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Sobre la violación
Con varios casos de violaciones en grupo en el país, Gisela Marziotta entrevistó para el portal Infobae a Enrique Stola, médico psiquiatra. Nos parece necesario compartir esta entrevista del experto que nos ayuda a pensar y visibilizar los abusos y ataques desde un lugar más profundo que la mera indignación.

Enrique Stola: «Los violadores no son enfermos, la violación es una práctica cultural que se produce en todo el mundo»

“El experto, que es psiquiatra y psicólogo clínico y suele definirse como «feminista, activista político y de derechos humanos», actuó en varios casos de abuso como perito, intenta dar un marco a un fenómeno que, según su visión, «es una práctica cultural que se produce en todo el mundo».

“Los machos se miran entre sí, no les importa lo que sienta la mujer», afirma en diálogo con Infobae y agrega: «Sí les importa que haya humillación, aplaudirse entre sí, contarlo, que puedan volver a repetirlo porque es un ritual que lo fortalece a ellos como grupo».

– ¿Desde qué momento, históricamente, se empieza a hablar de violación?

– Creo que es un término que cobra trascendencia gracias a las feministas en el mundo. En la década del ’60 fueron las mujeres feministas, las compañeras norteamericanas las que hicieron visible cómo la violencia hacia las mujeres sucedía adentro de sus propias casas, y además hicieron visible lo que era el abuso sexual y la violación de las amas de casa, de las mujeres confinadas en sus casas para atender a la familia, ese gran proyecto de los monoteísmos, y del capitalismo. A partir de eso, de la revolución sexual, comienza a hacerse muy notable la violación como práctica sexual masculina y se comenzó a hablar de la cultura de la violación.

– Pero la violación no es pura y exclusivamente sexual.

– En la medida en que los varones hemos sido sociabilizados de tal forma que suponemos que tenemos que tener el control de todos los espacios y los cuerpos pasamos gran parte de nuestras vidas controlando cuerpos y violando sus espacios. Hay una inmensa cantidad de varones que, además de violar espacios con el control, violan cuerpos, de mujeres, de niños, niñas, y también de otros hombres.

– ¿Es una patología, un trastorno psicológico?

– No es una patología. Si lo fuera, a través de test podríamos hacer diagnóstico preventivo y decir: «es un abusador».Cuando se descubre un violador, porque es una mínima cantidad la que se descubre, se puede hacer una evaluación diagnóstica y se dice que no hay control en los impulsos, canaliza la angustia de esta forma, etcétera. Pero otra persona con ese mismo resultado en un psicodiagnóstico no es violador. No son enfermos y es una práctica cultural que se produce en todo el mundo.

– ¿Episodios concretos?

– Los soldados, cuando avanzan sobre un territorio, saben que perjudicar a otros hombres es violando a las mujeres. Lo hicieron los yanquis, los rusos, en la guerra de los Balcanes, se siguen produciendo en todos los conflictos como método de tortura. Lo sufrieron las presas políticas en Argentina. La sociedad patriarcal nos produce como hombres, como mujeres y otros cuerpos disidentes LGTBIQ. Modela nuestro cerebro, enseña cómo son las jerarquías y cómo hay cuerpos privilegiados, que son los de los hombres, y cuerpos subordinados, que son los de las mujeres y los del movimiento LGTBIQ que son feminizados por el patriarcado.

– ¿Cómo se expresa?

– En la socialización de cada varón, en la educación, en que los espacios y los poderes son gestionados por los varones. Hablamos de dominación masculina que viene desde hace mucho tiempo porque si tomamos la sociedad occidental y los cambios socioeconómicos, en el feudalismo, la dominación era masculina. En el capitalismo de estado era masculino, en el capitalismo de estado de bienestar era masculina, en los estados socialistas era masculina y en el neoliberalismo es masculina. Los hombres manejamos, gestionamos todos los espacios de poder.

