La Unión Obrera Metalúrgica realizó un estudio acerca del dinero que debería ganar un trabajador para no ser pobre, sumándole la medición de la línea de indigencia.
Para Bahía Blanca el resultado arrojó que -para no ser pobre- un trabajador metalúrgico debe ganar un sueldo mensual superior a los $ 2.210.
La Unión Obrera Metalúrgica suele poner especial atención en lo que refiere a la calidad de vida del trabajador, su familia y sus necesidades. Para ello utiliza periódicamente la opción de realizar diferentes estudios estadísticos, analíticos y científicos que le brindan un panorama acerca de la situación del trabajador metalúrgico en la actualidad del país.
Ya durante 2009, la UOM había difundido los resultados de un trabajo comparativo con la década precedente sobre el jornal de un oficial metalúrgico en kilos de pan y carne, alimentos básicos en el consumo, cuyos resultados mostraron una mejora respecto a la época de la convertibilidad.
Esta vez la inquietud de la UOM, a cargo de su secretario general Daniel Gómez, consistió en medir cuál debería ser el ingreso mensual de una familia metalúrgica para no ser considerada pobre, es decir la medición de la línea de pobreza e indigencia respecto a los trabajadores del sector y sus familias.
Para ello encargaron un trabajo al Centro de Estudios para el Desarrollo de Políticas Regionales (CEDPRe), que estuvo coordinado por el licenciado en Economía Luciano Rusciti y que fue titulado Canasta Básica Alimentaria Metalúrgica y Canasta Básica total Metalúrgica: Se comenzó a medir en el mes de noviembre de 2008 en las localidades de Bahía Blanca, Capital Federal y General Roca. Desde entonces se han tomado mediciones cuatrimestrales, sumándose la ciudad de Mar del Plata desde marzo del corriente, señaló Rusciti a EcoDias. El economista explicó que la metodología utilizada para la construcción de los indicadores es similar a la desarrollada por el INDEC, con la única diferencia de que utilizamos los precios que relevamos por el CEDPRe.
Según se indica en el trabajo, para realizar el estudio y para el relevamiento de precios de los artículos que conforman las canastas alimentaria y total, fueron visitados comercios tales como panaderías, carnicerías, galletiterías, queserías, verdulerías, supermercados, autoservicios, polirrubros, despensas, entre otros.
La última medición corresponde al mes de julio de 2010 e indica que para que una familia metalúrgica de Bahía Blanca no sea considerada pobre, debe tener un ingreso mensual superior a los $ 2.210. En el caso de las otras localidades analizadas, el estudio señala que una familia metalúrgica de Capital Federal necesita $ 2.405; de Mar del Plata, $ 2.041; y para la rionegrina de General Roca, $ 2.265.
Variaciones
Como decíamos anteriormente, además de la línea de la pobreza teniendo en cuenta la canasta básica familiar y la canasta total, el CEDPRe estudió también la línea de la indigencia respecto al sector metalúrgico. Esto es cuánto dinero mensual necesita el obrero y su familia para no ser considerado indigente. Según el estudio, la medición de julio de 2010 señala que una familia metalúrgica bahiense precisa de $ 1.018 mientras que en las otras ciudades estudiadas, el trabajador debe percibir por mes un ingreso familiar mensual superior a $ 1.108 en la Ciudad de Buenos Aires, $ 941 en Mar del Plata y $ 1.044 en General Roca.
Por su parte, Rusciti explicó acerca de la investigación que la utilidad de los indicadores surge cuando se compara el salario del obrero metalúrgico con la línea de la pobreza. De esta comparación deducimos si la situación de los obreros metalúrgicos está mejorando o empeorando.
Para llegar a las conclusiones, el trabajo compara la variación anual de la línea de la pobreza entre julio de 2010 y el mismo mes de 2009, y observa un aumento del 26 por ciento para Bahía Blanca. Ese aumento también se registró para Capital Federal pero en un 28 por ciento mientras que para General Roca llega a un 32 por ciento.
¿Por qué aumentan los precios?
En los medios de comunicación habitualmente se vinculan los aumentos de precios a las políticas gubernamentales, buscando responsabilidades donde no siempre las hay.
Las razones brindadas en torno a los aumentos son que las familias consumen más; que hay menos fabricación de alimentos elaborados y menos producción de materias primas en el campo, contradiciendo las estadísticas brindadas por las cámaras empresariales; que hay que pagar aumentos de sueldos de los empleados, cuando los distintos sindicatos acordaron en su mayoría subas escalonadas, totalizando alrededor de un 25 por ciento; o que hay una disminución en la rentabilidad de los productores.
Lo que nunca es noticia en los grandes diarios es que existe una gran concentración empresarial en la producción de alimentos de primera necesidad, con manejos oligopólicos. Los principales perjudicados son los miles de pequeños productores nacionales -cañeros, yerbateros, tamberos, hortícolas, entre otros- que reciben pagos a partir de precios fijados por empresas tales como Ledesma, Mastellone, Molinos Río de la Plata, Unilever y Arcor, por mencionar algunas. Y en el otro extremo, las familias consumidoras, que ven cómo las mejoras salariales se diluyen en la caja de los supermercados.
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