Colores en los trajes y en las banderas
anunciaron el primer festival de platos fríos y bailes al aire libre. Un
centenar de personas degustaron comidas y disfrutaron de las danzas típicas en
la Plaza Rivadavia.

En una mañana pintada con un clima inusual, cerraron los festejos del 185°
aniversario de la ciudad. Con la presencia de 14 stands, la feria mostró su
rostro culinario, mientras entre los encargados, asomaban trajes típicos y
matices de diversas naciones, oriundos y descendientes se pasearon entre
zapatos o botas, polleras o bombachas gauchas. “Europeos y latinoamericanos
ofrecieron sus principales platos típicos, tanto salados como dulces, en
bandejas preparados para ser llevados y degustarlas en familia”, cuentan desde
el Instituto Cultural.

Desde la cocina
Las colectividades habían prometido una variedad de platos, pero a la hora
en que los visitantes se agolparon, sobre el mediodía, se quedaron escasos de
provisiones.
Aún hoy, pensar en la identidad en relación con el ascendiente de origen sigue
vigente. Por eso, los carteles y banderas que identificaban los puestos
despertaron la curiosidad de los concurrentes. Frente a la sonrisa, la historia
de un apellido, el relato de una generación de “recién llegados” a la
Argentina, antepasados con esperanzas de progreso, pan, paz y trabajo. La
historia se hace vívida en el sabor de una tortilla andaluza o un knishes de
papa y cebolla.
El trabajo conjunto de las colectividades se mostró en el despliegue de ofertas
culinarias. La Unión Vasca ofreció carne de chorizo sin piel condimentada en
masa de hojaldre horneada, entre las más destacadas especialidades saladas.
Mientras tanto, Cuba convidó con carne de cerdo al horno en panes de cebolla y
para acompañar con mariquitas de plátano, sumó para el final licuado de piña y
batido de banana con leche.
 ¡Y, ahora podemos saber cuántos orígenes
se congregan en nuestra propia casa! El Centro Andaluz vendió tortillas,
churros y sándwiches de jamón crudo. En el stand de la Sociedad Italiana se
pudieron saborear pizzas en diversas variedades, además, de las deliciosas
empanadas en la preparación de Pastoral Migratoria, Chile uniendo fronteras y
Asociación Chilena de Cultura. La representación de Paraguay ofreció su chipá
guazú, que consiste en una tarta de choclo, queso, huevo y cebolla, sin
olvidarse de las empanadas de carne cortadas en lonjas. Chifles de plátanos verdes acompañado de maíz,
arroz con leche con infusión de cáscara de limón o naranja canela en rama y
chorrito de pisco, Suspiros limeños, mazamorra morada acompañada con agua y
trocitos de piña y arroz Chaufa vinieron de Perú. Además, desde otro país
latinoamericano, Colombia, llegaron el dulce de leche con sabor a café y los
caramelos de coco. Hasta este punto, se mezclaron la exquisitez, lo exótico y
lo cotidiano. Aunque, se nos hizo irresistible el pecigo y el budín con cacao
amargo de Croacia. Para sumar el fatay sirio y las tortas de ricota y manzana
desde Polonia.

A puro taco
Después de este abundante y variado recorrido, el deleite llegó por los
ojos. Empezaron a girar polleras, vestidos y tacos. El sol instalado en el
mediodía dominguero parecía mostrar su faz más violenta, pero el público no se
menguó. Por el contrario, con la fuente de testigo, el círculo de asistentes
aplaudió cada una de las presentaciones. La preparación, el profesionalismo y
la vivacidad de los bailarines contagiaron. Con más de dos horas de despliegue,
la siesta fue una alegría. “El encuentro fue un éxito
total, superó todas las expectativas y promete ir por más”, aseguran.
De esta forma y con el ánimo agitado, se presentaron Italia, Bolivia, Chile,
Perú, Colombia y Cuba. Además, desde la Madre Tierra llegaron danzas, flamenco
y el despliegue de jóvenes y adultos de la Casa de España y el País Vasco.
Asimismo, hubo bailes criollos de la Peña Fortín, que representaron a la
Pastoral Migratoria.
Ya entrada la tarde, con el estómago lleno y la vista recreada es posible
entender lo que dicen los historiadores: “la identidad no es una esencia sino una
historia”. Y en este caso, se contó ligado a dos elementos fundamentales de
nuestras herencias culturales. Ir hacia las colectividades, también es ir hacia
la infancia de la patria, hacia el momento de su nacimiento, reconocerlo y
apreciar cuántos otros habitantes de territorios próximos y lejanos eligieron y
eligen la tierra, la ciudad. La adoptan y la adaptan a sus necesidades, que
quizá todavía hoy estén relacionadas con la oportunidad, el trabajo, el estudio
o la conformación de una familia latinoamericana.
Volados, miradas, energía y simpatía arrancaron aplausos y bises. Por momentos,
el ardor del baile hizo volar pañuelos criollos y pañoletas, y hasta una
alpargata fue rescatada por el público como un trofeo. No hay dudas, la primera
feria internacional de platos típicos fue un éxito que desbordó las
expectativas de los organizadores. Se espera la próxima vuelta, que está
anunciada para la fecha patria, el 25 de mayo promete 80 platos típicos y más
danzas.