lo político”.
Cómo es vivir en las Islas Malvinas
“La gente es muy rutinaria, se levanta muy temprano, van a su trabajo que
por lo general es un comercio o una repartición pública. Tienen un desayuno
bastante completo, con huevos revueltos, al mediodía hacen una comida más bien
liviana. La particularidad es que hay poca vida social, la vida social se lleva
a cabo en los pubs, los pubs son el lugar de encuentro, o en alguna casa, y
cenan a las 20 hs. Y ahí se acabó la actividad, es muy difícil ver gente a esa
hora en la calle. Las condiciones climáticas hacen que la gente no salga de las
casas, el frío, el viento, la lluvia…”, detalla Montes de Oca. El sol salía en
marzo hacia las 8 de la mañana y 12 horas después ya era de noche.
“Las construcciones son típico estilo inglés. Me llamó la atención que son
viviendas muy livianas, de construcción con madera, durloc y aislante. A la vez
son confortables, son muy cálidas. Las casas están muy bien calefaccionadas, y
muy bien adaptadas”. También le llamó la atención “el margen de seguridad en
las islas, que es impresionante, no hay rejas, no hay cerraduras, no hay
alarmas. Son casas de ventanas amplias y puertas abiertas”.
Existe un único vuelo desde el continente, que se realiza desde Santiago de
Chile. Por razones climáticas se suspendió el vuelo semanal posterior a la
carrera, y debieron quedarse siete días más: “Nosotros nos alojamos la primera
semana en un hotel que se llama Hotel Malvina, curiosamente porque la hija de
uno de los antiguos dueños se llamaba Malvina. Después, cuando se prolongó la
estadía porque el avión no salía, nos fuimos a la casa de una señora, Arlette,
que da alojamiento a los argentinos. Ha tenido algunos inconvenientes en la
isla justamente por esto. Pero ella dice que se siente muy bien con los
argentinos y es muy lindo habernos conocido. Es más, como esta señora veía que el
avión no salía, que estábamos mediante tristones, nos preparó para los nueve
que estábamos en la casa una lasaña y la compartió con nosotros. Los puentes
que se van teniendo con los isleños a través de esta carrera es lo que yo más
rescato”.
Qué es ser malvinense
“Ellos tienen orgullo de ser malvinenses, y tienen en claro que ese es su
lugar de pertenencia. Ese es el único muro que vos encontrás con ellos, eso no
lo discuten. No hay margen para la discusión. Después del conflicto ese muro
está un poco más alto también. Ellos tenían una forma de vivir, de ser, de
estar, y de buenas a primeras se encuentran en medio de este conflicto que los
afectó mucho. Por eso la idea de esta carrera es acercar vínculos, porque vos
cuando hablás con los isleños son gente amable, gente que te da su apoyo, que
te da explicaciones, que te atiende bien. Pero con ese tema es algo con lo que
no podemos llegar.
Ellos se sienten bien británicos, y necesitan el apoyo británico. Si ellos
quisieran ser una nación independiente, no pueden salir del apoyo británico,
dependen pura y exclusivamente del apoyo británico. Ellos tienen una fuente de
ingresos muy importante en la isla que es la pesca, después viene el turismo.
Yo preguntaba cuál era la comida de ellos, alguna comida característica de la
isla, y me dijeron que no, que la comida de ellos es la británica. Les
preguntaba cuál era el día más importante, y para ellos es el día 14 (de
junio), el día de la rendición, pero no tienen fechas importantes, ni fechas
patrias, ni comida propias, son una proyección de Inglaterra hacia las islas”.
Visita al cementerio de Darwin
“Cuando ves de lejos el cementerio, y ves todo ese conjunto de cruces
blancas, te pone la piel de gallina. A mí me llamó mucho la atención que en
muchas tumbas, que muchas cruces llevan la inscripción ‘soldado argentino sólo
conocido por Dios’. Toda esa cantidad de tumbas anónimas realmente me llaman la
atención, te da mucha tristeza. Debajo de esa tumba hay una familia que reclama
por un familiar que nunca supo dónde estaba, cómo murió, o cómo se perdió. Esas
tumbas anónimas fuero los que más me llegaron de ese cementerio de Darwin.
El cementerio de Darwin afortunadamente está bien cuidado, hay un argentino que
se ocupa de ese cementerio, el pasto está bien cortado, todas las cruces tienen
su rosario, tienen la imagen de la Virgen que pudieron llevan, y realmente es
un lugar de mucho silencio, de mucha tristeza, de mucha pena.
Pero es un ícono para nosotros ese cementerio, están ahí, están haciendo
soberanía, están diciendo ‘¡Presente!’”.
“Todo esto guardado de memoria”
Antes de viajar Pablo Montes de Oca planteó que tenía la expectativa de
volver con una perspectiva propia: “Sí, la verdad es que realmente a mí me
sirve para valorar lo que hicieron por nosotros los combatientes, esa gente dio
todo lo que tenía como ser humano, como persona, toleró más de lo tolerable,
combatió en condiciones realmente extremas. Y hasta se batió en una lucha
cuerpo a cuerpo. Más no se le puede pedir. No puedo analizar si se ganó o si se
perdió en la guerra, no entro ni siquiera en ese análisis. Analizó sí a un
grupo de personas que dieron todo por nosotros, que perdieron todo por
nosotros.