– ¿Y la socialización cómo opera?

– Una cantidad de hombres muy importantes en el mundo avanza en esa socialización y dice «estos cuerpos nos pertenecen totalmente y podemos hacer lo que se nos antoja». Entonces castigamos y nos divertimos. Puede ocurrir como ese violador solitario que hace unos meses atrás violó a una jovencita y dijo «para que aprenda a que no tiene que estar sola a estas horas de la noche».

– Aleccionando.

– Aleccionando, moralizando, como investigó Rita Segato y otras investigadoras feministas. Porque todo lo hemos aprendido gracias a ellas, no a los investigadores hombres. Hay otro tipo de violaciones, las correctivas, para «enseñarle» que se goza con la heterosexualidad obligatoria que existe en todo el mundo. Y violaciones como las que van detrás del comentario «ésta dice que no le gusta, pero bien que le gusta que nosotros estemos sobre ella». Mientras tanto, los machos se miran entre sí, no les importa lo que sienta la mujer. Sí les importa que haya humillación, aplaudirse entre sí, contarlo, que puedan volver a repetirlo porque es un ritual que lo fortalece a ellos como grupo.

– Rita Segato habla mucho de eso y de cómo la violación es un juego de machos entre machos.

– Exacto. Lo que pasa es que se da en la violación, pero también en la práctica cultural cotidiana. Cuando vemos un grupo entre tres o cuatro hombres o dos en donde pasa una mujer y le dicen cualquier cosa, no les importa lo que siente la mujer, lo que importa es que el otro macho responda y se sonría. Y se sienta creativo y vivo como macho y ahí están demostrando su potencia ellos.

– ¿En qué generación se empezará a desarmar esto?

– Por un lado se viene desarmando, gracias al amplio movimiento de mujeres y a los feminismos, y también a la lucha del movimiento LGTBIQ, porque eso produce resquebrajamiento y somos muchos los hombres que no adherimos a ese tipo de visión. Pero hacia las nuevas generaciones uno tiene que preguntarse ¿a quién beneficia que todo siga cómo está? Beneficia a los sectores que tienen el poder.

– ¿Cuáles son esos sectores?

– Los que tienen el poder de la dominación masculina y sus instituciones, las religiosas, políticas, los diferentes tipos de iglesias, y en occidente a la iglesia católica con su poder político. Estas organizaciones de machos son las beneficiadas, que se oponen a la educación sexual integral, a que a niños y niñas puedan ponerle palabras a su crecimiento, a su cuerpo, y que puede generar nuevas configuraciones sociales y nuevas formas democráticas de estar con otros cuerpos y respetarlos.

– ¿Esa ruptura puede empezar con la Ley de Educación Sexual Integral, que no se aplica?

– Con la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral y con la continuidad de lo que está produciendo el movimiento de mujeres. Hay algunos filósofos europeos que dicen que la revolución no es posible, algún filósofo especialista en Heggel que anda por Alemania. Esto lo puede decir gente que no tiene idea de lo que son los movimientos sociales, ni de lo que está produciendo el movimiento de mujeres en el mundo, que es un cambio revolucionario sin muertos, sin heridos.Están modificando las relaciones sociales, las formas de relacionarse entre hombres y mujeres y LGTBIQ.

– ¿Cómo se puede graficar esa modificación?

– Los hombres no hemos cambiado haciendo cursos ni leyendo libros. Hemos cambiado históricamente porque las mujeres dijeron «no» y «basta».

– ¿Qué lugar tiene el punitivismo y qué pasa con la justicia en el caso de las violaciones?

– Está claro que el aumento de penas no sirve para nada. Supongamos que de cien violaciones y abusos sexuales, solamente se esclarecen cinco por ciento. Si aumentás las penas en ese cinco por ciento, no modifica el panorama. Solamente a muchos que piden ojo por ojo y diente por diente los deja tranquilos. El Poder Judicial, que es el más conservador en todos los países, lo que conserva es el poder masculino. Si bien se rige por las leyes que se producen en el Congreso, todavía seguimos eligiendo varones que son conservadores y machistas y mujeres, muchas de ellas absolutamente colonizadas por el patriarcado, que responden a esos patrones.

