La crianza de hijas e hijos está estrechamente vinculada
a la capacidad por poner límites, forma de mostrarles que el mundo es un
aprendizaje a abordar. Respeto, autonomía y escucha, desafíos para la familia.
“Escuchamos perspectivas y necesidades de padres, abuelos y tíos, cómo
acompañan a los niños de una manera respetuosa”, introdujo Sofía Mauritsh,
educadora especialista en Pedagogías Alternativas, en relación con la charla
dada en el Centro Luis Braille. “Es una temática bastante compleja de abordar,
no del punto de vista educativo sino desde lo que se ha construido hasta ahora
como educación y crianza, se han abordado los límites sin entendimiento, esto
ha marcado la realidad actual con adolescentes sin inspiración, y los niños sin
saber dónde ir”.
Dos voces, no una
Desde una perspectiva educativa donde se contemplan las necesidades de
niñas y niños, y se los acompaña y respeta, los límites son parte de esta
propuesta, ya no es un hecho aislado sino como un hecho fundamental. “Cuanto
más ofrecemos límites claros y respetuosos más libertad les damos a los niños
para actuar, entonces es un pilar fundamental y necesario”, apuntó Mauritsh.
En el momento que se plantea cómo realizar la crianza de hijos e hijas surge el
interrogante sobre cómo hacerlo, “en generaciones pasadas el límite fue
colocado autoritariamente, ha sido puesto desde el tono alto de la voz, la
fuerza física, se creía que acompañar a los niños se debía hacer de esta forma
para que funcione”. El paso del tiempo planteó nuevas miradas, “estamos más
cerca de otro tipo de forma de ver los límites, en el otro extremo, no ponerlos
directamente, que hagan lo que quieran”. Estas dos perspectivas, la rígida y la
ausente, han generado diversas consecuencias. “En estas dos posturas
condicionamos a los niños en lugar de acompañarlos, no hay una verdadera
comprensión de la naturaleza del límite”.
Sin embargo, Mauritsh arroja luz sobre el concepto, “el límite es la propuesta
para acompañar el desarrollo de los niños, el rol del adulto es fundamental
porque debe sostener lo que ofrece y la manera en que lo haga marcará si el
límite es eficaz o no”. Atendiendo a las formas de proponerlo, la educadora
destaca un punto medio entre libertinaje y autoritarismo, “somos determinantes
pero no ponemos límites absurdos, sin fuerza física o levantando la voz”. La
consolidación de esta propuesta requiere que las personas adultas tendrán la
experiencia de acompañar a otro “que está experimentando por primera vez la
vida: aprendiendo a relacionarse con los demás, manejarse en la calle, y
nosotros como adultos tenemos la experiencia de haberlo pasado un tiempo antes,
a través de ella podemos rescatarla, transmitirla, comunicarla desde una
actitud de miedo o enojo, o podemos hacerlo como algo que simplemente ya hemos
experimentado, y le damos la posibilidad de que el niño se sienta inspirado por
nosotros y cumplir el rol de guía, permitiendo que ellos tengan sus propias
experiencias, sin ser avasallado”.
Surge una relación de convivencia entre la niñez y la adultez, “también los
chicos ponen límites, esto hace que no haya unilateralidad y no se defienda una
postura como una única verdad, el niño pasa a tener su propia voz”. Aquellas
niñas y niños que han sido acompañados en la primera infancia con respeto, autonomía
e independencia, “no es que debe decidir por sus padres, todo lo contrario, en
el momento indicado tiene su propia voz, y cuando es adolescente se ha
consolidado esa unidad interna, por lo tanto, puede expresarse y no necesita
evadirse o aislarse”. Escuchado desde la más temprana edad, la persona joven se
expresa con libertad, sabiendo que no será juzgado de antemano, “este
acompañamiento, desde una crianza respetuosa genera niños que saben quiénes
son, qué necesitan y qué no, saben cómo vincularse con otros con respeto,
entonces se generan nuevas actitudes”.
Relacionarse
Las crianzas son diversas, y en muchos casos, los padres no saben qué
decirles a sus hijas e hijos, “pasa mucho en quienes no han tenido un registro
de su propia niñez, tampoco un límite que construye y que acompaña, a lo sumo
han tenido límites que los han dejado en un lugar negados a la autoridad por
enojo o miedo. Y muchos no saben cómo ponerlos, por lo tanto, sería bueno que tengan
una actitud receptiva preguntándose cómo aprendo sobre esto, qué es lo que
tengo que hacer, se predispongan a que los límites son necesarios en la vida de
los niños, y que traen lo que parece opuesto, la libertad”. Solemos ver natural
aprender las reglas de un juego, los límites actúan de idéntica forma, marcan
un camino, no el único posible, sino uno construido que formará personas
autónomas, “les estamos mostrando el escenario donde moverse, lo que sí y lo
que no, sino existen el escenario es confuso, entonces un día le decimos que
sí, al otro que no a los gritos”. Esto perjudica el entendimiento, la
comprensión de los pequeños, “si se lo ofrece con claridad y determinación es
aceptado, y no hay resistencias, entienden las reglas y saben cómo jugar,
pueden moverse libremente sabiéndolo”.
El rol de las personas adultas es ineludible, “hay que ofrecerles límites, la
actitud de no decir nada porque se sienten sobrepasados es una falta de
responsabilidad del lugar que ocupa, el de guía”. Contextos, historias de vida,
la sociedad y sus consumos también influyen en las actitudes de los padres,
“debemos ubicarnos en la responsabilidad de acompañar, los niños siendo
portadores de su voz y también pudiendo sentirse inspirados”. Esa inspiración
llegará, según la educadora, cuando lo considere coherente, “en esta realidad
es difícil mostrar coherencia, esta falta de imágenes nos marca el desafío de
volver a los padres un ejemplo de sí mismos”. Lo interesante para los padres es
encontrar nuevas formas de vincularse con los hijos.
“Notamos un cambio bastante grande con respecto a la conciencia que ponen los
padres en su rol, se los ve más involucrados en el tema de la alimentación, el
uso de la tecnología. Es un cambio notable que ha hecho que muchos padres se
vuelquen a espacios educativos y de aprendizaje, también hay muchas personas
comprometidas en el tema, hay más paternidades comprometidas, actitudes más
receptivas”.
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