“Todo esto guardado de memoria”. Van a pasar muchas generaciones, va a pasar
mucha agua bajo el puente y siempre vamos a reconocer lo que ellos hicieron por
nosotros”.
Sentir Malvinas
Le propusimos a Pablo Montes de Oca que volcara en un papel diez palabras significativas
de su experiencia en las Islas Malvinas. Surgieron: emoción, tristeza,
desesperanza, conciencia, valor, miedo, sorpresa, clima, silencio, resignación.
“Es imposible no emocionarse, emoción
es lo primero que uno siente cuando llega a las islas. Porque te pasa una
película en diez segundos. Vos ves las imágenes que veías en televisión, de la
época de la guerra, y esas imágenes te vuelven a pasar por la cabeza cuando
llegas. Es imposible no emocionarse”.
“Te da un poco de tristeza haber
perdido ese territorio, un poco de desilusión, de desidia, no podés no sentir
tristeza por los que no están, de los que pasaron tan malos momentos”.
“La desesperanza nace también de lo
mismo, por ahí podríamos haber hecho las cosas de otra manera, por ahí
podríamos haber elegido otra vía, que no fue ésta. Se tomaron decisiones
equivocadas, apresuradas, improvisadas. Eso te lleva a la desesperanza. Pero de
la desesperanza siempre surgen cosas buenas, la desesperanza es el fondo para
intentar cosas mejores”.
“Estar ahí te pone en el lugar justo, tomás conciencia de donde estás, no te lo cuenta nadie, vos estás en ese
lugar. Y ves qué fue, qué nos pasó, qué nos sucedió, qué sentimos, tomás
conciencia de lo que es estar dos meses adentro de una trinchera, combatiendo,
en esas condiciones de frío, de lluvia, eso te hace tomar conciencia de algunas
cosas”.
“Rescato el valor de nuestros
soldados, los mismos británicos dicen que combatieron como héroes a pesar de su
corta edad. Y el valor en esas condiciones de frío, de hambre, hasta de
desnutrición, es algo que también debemos subrayar. Nuestros soldados
combatieron en desigualdad de condiciones, hasta con fusiles que no funcionaban
como tenían que funcionar, con poca comida… las condiciones de esas trincheras
que se llenaban de agua, que había que vaciarlas sin asomar la cabeza, porque
si asomabas la cabeza te localizaban y te bombardeaban. Hay que estar en un
pozo de esos dos meses y medio, con frío, con esa ropa que tenían… Vos ves los
restos de frazadas en las trincheras y te imaginas por un ratito que lo que
pasó nuestra gente fue terrible, fue terrible”.
“Rescato el miedo porque cualquier
ser humano en esas condiciones tuvo que tener miedo. Y mucho tiempo ha tenido
miedo. Cuando vos miras desde la parte de arriba de los cerros los huecos de 20
metros de profundidad que quedaron de los bombardeos de los barcos, que yo no
me lo podía imaginar hasta que me lo contaron, eso no me podía imaginar que un
barco pudiera tirar una bala desde 25 kilómetros, que pudiera impactar y hacer
semejante boquete. Cuando veo esos boquetes, y cuando me cuentan que son de los
bombardeos de los barcos, ¡el miedo que tiene que sentir una persona…!
Solamente escuchas un silbido, y capaz que te toca a vos, capaz que le toca al
de al lado, es imposible no haber sentido miedo”.
“Quedé realmente sorprendido del
entorno, y también de las historias que me contaron de los combatientes. Me he
encontrado hechos de heroísmo que realmente me causa de un asombro”.
“El clima es realmente muy adverso,
siempre hay viento, mucho viento, poco viento, menos viento, más viento, y
todas esas variedades de viento vienen acompañadas con más lluvia o menos
lluvia, con más frío o menos frío, o con granizo: el clima es implacable. Te
levantás y el clima en contra, caminás y es el clima en contra, vas a los
cerros y es el clima en contra, tenés que acostumbrarte a vivir ahí.
El último día, cuando nos estamos por tomar el avión de regreso, el avión
estaba a 800 metros, un frío que te hacía doler la cara, totalmente terrible el
viento”.
“Cuando vas y te sentás en una piedra y observas el silencio, y la paz que se tiene ahí lejos de todo ruido, y tenés
una perspectiva del lugar, el silencio te hace reflexionar, te hace pensar”.
“Lamentablemente la resignación
acompaña todo lo que dije, la resignación te invade por todo lo que ha pasado.
Espero que algún día todo esto se supere, y en vez de enfrentamientos tendamos
puentes. Tirar puentes con esta gente para tener un acercamiento, para ver cómo
podemos tener una parte o todas esas islas para nosotros. Que nuestras
generaciones sigan reclamando permanentemente, que no se apague esta llama del
reclamo permanente”.
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Valeria Villagra
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