Música para las tardes de
sábado en la Cocina del Museo del Puerto, un nuevo ciclo que presenta bandas de
Ingeniero White y Bahía Blanca. Más actividades que acercan la gente a la
institución y la institución a la gente.

Los fines de semana se agitan con músicos populares y cocineras, quienes
combinan jornadas de disfrute y recorridos. Durante la semana, el Museo es un
aula abierta para los estudiantes, los trabajadores, los vecinos, los docentes.
También una salida desde el Museo posibilita “leer” el espacio hacia el puerto
o hacia el barrio. «Del Garage a la Cocina» es el ciclo de reciente
inauguración, un nuevo espacio para bandas locales. «Este año es una
prueba piloto, lo hacemos alternativamente cada dos meses, tratamos de hacer
una banda local junto a una banda bahiense, para cruzar los públicos y por
ahora, la experiencia es bárbara. La Cocina de noche replica la onda de las
Cantinas de los años ´60 y ´70, se armó un clima muy lindo, con buena acústica
y buena concurrencia» entusiasma Leandro Beier, responsable de la
institución.

Arranque
Los Jagüeles y Los Horrendos fueron las dos primeras bandas invitadas. “Pasó
que llegaron muchos chicos y chicas que no conocían el museo. Pasó que en las
salas los visitantes tenían remeras de los Ramones, Motorheäd, o la camiseta de
Argentina. Pasó que se cantaron canciones, se bailó, se armó un mini-pogo”
cuenta el blog del Museo.
El Conjunto PutaItumba, de Punta Alta y Alto Punteo del Boulevard fueron los
siguientes en la presentación del mes de agosto. “Es un ciclo de recitales en
la Cocina del Museo, que justamente en el juego que tiene el nombre se refiere
a trasladar a las bandas de su espacio de ensayo que es el garage al espacio de
la cocina” agrega Beier. “El sentido es generar, en principio, un espacio para
bandas no solo locales, sino también de Bahía Blanca, que puedan difundirse y
conocerse en Ingeniero White, porque no hay realmente un espacio donde estén
pasando esas cosas”.
A partir de estos dos encuentros, el Museo presentó una alternativa nueva
abierta a todo público. “Hay una oferta amplia y grande de espacios
independientes, hay una gran movida de bandas, que hacen sus temas, tienen sus
discos, mueven públicos y pasan lateralmente por White, por distancia, falta de
comunicación. Veíamos que hay un segmento posible de explotar en favor de los
chicos de White y Bahía. Además, el Museo dinamiza sus sábados para los más
jóvenes”.

Desde otro lado
En principio, el Museo testeó a las bandas. Recordamos que el mismo trabajo realizó
con músicos locales en otro proyecto. “Canzonettas & rock fue una línea de
trabajo ya realizada. Ahí conocimos a muchos músicos, que hicieron sus propios
itinerarios, se transformaron, siguieron y quedaron muchos contactos», que
posibilitaron esta nueva propuesta. “A mediano y a largo plazo la idea fuerte
es generar un espacio en Ingeniero White, un encuentro” entre seguidores, entre
bandas, entre el público que siempre concurre y uno más reciente. En el
proyecto están involucradas 12 bandas, las cuales se presentarán en la Cocina a
lo largo de los meses que quedan del año. “Muchos chicos y chicas que no
conocían el Museo se enganchan siguiendo a su banda y de esta forma, se
aproximan a este lugar. Podemos ver las derivaciones que tendrá la actividad,
de repente, cuando abrimos el Museo, antes del recital, y vemos en las salas a
los jóvenes recorriéndolas”. La Cocina se llena, “el proyecto apunta a salir a buscar la
gente, no quedarse esperando, o que llegue el visitante, sí pensar estrategias
y modos de sumar gente”. Los objetivos siguen siendo democratizar
el espacio público, propiciar un espacio y fomentar las expresiones de los
músicos locales en una jornada abierta al público y con entrada gratuita.
“Acá se trabaja con la historia y el presente”, declara la nueva gráfica
institucional. “Y todo eso pasó, porque el museo siempre tiene un oído en
el presente y eso implica ahora -entre otras muchas cosas- escuchar rock,
pensar en todas las bandas que se mueven, su organización, sus públicos, y la
posibilidad de entablar un diálogo con todas ellas. Porque un museo
comunitario, que es a su vez, una parte del Estado, así con la potencia de
estos cruces y los desafíos que implica es como quiere construir lo público”.
Si hasta el momento, en el Museo se aprendía con un objeto, una porción de
torta o un repasador, vayan sumando las canciones. El archivo comunitario
guarda palas, cuaderno de recetas, fotografías en blanco y negro y color,
macetas, pizarrones, carteles de otros tiempos y ahora, también, lo hará con
letras y partituras. Más saberes de vecinos, economía, producción, historia del
barrio y mercado con cuerpos, con instrumentos y con bailes para los sábados.