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Más que simples babosos
Categoría: Interés general

El personaje de Virginia en la serie “Para vestir santos”, consigue trabajo en una obra social. El primer día el jefe, que fue quien le otorgó el puesto de trabajo, la espera hasta que sale todo el personal e intenta tener relaciones sexuales con ella dando por sentado que accedería aludiendo a que “Vos trabajás para mí”. Ella se niega y él la despide.
También el clásico ejemplo para este tema se reflejó en la película Acoso (1995). Esta vez la víctima es un hombre acosado por su jefa.
En Los Simpson, Marge, la esposa de Homero, comienza a trabajar en la planta de energía nuclear. Allí, el Sr. Burns la acosa sexualmente al punto de que Marge intenta denunciarlo por acoso sexual. Las imágenes de Burns, haciéndole regalos y monitoreándola, como los anteriores ejemplos de ficción, son situaciones de la vida real de muchas mujeres reales que sufren el acoso sexual en el trabajo.

El acoso puede generarse del hombre a la mujer, de la mujer al hombre, del hombre al hombre y de la mujer a la mujer. Pero existen, como veremos más adelante, ciertos patrones culturales que hacen que el más recurrente sea el caso de la mujer acosada sexualmente en ámbitos laborales.
Esta época que nos toca vivir tiene a la mujer incorporada plenamente a los diversos trabajos y a la fuerza productiva, por lo que la sociedad debería realizar un cambio cultural. Mostrar el tema del acoso sexual en ámbitos laborales es una forma de alertar sobre esta problemática y evitar esta forma de maltrato hacia la mujer, en la búsqueda del respeto de los derechos tanto personales como laborales.
Hablar de esta temática pretende concientizar a las trabajadoras y difundir la problemática de acoso sexual en espacios laborales; incluso para que deje de ser “natural” soportar a un jefe o compañero “baboso” en el trabajo.

El acoso desde la psicología
En términos de definición el acoso de naturaleza sexual incluye una serie de agresiones, desde molestias a abusos serios, que involucran la actividad sexual. Ocurre generalmente en el lugar de trabajo u otros ambientes donde poner objeciones o rechazar esta situación, puede llegar a amenazar o perjudicar la situación laboral del acosado.
“El acoso sexual laboral es una línea que ancla en lo laboral pero tiene toda una continuidad. Podemos hablar del acoso sexual infantil, de la violencia dentro del hogar, está todo dentro de la misma línea donde habría un lugar de omnipotencia, porque todo está centrado en el tema del poder. No de la autoridad, sino del poder”, explicó la licenciada en Psicología Marta Craichik, ante la consulta de EcoDias.

Poder vs. Autoridad
Según la profesional, el poder tiene otra connotación porque la autoridad implica algo que se proyecta en el otro como un lugar de prestigio, como un lugar de respeto, del saber, de la ética o de la moral. Un docente tiene autoridad sobre el alumno no sólo porque es adulto, sino porque tiene conocimiento, tiene respeto hacia el otro, hacia la profesión, y tiene una ética en el trabajo. Esto es autoridad.
“El autoritarismo está ligado al poder, el poder está ligado a la omnipotencia, que implica que la persona se adjudica un dominio sobre el otro, pero se lo autoadjudica. Acá habría un lugar de omnipotencia y un lugar de impotencia: alguien es omnipotente o tiene este poder, y el otro es impotente. Esto está ligado al control sobre el otro, es decir que el otro deja de ser persona, deja de ser el semejante. Cuando implicamos que el otro es un semejante lo igualamos a uno mismo”.
Esta situación puede darse en cualquier espacio donde esté resaltado el vínculo de dos personas.

Un tema antiguo
“Esta es una cuestión histórica, pensemos que nuestra cultura histórica es falocéntrica, esto significa que el líder, el ser supremo, siempre está vinculado a un hombre. Los grandes referentes, incluso los religiosos, son varones: Cristo, Mahoma, Buda, son hombres. Y cuando una mujer se pone en un lugar de Dios, ya está dentro de la brujería, históricamente. En la Edad Media quemaban a las brujas. No eran brujas, eran mujeres pensantes, que sabían leer y escribir. Siempre nuestra cultura tuvo esta connotación. Durante siglos el hombre era dueño de la mujer”.
Volviendo al abuso, siempre está ligado a la perversión, “es una conducta perversa que muestra un lugar de control sobre el otro que desde el abusador es visto como más inválido, más indefenso, más débil. Para que se dé una situación de abuso de un hombre hacia una mujer, o cualquier pareja que pensemos, tiene que haber una dupla”, detalló Craichik.
Por lo tanto, el abusador no lo hace con cualquier persona, sino que elige con cuál se va a animar a hacerlo. Y no se refiere esta descripción a un vínculo amoroso. De hecho, en una relación laboral puede darse un vínculo amoroso en cuanto exista una calidad emocional, una búsqueda de intimidad, un afecto, un respeto, y sea mutuo.
“El abusador evita la intimidad emocional y lo recíproco”, aporta la licenciada, ya que si la mujer responde equivocadamente creyendo que es un vínculo afectivo generalmente el abusador se retrae, al perderse el encanto del poder. “En el poder lo que se busca es la asimetría de la relación”.
Por ejemplo, en el caso de una exhibicionista, el efecto que esta persona busca es el asombro, el miedo de su víctima. La cara de asombro del que mira le confirma que es potente. Hay una fantasía inconsciente de impotencia.
Pero frente a la reacción adversa de la víctima, como podría ser que en vez de gritar y salir corriendo, le diga “tapate, que hace mucho frío”, provocará el desconcierto del exhibicionista que se retraerá, porque se desbarata lo que estaba buscando, no habrá encontrado su “pareja adecuada”.

