El chivo expiatorio que utiliza para focalizar todo está frustración es el feminismo popular y las comunidades LGBTQ+. Desde su campaña electoral, que comenzó con su persecución ideológica a estos colectivos, le abrió las puertas a la gestión del odio y el resentimiento como política de Estado.
Las declaraciones de Javier Milei en el foro de Davos, desvían el foco de lo económico para posicionarse como referente mundial de una agenda cultural. Así, busca imponer un pensamiento único excedido en insultos y fake news, de carácter criminalizador y patologizantes, las cuales son el auge de la ultraderecha y de aquellos ilusionados libertarios.
Nada nuevo bajo el sol. Milei utiliza las enfermedades mentales y los actos criminales para referenciarnos como el hecho maldito a erradicar. “El cáncer que hay que extirpar”, mencionó muy livianamente ante los ojos del mundo y con el apoyo de las plataformas tecnológicas y las placas tectónicas imperialistas sólidas con las asunciones de Elon Musk y Donald Trump embriagados de poder y fascismo.
Esta nueva fase, donde las tecnologías no sólo concentran poder, sino que desregulan y uniformizan los sistemas de gobiernode los países, parece imponerse redefiniendo el capitalismo y el estado de derecho en todas las democracias del mundo. Una distopia insensible domina todos los escenarios de la conversación pública, promoviendo un colonialismo algorítmico que incentiva la eliminación de lo diferente a la normatividad acelerada del conservadurismo radical.
El capital ultra concentrado, en especial el financiero, está dictando los lineamientos centrales sobre dónde atacar a estos movimientos, y es una manera de llevarse la marca ante la imposición de un modelo económico brutal y el desmantelamiento del Estado.
El modelo en Argentina parece ser Fujimorista: Estabilidad macroeconómica, privatización de la economía, precarización extrema en el mundo laboral donde las mayorías van a vivir sin asistencia a la salud, sin seguro de accidentes laborales, sin jubilación, sin seguro de desempleo. Clases hegemónicas subordinando a las clases populares. Un sistema de comunicación y un Poder Judicial funcional que ha venido a reemplazar lo que en otro momento hacían las dictaduras militares.
Si bien sabemos que este discurso deja sus huellas, crea sentido y genera consecuencias en muchos casos irreversibles, nos muestra la potencia inacabable y el poder de influencia que abarcan las comunidades de los colectivos de identidades y sexualidades diversas. No es casualidad que nos utilice para justificar su premisa nodal en esta idea anti estatal, la cual hoy es bandera dentro del canto popular en la Argentina.
Aquí me interesa tomar este punto y pensar: ¿Cuánto de verdad tiene esta premisa? ¿Es cierto que la sociedad argentina quiere el retiro del Estado de todos los ámbitos de su vida?, o ¿Es solo la revancha ante el reconocimiento de la vulnerabilidad que éste concebía a un grupo social de este país?
El frente que se conformó ante este ataque es de lo más interseccional. Quizás desde la última Marea Verde que no vemos tamaña manifestación y reacción en potencia ante un eventual retroceso discursivo, pero también concreto en términos legislativos y en materia de avances sociales.
El cuerpo social se manifiesta, el cuerpo físico habita la calle y, por primera vez en la época deshumanizada de este tirano, veo marcar la agenda. No hay lugar para la indiferencia.
Solo siento la falta de capacidad amplia desprovista de sesgos doctrinarios, en la lectura de este entramado político económico y cultural. Creo que el desafío es transfigurar una nueva forma de abarcar esta narrativa sólida, porque demandarle derechos a un Estado de Derecho ausente carece de todo sentido. Exigir demandas a un gobierno que te responsabiliza de las obligaciones que este debería garantizar, requiere de un ejercicio mayor que el de la exigencia.
Tendremos que afinar los sentidos para entender cuál es la relación entre Estado y sociedad en la época que se nos avecina, si no querés quedar por fuera de estas nuevas formas de crear las ideas de progreso y desarrollo.
Saira Millaqueo
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