La
adultez está asociada a enfermedades, deterioros, inactividad y marginalidad.
En Argentina la expectativa de vida promedia los 75 años y obliga a considerar
las potencialidades de esta etapa de la vida, hoy se piensa en una adultez
plena, independiente y activa: las estrategias y los caminos para lograrlo.
Según
de
envejecimiento activo es el “proceso de
optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el
fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”. La
búsqueda del bienestar físico, social y mental de la propia vida permite
participar en las actividades sociales respondiendo a las propias necesidades,
deseos y capacidades.
En la tercera edad
Es innegable que el envejecimiento se hace presente con una disminución de
las funciones orgánicas, pero la búsqueda de un envejecimiento activo persigue:
– El descubrimiento de las posibilidades según las destrezas, intereses,
que se pueden volcar en talleres manuales o literarios.
– La búsqueda del “recuerdo reminiscente”, para desplazar la nostalgia, con el
relato de memoria reciente y su apoyo en los clubes de memoria, de gran impacto
en estos momentos.
– La construcción de una red de relaciones, concientización en deberes y
derechos sociales, tal cual lo están haciendo varios programas de estudios
universitarios, que los incluyen con o sin título secundario.
– El favorecimiento de las relaciones intergeneracionales, logrando la
transmisión de vivencias a los más jóvenes, en actividades compartidas como lo
hacen las abuelas que leen en bibliotecas populares o actúan en obras teatrales
dirigida a niños escolares o incluso, alumnos de jardines de infantes.
El mayor logro
La independencia de los adultos mayores se constituye en el pilar
fundamental, por ello, se persigue la prevención de accidentes en el hogar. El
asesoramiento en su prevención suele venir de la mano de un profesional.
“Es importante reconocer que una simple caída puede cambiar nuestra vida, si
como consecuencia de ella, nos duele, nos lesionamos, lastimamos, cortamos y
hasta sufrimos una fractura”, asegura Marisa Nuñez, terapista ocupacional. “Es
necesario tener en cuenta que con la edad, se producen muchos cambios y
cualquiera de estos cambios, puede incrementar la probabilidad de sufrir un
accidente en casa o en la calle. Estos problemas pueden ir desde una
disminución de la visión, la audición, la fuerza
muscular, la coordinación, los reflejos, que ya no son como cuando éramos jóvenes,
puede verse afectado nuestro equilibrio, la marcha no suele ser la misma en
general, está comprometida, estamos lentos. Además podemos tener problemas
circulatorios, cardíacos, de tiroides o de nuestro sistema nervioso, debemos
saber por nuestro médico si algún medicamento pueden causarnos mareos; en fin, las causas de los accidentes suelen ser por múltiples factores,
biológicos, los que nos da el ambiente y por la conducta que tomo frente a esto
nuevo no deseado”.
La profesional con 20 años de experiencia en el tratamiento de adultos mayores reconoce
que las lesiones pueden ser “desde
simples golpes hasta fracturas o lesiones que requieren de cuidados médicos,
una hospitalización prolongada e inclusive un porcentaje considerable de los
accidentes hacen que las personas deban sufrir una permanencia prolongada en el
suelo con frío, en posiciones incómodas, asustados, por encontrarse a solas al
momento de la caída”. También, las consecuencias son las que se llaman “síndrome
post-caída o trauma, caracterizado por el miedo, con limitación para la
movilidad, dependencia en las actividades de la vida diaria, sobreprotección
por parte de los familiares que limitan y asustan aún más y en algunos casos,
llega a la institucionalización del adulto”.
Hacia el éxito
Una de las medidas más sencilla para evitar el riesgo de sufrir un
accidente o lesión, es eliminar o disminuir las barreras arquitectónicas. “Si miro a mi alrededor puedo evaluar
el ambiente que me rodea: si el suelo es resbaladizo, si mi cama está alta, si
tengo el inodoro bajo, si no cuento con barandas en las escaleras, si además
éstas son estrechas o con pendiente pronunciada, o los escalones están poco
espaciados, si hay objetos en el suelo, si la iluminación es escasa o tiene un
resplandor excesivo, si el transporte que utilizo es inadecuado. Dentro de los
factores no ambientales debo considerar el tipo de ropa que utilizo, el calzado
si algunos elementos de ayuda como los bastones, los estoy utilizando mal y si
tengo hábitos inadecuados como por ejemplo no hago ejercicios, no consulto
anualmente a mi médico, tomo medicación de venta libre sin prescripción, no me
controlo la vista, la audición, soy atropellada, me levanto de golpe”.
Luego de un primer momento de evaluación de la situación del propio hogar y del
propio comportamiento, hay que “saber que puede ser muy económico y que
seguramente hay que sacar algunas cosas y no agregar mucho en los ambientes”.
La colocación de un par de barandas en baños y entradas o escaleras, la
eliminación de alfombras móviles, dar un nuevo orden a los muebles de un ámbito
pequeño para hacerlo más amplio y transitable, suele insumir tiempo, más que
dinero.
Fórmulas
La
tríada: concientizar, informar y educar es la que mejor se ajusta. Es necesario
analizar o evaluar los factores de riesgo, tanto los ambientales, no
ambientales, personales, como, también, la ingesta y el tipo de medicación, la exploración de la marcha y el equilibrio,
conocer circunstancias o riesgos de caídas, entorno,
otros. “Esto nos dará la plataforma para poder a posteriori planificar una
estrategia de cambio, ya sea brindando las sugerencias para las modificaciones
necesarias, siempre dentro de las posibilidades económicas, la de asesorar a
las personas afectadas y sus familiares desde los cambios ambientales hasta la
modificación de ciertos hábitos como son la ropa si es larga, muy holgada,
zapatos de horma pequeña, sin suela antideslizante, con taco elevado, no
ajustable, entre otras”, advierte Nuñez. La respuesta es la educación a la
comunidad mediante charlas-debates, talleres u otras modalidades para crear
agentes multiplicadores, que brinden principios para la vida autónoma de la
población.
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