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Arriba los que van a Ferrowhite
Categoría: Interés general

El sábado 1de septiembre un tren de pasajeros volvió a correr entre Bahía Blanca e Ingeniero White. La formación salió de la Estación Sud a las tres de la tarde -repitiendo el viaje a las cuatro y a las cinco- y llegó a las puertas mismas de Ferrowhite, junto al edificio de la ex usina General San Martín.

En los andenes el clima era expectante. El viaje es entre Bahía e Ingeniero White, pero la sensación es que se viaja en el tiempo. En los años sesenta, un tren partía desde Estación Sud hacia al puerto a cada hora. El primero salía a las 3.40 de la mañana y el último retornaba a las diez de la noche. El tren obrero salía 7.40 y tenía seis vagones: tres de primera, tres de segunda y un furgón para las bicicletas. Paraba en Villa Rosas, los galpones de Hardcastle, el galpón de locomotoras y la estación White.

Las locomotoras que hoy corren por la playa de maniobras de Ferroexpreso Pampeano, llevan el nombre de las hijas de sus maquinistas. En esta tarde soleada la que arrastra la formación de sólo dos vagones de pasajeros se llama Macarena. Conduce a Macarena el maquinista Hugo Neyra, esta tarde el único maquinista de mameluco. La formación atraviesa el puente negro y el paso a nivel de Falucho, pasa junto a lo que fuera la vieja cervecería Quilmes, y hay que hacer un esfuerzo de imaginación para reponer la fábrica en el terreno dónde sólo quedó la chimenea. El viaje al pasado no es amable, y Villa Quilmes probablemente no estaba contemplada en el discurso triunfalista del progreso, pero ahí está, al lado de la chimenea. Más adelante el tren pasa por el taller Spurr. Hugo no para de hacer sonar la bocina de la locomotora para que a su paso todo el mundo se dé vuelta y salude.

El tren lleva algunos pasajeros ilustres. Sentados con sus familias, viajan el intendente Breitenstein y el director del Instituto Cultural, Federico Weyland. Otros pasajeros, en cambio, se volverán famosos al cabo del viaje. Es el caso de Pietro Morelli y Mario Mendiondo, trabajadores del Galpón White, quienes viajan con una misión precisa. Junto a Pedro Caballero, tendrán a su cargo la tarea de guiar a los visitantes por el interior del “almacén” de Ferrowhite (léase espacio de conservación), especialmente abierto para la ocasión.

Los trenes locales dejaron de correr a mediados de los años 80. En 1992, un incendio destruyó el edificio de chapa y madera de la estación Ingeniero White. Poco queda de la estación Garro y nada de la de Galván.

Apenas el tren cruza el puente La Niña, la Banda Juvenil Municipal empieza a sonar en el parque de la ex usina. El viaje termina. Todos preguntan si alguna vez se va a repetir. “¡Mirá si se hiciera esto todos los fines de semana!” le dice un ferroviario a otro que fue su compañero; y más allá de la alegría y la emoción por el viaje y el sueño cumplidos, el compañero responde “¿Cómo es que llegamos a festejar algo que hasta hace unos años era corriente?”.

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2007-09-08 00:00:00
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