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Este es el Aguante
Categoría: Interés general

De cómo los cantitos y las peleas se convierten en valores a respetar para las hinchadas y cómo también se les va buscando la veta económica.

“Crónicas del aguante: fútbol, violencia, política y algunas conexiones muy poco paralelas” se tituló la charla que el sociólogo Pablo Alabarces brindó en la Alianza Francesa con motivo del ciclo “Qué piensan…” que organiza dicha institución.
Ese mismo título lleva uno de los varios libros de Alabarces, quien estudiando sobre cultura popular y cultura de masas se topó con el fútbol. A partir de la certeza de que no existen estudios a nivel ciencias sociales respecto de este deporte, llegó a la conclusión de que “el fútbol no refleja la sociedad argentina, pero sí era un espacio donde podía pensar algunas de las cosas que le pasan a nuestra cultura, a nuestra sociedad y también a nuestra economía y política”.
Ese espacio tiene que ver con todo lo que rodea al fútbol, su contexto, los hinchas, las barras bravas, los negocios, intereses y complicidades que hay en el medio.
De esta manera, el investigador del Conicet fue metiéndose en el seno de las hinchadas. Así fue surgiendo la idea de desenmarañar eso que se llama “cultura del aguante” que nace con el fútbol pero con ciertos ejemplos se extiende a otros ámbitos.

De verbo a sustantivo
“El aguante nace hacia mediados y finales de los ’70. Aparece primero como un verbo, ‘aguantar’ como soportar, soportar inclemencias del tiempo, largos traslados para alentar un equipo, quedarse afónico, alentar con lluvia o bajo el sol. Pero a comienzos de los ‘80 empieza a aparecer como sustantivo: ‘hacer el aguante’ o ‘tener aguante’. Entonces, esto empieza a denominar una serie de atributos que nosotros decimos que es una estética, una retórica y una ética”.
La cultura del aguante de las hinchadas tiene códigos; aunque suene alocado, contiene un sistema moral que se debe respetar y cumplir para ser parte de los que tienen aguante. Esa cultura constituye aspectos físicos, el lenguaje de los cantos y cuestiones de honor que justifican, para los hinchas, los hechos violentos: “No es ideológico, es un sistema de valores que dice que está muy bien pelearse porque afirma masculinidad, que pelearse para defender los colores o ‘el trapo’ está muy bien porque afirma el honor del grupo. Al ser una ética es una lógica completa, no es una racionalidad, es lo que llamamos la lógica de las prácticas. Las prácticas tienen lógica, los actores las interpretan, las conocen y las respetan. No quiere decir que me parezcan maravillosas, me parecen un espanto como códigos morales pero las tengo que entender en tanto que forman parte de códigos morales”.

Aguante capitalista
“Lo que las hinchadas señalan de manera no conciente, no deliberada, es la hipocresía de los códigos morales que rigen de manera más o menos dominante en la sociedad argentina”. Ya mostramos algunos requisitos, tristes por cierto, para ser parte del aguante. Uno de los problemas que aqueja al fútbol es el de la violencia, la cual es aceptada y exigida por esta cultura del aguante pero también, en cierta manera, es aceptada por la sociedad en general. Esto viene a cuenta de un viejo slogan que dice que con la violencia en el fútbol perdemos todos. Sin embargo, dice Alabarces, con la violencia en el fútbol son más los que ganan que los que pierden: “Los hinchas encuentran cada vez más la pertenencia a ese mundo donde no hay otra cosa que beneficios, no sólo económicos sino morales y simbólicos. Pertenecer a la hinchada significa integrarse a un colectivo, tener una comunidad de pares que no es imaginaria, se toca, se verifica en el momento”
Y también están los beneficios económicos y es ahí donde el cantito y el pelearse contra la otra hinchada se vuelve rentable: “Es cuando la cultura del aguante se mercantiliza y se vuelve barrabrava. Una barrabrava es una serie de sujetos que posee gran cantidad de aguante y que lo han vuelto una mercancía y lo somete a transacciones económicas”. Aquí la cosa sale de los límites del fútbol. Por ejemplo, lo ocurrido en la quinta de San Vicente cuando llegaban los restos de Perón fue un enfrentamiento entre hinchadas de fútbol contratadas: “Fue un clásico enfrentamiento sindical en donde se gritaban putos unos a otros porque en realidad era la barra de Independiente contra la de Estudiantes de La Plata convocadas clientelarmente por los líderes sindicales”. Allí se entra en relación con líderes sindicales, políticos, dirigentes deportivos y policiales. O sea, las barras se convierten en partícipes de un gran negocio: “Si la plata se la llevan los intermediarios, dirigentes deportivos, técnicos, jugadores y la TV, lo que dice la barra es: participamos en igualdad de condiciones con el resto de la corrupción estructural clandestina que domina el fútbol argentino”.

Legitimidad social
Todos repudiamos la violencia en el fútbol; sin embargo, muchas veces como sociedad le damos cierta legitimidad. Sin ir más lejos, Tinelli llevó a su programa a la hinchada de San Lorenzo, la cual tiene dos muertos en su conciencia. En Capital Federal fue elegido jefe de gobierno quien fuera presidente de Boca, club que tiene a una de las barras más peligrosas. Y volviendo a los ciudadanos comunes, “los mismos que lúcida y racionalmente repudiarían cualquier tipo de situación violenta llevada a cabo por su hinchada, en un momento juntan diez mil voces gritando ‘Nuestra hinchada es la que tiene más aguante’. Hay una jactancia del resto de los hinchas que afirma que ‘Yo jamás me pelearía, que son unos negros de mierda… pero, ¡qué aguante que tiene mi hinchada!’”.

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2008-09-08 00:00:00
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