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Eluney
Categoría: Interés general

La cerámica es una técnica artesanal que atraviesa la historia de casi todos los pueblos del mundo.
En nuestro país, uno de los pueblos originarios tradicionales por el trabajo con este material es el mapuche. En comunidades y organizaciones, hasta hoy se modelan una gran variedad de cacharros de factura simple y colores naturales, denominados metawes.

 


“Eluney” es un ejemplo del traspaso de los saberes de la cultura popular de un pueblo, a través de sus descendientes.
Fabiana Méndez es nieta y bisnieta de mapuches y eligió “Eluney”, que significa en la lengua originaria “pequeño regalo”, como nombre para su emprendimiento artesanal de cerámica decorativa y utilitaria.
“Siempre me gustó el tema de la cerámica. Nunca me había perfeccionado ni había investigado las posibilidades que te da la cerámica para trabajar. Siempre había hecho lo básico, algún cacharro y nada más”.
Así fue como el gusto de aprender la técnica que representaba sus antecesores se convirtió en un aprendizaje.

El trabajo
Entre las piezas que fabrica se encuentran porta sahumerios, móviles y decoración, iluminadores en formas de casa, vasijas, utilitarios y hornillos.
“A partir de un curso en la Biblioteca Popular Pajarita de Papel, el profesor ceramista Julio Dilario -ya fallecido- fue el que me dijo las posibilidades que tenía y cuando me vio trabajar me dijo que la cerámica era lo mío, que era lo que me gustaba y que si me perfeccionaba iba a trabajar muy bien. De ahí empecé a investigar y ver las cosas maravillosas que se pueden hacer con la cerámica”.
A partir de esa nueva habilidad, Fabiana comenzó a producir piezas: “El proyecto es mío, siempre fui yo la que trabajó, aunque sin el apoyo de la familia -en este caso mi marido- no podría. Porque primero y principal lo hago y le pongo muchas ganas porque me gusta, porque es algo que lo hacés sin estar mal, sin fastidio, ni enojo, con placer. Y en el momento de falta de trabajo y de crisis económica, la venta de mis piezas ayudó mucho en la economía de mi casa”.
La familia de Fabiana se completa con las pequeñas Mailén de 9 y Taís de 8: “Mi marido trabaja en forma temporal en empresas de construcción, él no sabe nada de cerámica pero me ayuda con el apoyo que me da, me ayuda con las nenas, cuando voy a feriar me lleva, por ahí si necesito comprar materiales y uso el dinero que tenemos para los gastos de la casa. El sacrificio es de todos”, destacó.

La llegada del “Manos a la Obra”
El curso en la biblioteca fue por motivación personal. Pero cuando ya sabía trabajar la arcilla llegó a oídos de Fabiana el programa “Manos a la Obra”, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, en el mismo lugar donde estaba formándose.
“Me enteré del programa y también surgió la posibilidad de anotarse para feriar en
la Fiesta del Camarón y el Langostino. Entonces las reuniones eran en la Municipalidad, con un grupo de microemprendedores, así fue que empecé a participar de esas reuniones porque la meta era la fiesta, poder participar de esa feria y tener un lugar asegurado. De ahí también participé de la Feria de Microemprendedores de Caritas”. Fabiana integra el grupo de emprendedores urbanos del Programa de Economía Social y Solidaria de la ciudad, que es fruto del convenio de gestión asociada celebrado entre la Municipalidad de Bahía Blanca y Cáritas.
“A través de un grupo de coordinadores de las reuniones de los microemprendedores de
la Municipalidad, me entero del Manos a la Obra, y me acerco a la oficina y me enganché con la idea. De esto pasó un año y medio desde que me entregaron las planillas, que llené los formularios y presenté todos los papeles que me pidieron”.
El programa específico para “Eluney” contempla la entrega de $ 5000 destinada a la compra de un horno cuyo valor es de $ 4800 y el resto se destinará a casi cincuenta kilos de arcilla, la materia prima de la cerámica.

Hornear los sueños
“Yo ahora trabajo con un horno de barro que tengo en la casa de mi mamá, pero con este horno dependo mucho del clima y tengo mucho gasto de leña. En invierno tenés el problema de la lluvia y la humedad que no permite que las piezas se sequen, y en verano es el calor. Si hay viento también afecta la horneada. Para cada horneada necesito entre 100 y 200 kilos de leña, además de la que junto entre palos y cajones viejos. Si bien el horno de barro es ancestral, rústico y forma parte de la cultura, no es práctico para trabajar. Las horneadas a leña pueden llevar entre 4 y 7 horas dependiendo de la temperatura que quieras alcanzar”.
Al tener el horno eléctrico -que mide 40 cm x 50 cm x 45 cm de fondo y pesa 120 kilos- le va a permitir a Fabiana mejorar la calidad de la mercadería y agilizar la producción, además de abreviar el tiempo porque “para hornear me tenía que trasladar a la casa de mi mamá con todo lo que eso significa. Pero sobre todo, cuando me encargan muchas piezas todas iguales, como por ejemplo souvenirs, se me iba mucho costo en 3 o 4 horneadas que eran las que necesitaba para esa cantidad de piezas. Entonces, no me quedaba otra que alquilar un horno para cerámica de gas o eléctrico, y la horneada aunque era un costo alto me permitía cumplir con el pedido”.
Otra de las tareas que le permitirá la nueva adquisición es el esmaltado, acción que en el horno de barro no se puede hacer. El esmaltado es lo que permite que una pieza sea utilitaria, o sea que se puede comer en ella, lavar, usar para beber o comer. Además de darle mayor durabilidad. Se utilizan esmaltes para altas temperaturas, se pasan sobre la pieza y se meten al horno.
“Hasta que pueda esmaltar yo le hago a las piezas el proceso de bruñido, que es una técnica usada por lo mapuches que es concretamente un pulido que se le hace a la pieza para lograr un brillo impermeable, pero lleva tiempo porque es a mano”.

La arcilla
Al principio la arcilla la producía Fabiana con material que juntaba en la ría local. Con un proceso especial la preparaba y abarataba algunos gastos.
“Pero con el tiempo noté que no se podía usar, porque al estar contaminada el agua, se contamina el barro y la arcilla. Me di cuenta que cuando la metía al horno de barro reventaba y hacia pedazos el resto de las piezas que estaban en la horneada. La arcilla tiene mucho mercurio e hidrocarburo, que además de enfermarte por el contacto con las manos, las piezas si no se rompen en el horno, se parten al poco tiempo de uso, se desgrana y se desarma, porque el químico sigue trabajando. De esto me di cuenta con el tiempo, a medida que vi que las piezas hechas con arcilla de la ría se deterioraban más rápido y se rompían, empecé a dejar de usarla”.
Fabiana trabaja en su taller. En la pared se ve la imagen de las medidas del horno dibujadas, es para saber que allí estará, es como visualizar el sueño que pronto dejará de serlo.

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2008-11-21 23:00:00
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