“Generalmente, cuando llegamos a cierta edad adulta, sentimos un malestar, como una especie de angustia existencial. Es ahí cuando debemos tomar decisiones importantes”, afirmó la licenciada Liliana Villagra en la charla Mandatos, ¿obedecer o elegir?, organizada por la Comisión de Reafirmación Histórica de Bahía Blanca.
La especialista en Psicología de la Salud, orientación Humanista Existencial (MP 404), Liliana Villagra explicó que la angustia existencial surge cuando no somos quienes realmente somos, sino lo que creemos que “los demás esperan de nosotros”. “Esto que parece un trabalenguas en realidad señala que interpretamos lo que creemos que los otros esperan de nosotros, pero no siempre es la realidad”, aclaró.
Estas expectativas están relacionadas con los mandatos, los cuales suelen imaginarse como una mochila que pesa sobre nuestras espaldas. Sin embargo, en este espacio se propuso una perspectiva distinta. “Un mandato tiene, en principio, una función ordenadora”, señaló Villagra.
Los mandatos encuentran sus raíces en preceptos, normas y leyes que regulan el funcionamiento de una familia, una sociedad y una cultura. “Por eso, cuando surge un conflicto personal, no se puede generalizar. Debemos analizar persona por persona, historia por historia, e identificar qué es lo único y particular en este ruido que la persona siente y le da una manera de relacionarse con el mundo, los demás y consigo misma”, explicó.
La licenciada reflexionó que “partimos de que, cuando un niño nace en una familia y en una cultura, hay una historia preexistente que le es narrada. Los adultos le van dando una forma oral a esa historia que ese niñito va a empezar a internalizar y hacer propia”, un ejemplo citado fue: “Somos González, mi bisabuelo era un carpintero muy trabajador y vino de España, así que siempre los González fuimos muy trabajadores, no siempre esos mandatos son una carga; a veces nos ayudan a organizarnos”.
Por este motivo, ya sean explícitas o implícitas, estas normas sirven, en la niñez para crear sentido de pertenencia. Sin embargo, en la adultez, surgen cuestionamientos: “Cuando el mandato se vuelve una directriz rígida, limita nuestras posibilidades. En ese punto, no vivimos nuestra vida, sino la vida que otros desearon para nosotros o que interpretamos que los otros quieren para nosotros”, explicó.
Sin embargo, “hacer todo lo contrario es igualmente limitante, pues equivale a rechazar y reprimir partes de nuestra personalidad impidiéndonos expresar, quienes realmente somos”, distinguió.
Proceso de maduración
Este es un momento crucial en la vida de una persona: Enfrentar el dilema de seguir un guión de vida heredado, o pensar alternativas. “La buena noticia es que podemos salir de ese guión, cuestionarlo y escribir uno nuevo. Esto requiere valentía, puedo quedarme cómoda, obedeciendo las ideas y reglas que me fueron inculcando, que me dan una cierta tranquilidad o atreverme a lo incierto de ir configurando mi propio guión y hacerme responsable de las elecciones que voy haciendo en pos de una vida elegida”, enfatizó. En ambos casos, son una manera de elegir.
Aunque este es un trabajo que cada persona puede hacer de forma personal, cuando el proceso conlleva cierta angustia, a menudo se realiza en terapia. “El primer paso es auto observarnos y escuchar ese ruido interno que nos desafía”, dijo Villagra. Asimismo, “hay personas que no se lo cuestionan. La sugerencia, siempre, es hacerlo desde el amor”, acentuó.
Sin recetas
Al tratarse de seres humanos, no existe una fórmula perfecta para transmitir los mandatos. “Podemos fallar en la educación de nuestros hijos, y ellos también pueden interpretar de manera distinta lo que queremos transmitirles”, puntualizó la psicóloga.
En ese sentido, y cuando, sin dudas se corre el riesgo de equivocarse, hay diversas variables: “Puede ser errónea o fallida nuestra forma de disponer una cierta educación a nuestros hijos, y también puede ser que nuestro hijo haga una interpretación distinta de lo que le estamos transmitiendo”, alertó.
“Es evidente que el mandato siempre va a estar ajustado a esas normas que rigen en un tiempo y en un espacio, donde hay algunas cuestiones que se consideran más pertinentes para el funcionamiento y el ordenamiento de esa sociedad. Porque no son los mismos mandatos que podemos tener en Bahía Blanca en el 2024 que en otros tipos de culturas, en otros lugares geográficos”, diferenció.
Por eso, “no hay recetas en las relaciones humanas, ni en los funcionamientos sociales. Somos seres particulares y únicos. Tenemos una historia propia, que nos vamos contando de acuerdo a lo que vamos internalizando, de lo que nos van contando nuestros adultos significativos, y que en algún momento vamos a tener que empezar a cuestionar”, remarcó.
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