Los ya conocidos bolsones de verduras de la agricultura familiar existentes en la región, llegaron a tener un cierto reconocimiento y tienen lugares ganados en la ciudad, gracias a un trabajo colaborativo que empezó hace más de 10 años y que la ciudadanía bahiense está dando cada vez mayor relevancia.

En un contexto donde los grandes sistemas de comercialización parecen predominar, viene hace algunos años repuntando dentro de la economía social, una alternativa que desafía las formas tradicionales de intercambio de productos: los circuitos de comercialización corta, también conocidos como circuitos de proximidad.

Estos sistemas permiten a los productores vender sus productos directamente al consumidor, sin la intervención de intermediarios, y están impulsados por procesos asociativos que involucran a pequeñas familias productoras rurales. La profesora e investigadora de la Universidad Nacional del Sur (UNS), Laura de la Fuente, lleva años investigando y promoviendo esta alternativa que tiene un gran potencial tanto para quienes son productores como consumidores.

Como doctoranda en Ciencias Agrarias especializada en las políticas públicas que acompañan al sector productivo hortícola, resaltó que el trabajo colectivo que permitió este circuito creó un capital social en las comunidades productivas. “La importancia de los procesos colectivos y del capital social que se generó a lo largo de más de 10 años de trabajo con los productores es fundamental. Este trabajo fue acompañado por políticas públicas que fomentan la asociatividad y la comercialización directa”, sostuvo.

Estos circuitos son la oportunidad para la agricultura familiar, que en general no llegan a producir grandes volúmenes y carecen de capacidad de comercialización para llegar al Mercado Central de frutas y verduras.

Redes fuertes

En la semana de la Salud Ambiental y Derechos Humanos que se realizó en la ciudad en el mes de noviembre, la ingeniera Laura De la Fuente presentó un trabajo científico sobre “los sistemas de producción y comercialización colectivos en la agricultura familiar. Experiencias que promueven la confianza y la seguridad de los alimentos que consumimos”. Esta producción académica fue realizada en conjunto con Verónica Piñero, Belén Cuchinello, Agustina Hollman y Rocío Scandroglio.

“Es una sistematización de la trayectoria socio-productiva, de la importancia de los procesos colectivos y del capital social logrado en estos años de trabajo con los productores e instituciones en conjunto”, remarcó De la Fuente. “Haber tenido por un lado el rol de docente-investigadora y estar en el terreno como asesora del INTA, te da la capacidad como investigadora de llevar al papel y sistematizar la experiencia, reflexionar y que más allá de la cientificidad, lo importante es llevarlo a la educación, a las aulas con los estudiantes”, amplió.

Para la profesional, una persona que realizó sus estudios en el área tienen que ser capaces de reconocer que hay muchos campos, que hay muchas agricultoras y que hay muchas formas de comercializar, no existe solamente las commodities o la exportación. Que el desarrollo de las comunidades rurales puede tener diferentes formas.

También resaltó el trabajo colectivo existente entre las familias productoras, con el personal técnico, con docentes e investigadores, que representan a las diferentes instituciones que integran este trabajo interdisciplinario y es el motor de todas estas acciones.

Uno de los aspectos más interesantes que Laura de la Fuente mencionó fue el origen del proyecto, “este trabajo colectivo comenzó desde el programa Cambio Rural, un programa del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, ejecutado en el territorio por el INTA”. Este programa, que ya lleva más de 40 años funcionando, fue fundamental para el desarrollo de los circuitos de comercialización directa en distintas regiones del país.

Historia de logros compartidos

En 2014, De La Fuente comenzó a trabajar como asesora técnica en los grupos asociativos que surgieron del programa Cambio Rural, con Pablo García como principal agente de desarrollo y así se concretó la primera experiencia de comercialización directa en Bahía Blanca. “En noviembre comenzamos con un puesto en la Feria del Lago, nuestra primera experiencia directa con el consumidor a través de estos grupos. A partir de allí nunca más paramos”, relató.

Uno de los objetivos clave de este trabajo colectivo es sensibilizar a los consumidores sobre la importancia de elegir productos locales. De la Fuente señaló que la opción de consumir local no solo promueve una alimentación más fresca y saludable, sino que también apoya la economía local y fortalece a la agricultura familiar de la zona.

Estos productos están a sólo cinco kilómetros de la ciudad, en el cinturón frutihortícola, y pueden llevarse directamente a la mesa”, recalcó. Además, resaltó la variedad de productos que se ofrecen en las ferias locales, como “verduras, frutas, miel, hongos, panificados, dulces, e incluso pescado, todos provenientes de grupos asociativos de productores locales”.

Otro punto a destacar para la profesional es la existencia de políticas públicas que acompañaron todos los procesos. “Cada uno fue necesariamente acompañado por un Estado que respalda a los productores, ya que muchos de ellos no tienen acceso a asesoramiento técnico privado”.

“Es crucial que los consumidores de Bahía Blanca elijan productos locales de la agricultura familiar más cercana”, concluyó.

En la ciudad, los productos se pueden encontrar para venta directa en las ferias barriales o en el Rincón de los productores, ubicado en la calle Espeche 654.

Autor: Redacción Ecodías