Laboralmente
“Hay un uso distorsionado de la satisfacción, porque ésta está en ver al otro sometido, o con miedo, con pudor, angustia. El placer radica justamente en lo que provoca en el otro, por caso el miedo a perder el trabajo. El placer viene del miedo del otro”.
El abuso sexual en el trabajo comienza generalmente con un acto seductor, como comienza cualquier abuso. Un chocolate, un café, preguntas acerca de si está cansada, y la atención de las necesidades de la empleada es una alarma a tener en cuenta.
“Hay un ‘tanteo’ inicial de la situación. En cuanto aparece la sensación de entrega de la ‘víctima’, se revierte la situación y comienza la actuación del poder. Entonces comienza el acoso, la búsqueda de mayor intimidad, de acercamiento físico, de un abrazo, de un beso, un toqueteo”.
Muchas veces el acoso termina en eso, pero bajo amenazas tales como: “Lo voy a contar”, “No te van a creer”, “Vas a perder el trabajo”.
Otro de los puntos conflictivos de este tema es la falta de denuncias, debido a que suele no haber testigos, ni pruebas, ni golpes. Es muy difícil demostrarlo y termina siendo la palabra de una contra el otro.
“Existen denuncias de abuso sexual laboral pero no hay pruebas ni testigos, porque no hay más que palabras y situaciones. Por eso las denuncias no avanzan”.

Perfiles
En cuanto a perfiles del abusador y el abusado, Marta Craichik destacó que hay muchas características en el inconsciente de las personas. “El abusador esconde inconscientemente un grado de inferioridad que le dificulta el trato de igual a igual. A veces puede ocurrir que tiene una actitud de someter a sus empleadas cuando en su casa es sometido, o lo fue por sus padres o por uno de ellos. Se ha generado una identificación con el agresor”.
No sólo hay intenciones conscientes en quien busca someter sexualmente a una mujer en el ámbito laboral, “también hay patrones históricos, como el lugar de poder del hombre, y matrices sociales en el sentido que históricamente no hace tantas décadas que la mujer comenzó a ser dueña de su vida, de su historia, de sus decisiones”.
El abusador es una persona con una patología que viene de larga data donde lo que se distorsiona es el otro como semejante, y para a ser un objeto para cumplir una satisfacción.
En cuanto a la persona abusada, aceptando la existencia del inconsciente, “se puede ir de jogging y tapada hasta el cuello y tener una actitud atractiva para el abusador. No quiere decir esto que se sea condición necesaria para que el hombre la elija, ni que ella tenga la culpa: puede elegir la de jogging y no la producida. Hay una actitud inconsciente que se capta más allá de lo que se ve, es la mirada inconsciente”.
Hay una elección inconsciente de la mujer, una actitud, que frente al halago seductor del hombre, la mujer muestra un grado de sometimiento, por inhibición personal, por desvalorización, por la actitud que toma ante lo laboral, o ante el jefe.
“En parte es manejable y en parte no. La mujer puede encontrarse envuelta en esta situación y no sabe cómo llegó a eso. Esto quiere decir que si una mujer empieza a detectar que hay un grado de seducción que va más allá de lo que es el bienestar en el trabajo, porque puede haber un jefe que sea agradable con su equipo de trabajo. Pero no aquel que a escondidas, como lazo de uno a uno, deje chocolates dentro del cajón de esa empleada y no en el resto”, ejemplifica.
No hay fórmulas sobre qué hacer, pero hay una actitud que debería destacarse: no festejar estas cosas, no sentirlas como un halago personal, devolver los regalos y no aceptar invitaciones.
“Esto no implica en absoluto encontrar culpable a la mujer, bajo ningún punto de vista. Hablamos del plano inconsciente. Hay algo inconsciente por el cual el abusador elige”, finalizó la licenciada.

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2010-06-05 00:00:00
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