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Aprender a ser más humanos
El licenciado Santiago Kovadloff brindó una conferencia para plantear cuáles son los desafíos de la cultura del siglo XXI y analizar los elementos que la componen, cuestionan y fundan.
Categoría: Interés general

El licenciado Santiago Kovadloff brindó una conferencia para plantear cuáles
son los desafíos de la cultura del siglo XXI y analizar los elementos que la
componen, cuestionan y fundan.

Kovadloff, filósofo y ensayista, rescató en su conferencia del 15 de agosto en
el Teatro Municipal, cuatro elementos fundamentales: la naturaleza, el
progreso, el conocimiento y la globalización, aristas que abren la puerta para
analizar los problemas más urgentes del tiempo presente.
“Durante centenares de miles de años, la naturaleza fue el contexto en el
cual el hombre luchó para abrirse un espacio propio, podemos decir que la
cultura consistió durante muchísimo tiempo en robarle protagonismo a la
naturaleza para que el sujeto humano lograra protagonismo”, reflexionó. “La
cultura era la posibilidad de alterar la hegemonía de lo natural en favor de lo
humano”, esto sucedió especialmente en la Modernidad, en el siglo XV y XVI,
comienza un período donde la explotación de los recursos naturales va ganando
en forma ascendente hasta llegar a la era industrial. “La explotación
generalizada de recursos naturales le permitió durante mucho tiempo a Europa
obtener de América todo lo aquello que garantizaba su opulenta existencia”.
Durante el siglo XIX y XX, el protagonismo de la naturaleza se revierte, “al
punto que hoy, en los últimos 60 o 70 años, la pregunta es si la naturaleza
puede tener algún lugar en el mundo humano, ¿es aún posible la naturaleza?”,
interrogó. Si se analiza el desarrollo exacerbado del humano, se puede observar
el efecto de esta acción en el contexto natural: contaminación sonora,
contaminación del aire, extinción de especies, alteración del clima, entre
otras dolencias medioambientales.
La situación ha sido mencionada por los representantes de las grandes naciones
industrializadas. “El siglo XVIII tuvo sus problemas, en el XIX y XX son los
efectos de lo industrial, hoy estamos ante un ultimátum y ante una paradoja”,
el primero está marcado por el cálculo de 3 décadas de subsistencia en el
planeta y la segunda vuelve a ser una pregunta: “¿el hombre será capaz de
llevar adelante esta transición en cuanto a la explotación de recursos
ambientales a favor del que el planeta sea oído en su agonía?, esto requerirá
que lo escuchemos como ser vivo y no solo como objeto de dominio”. El pensador
replantea la cuestión para decir si la cultura de nuestro tiempo podrá entender
el desafío que implica preservar la naturaleza. El planteo tiene que ver con no
querer resignar producción por naturaleza, sin embargo, la naturaleza estaría
cumpliendo sus tiempos más allá del dinero. “Este es un desafío nuevo, por
primera vez en la historia de nuestra especie el hombre tiene que escuchar el
concepto de tiempo, que no es el que fija él sino el que se le fija a él”. En
la línea argumentativa, Kovadloff asegura que no desparecerá el planeta, pero
“nos las veremos muy mal para permanecer, lo que hagamos con ella nos pasa a
nosotros, no es un tema local”.

Progreso

Una palabra significativa en el pensamiento racional, “ha sufrido alteraciones
muy profundas en cuanto a su significación y contenido”. El concepto indicó e
indica una noción de “avanzar resolviendo problemas, progresar entonces es
dejar atrás dificultades”. La física y sus descubrimientos aporte una
modificación importante en su concepto y entiende que progresar “es resolver un
problema y descubrir el problema que esa solución genera”, por lo tanto el
escenario cambia a problemas inéditos. Esto requiere dos aptitudes: una
resolutiva y otra de discernimiento en la captación de problemas generados por
esa solución.
“En el orden personal es muy interesante, como papás se dice: yo quisiera que
mi hijo no tuviera ningún problema. Una persona aproblemática es un difunto
adelantado” aportó con ironía, “mejor que haya drama”. Cada edad aporta un
repertorio problemático, “que pueda ser discernido característico del momento
que se vive, una persona crece y madura si cambia, si renueva su repertorio
problemático”. Con nuevos problemas surgen nuevas formas de encararlos, “a
veces lo novedoso tarda en llegar porque estamos anclados en problemáticas
previas”.