– ¿Por ejemplo?

– A las compañeras feministas, los partidos, por más «progres» que parezcan, les dan muy poco espacio. Pero aun así necesitamos que haya más mujeres en el Congreso y en esta democracia que tenemos, y que se produzca mayor resquebrajamiento dentro del poder judicial porque es hegemónicamente machista, pero hay algunos sectores que trabajan bien, que tienen una perspectiva de género y empatizan con la víctima y tratan de ajustarse a derecho. Lo que llamamos Justicia normalmente, que es hegemónicamente patriarcal, lo que hace es aplicar sus conceptos religiosos y su visión machista de lo que son las relaciones entre hombres y mujeres.

– ¿Cómo ve el rol de los medios de comunicación en el tratamiento de los temas como la violación? ¿Existe la posibilidad de contagio?

– No creo que haya contagio, lo que creo es que las mujeres cada vez están más fortalecidas, y las víctimas tienen un contexto en donde se dan cuenta de que van a ser escuchadas por otras mujeres, y por organizaciones de mujeres. Hoy se atreven a denunciar más. Lo que pasa es que nos encontramos con un Poder Judicial que no ha cambiado lo que tiene que cambiar. Y no facilita que todas las mujeres que han denunciado y que vienen denunciando en las redes sociales se acerquen al poder judicial y denuncien.

– ¿Por qué?

– Porque el acceso a la Justicia por parte de las mujeres está limitadísimo. Si sos de clase media alta o clase alta, podés pagar un buen abogado y tenés necesidades básicas satisfechas, podés acceder mucho más rápidamente. Pero aquellas que son de otro sector social, no. O sea: hay un problema de clase, hay un problema de racismo, hay varios problemas que impiden a las mujeres acceder a la Justicia.

– El punitivismo en sí mismo no mejora la condición de lo que está pasando.

– No mejora la condición, pero no tengo muy claro debería estudiar un poco más el tema. Pero me parece que la punición que hay al acoso callejero es súper suave, casi un tirón de orejas y un llamado de atención. Eso no le va a joder la vida a nadie.

– Nadie va a dejar de instrumentar el acoso callejero por la pena que se le va a aplicar.

– Más bien pienso que es un llamado de atención que instala el tema. Pero, sobre todo, las mujeres se sienten con mayor empoderamiento, saben que eso está mal y que hay una legislación que las protege pero, además, los machos saben que ya no pueden acosar impunemente.

– ¿Algún momento que recuerde en torno a ese debate?

– Cuando surge la primera manifestación de Ni una menos y los debates que se daban, estábamos hablando en varios programas sobre los asesinatos machistas y saltaba el tema del piropo. Yo me preguntaba: ¿por qué razón pasarán de ahí al piropo? Y me sorprendía en que algunos periodistas de distintas ideologías coincidían en que «una palabra agradable no la tiene que ofender a una mujer». Ahí me di cuenta cómo el piropo y el acoso callejero es un instrumento de control de los varones.

– Es una violación, también.

– Claro, como lo ejercían en el espacio público que era masculino y se daban cuenta de que ya no iban a poder circular impunemente como jueces que dicen cualquier idiotez sobre la mujer. Lo pueden hacer, pero como pasó en Tucumán que una jovencita paró su bicicleta frente a un taxista y le dijo «chabón, repetí lo que estás diciendo». Estos tipos que circulan impunemente le tienen pánico al ridículo, son muy machos en la medida en que el cuerpo está sometido, pero si pierden un poco de poder, se asustan”.

Por Gisela Marziotta

Fuente: Infobae.com

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2019-02-12 00:00:00
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