Conocimiento

El planteo acerca del conocimiento se resolvió durante siglos con la Teología,
“se la estimaba como forma primordial del conocimiento porque estaba vinculada
a las formas fundamentales de la formación de las personas”. En la Modernidad
se planteó una razón independiente de la fe, “que se movía en lo que se llamó
la racionalidad, junto con ella nació la ciencia, estimada después como la
disciplina verdaderamente significativa de lo que representaba el saber, pero a
medida que la ciencia se ha ido desarrollando descubrió ciertos límites
fundamentales, que implica que monopolizar el saber no es posible, no se trata
de saberlo todo sino de ampliar el saber humano con ese conocimiento, el
alcance de lo que se sabe”.
El saber no debería ser sacralizado aportó Kovadloff. Uno de los ejemplos
analizados por el especialista es el de la medicina, “muchas veces la necesidad
de atender un mayor número de pacientes en menos tiempo hace que el cuidado de
la subjetividad y cuidado se incline hacia la enfermedad y no hacia el paciente
que la sufre, fatalmente, el sufrimiento entendido como posibilidad de
expresión por parte de quien lo padece está limitado a la atención concreta de
lo que podríamos decir el hígado inflamado de la habitación 209”.
En cuanto a las percepciones, afirmó que el concepto de muerte se modificó en
la sociedad actual, “ha dejado de estar asociada a un fallecimiento público,
los cementerios se convierten en auténticos jardines, no hay la visión habitual
de los cementerios que están asociados fundamentalmente a la pérdida, sino que
pasan a ser lugares gratos, donde estar no está de más”. Así también, el hecho
del envejecimiento que desembocará en la muerte ha perdido peso, “hoy conocemos
a la vejez con la experiencia que implica la posibilidad de vivir más años y la
creciente pérdida de significado de la mayoría de edad, las personas de más de
60 años, pasa a ser alguien intranscendente, porque nuestro tiempo ha escurrido
en la apología de lo juvenil, inverso a la sacralización que tenía la edad en
otros momentos. Está prohibido tener canas, nadie debe tolerar sus arrugas y es
impensable que el lema se te ve como
siempre
, no aparezca”.

Globalización

El licenciado advirtió que hubieron “por lo menos, seis globalizaciones,
asistimos a la última”. La primera fue marcada por el mundo romano, “Roma
instaura la idea de la ciudad que está en todas partes, Roma es la totalidad de
su imperio, se está en Roma cuando se está en cualquier parte del imperio”,
esto desplazó el centro a la periferia. La segunda llegó con la fe cristiana,
“la idea de la universalización de la fe, más allá de las dimensiones
territoriales, de las dimensiones pasionales, más allá de la noción de sexo”.
El ciclo de los descubrimientos en el siglo XIV aportó una tercera
globalización, “el Nuevo Mundo aparece como proyecto del Viejo Mundo y los
nombres del Nuevo que lo caracterizan están impuestos por la nomenclatura del
Viejo que los domina”. La Revolución Francesa extiende la noción de ciudadanía,
“tomando desde el Cristianismo la idea, ciudadano es todo hombre por el hecho
de serlo, no se trata de un título sino de una condición”. La era industrial
introduce la globalización a través de la mecanización fuera del espacio
particular, “la industrialización se extiende en el mundo llamado desarrollado,
en todas partes hay locomotoras, fábricas, nuevas formas de trabajo y nuevas
formas de generar valor”. Por último, la más nueva y reciente, la globalización
tecnológica, “esta que permite que uno esté en ningún lugar y en ningún
tiempo”. La globalización plantea el desafío de que los pueblos reivindiquen
sus diferencias y luchen por no desdibujarse en las culturas más hegemónicas,
“no quedar subsumidos en la neutralidad tecnológica, que ella esté al servicio
de estas diferencias”.
¿Qué buscamos los humanos de este tiempo? ¿Dónde queremos llegar? “Somos seres
temporales, saber que nuestra finitud no implica que la muerte nos aguarda sino
que vivir es estar muriendo pero en el sentido de que pagamos con tiempo el
tiempo que ganamos o perdemos. Somos tiempo, somos espacio, no da lo mismo
vivir en un lugar que en otro” afirmó. La tecnología podría permitir que las
desigualdades vividas en diversos lugares los conviertan en lugares dignos de
ser vividos, “el desafío primordial de la cultura de este siglo es aprender a
ser más humanos”.


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2017-08-29 00:00:00
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