La organización tiene más de ocho años de existencia y brinda un servicio esencial para la sociedad. “Llevamos una sonrisa a quienes más necesitan y proclamamos la revolución del amor, que es una frase que tomamos de Patch Adams, y que nosotros tratamos de difundirla a todos los lugares donde nos invitan, no sólo en los hospitales”, explicó su fundador, Claudio Gungolo.
Durante el año, las y los integrantes de Síndrome de Clown visitan diferentes organizaciones sociales que trabajan con niños, niñas y personas adultas mayores. Si bien ya iniciaron sus intervenciones en febrero, en el día de lucha contra el cáncer infantil y marzo, en el día de concientización sobre el autismo, el cronograma todavía está en elaboración. Trabajan junto a otras organizaciones en eventos y conmemoraciones y realizan visitas a hogares, distintos merenderos de la ciudad, además de los hospitales.
En Síndrome de Clown, “uno no se disfraza de payaso, se aprende a ser payaso, aunque sean actores o actrices, tienen que aprenderlo, porque no es lo mismo”, aseguró su fundador. El curso inicial se realiza para aprender la técnica, cómo trabaja e interviene el payaso o la payasa para sacarle una sonrisa al público.
Gungolo contó que se inició como payamédico, ahí descubrió al payaso que iba al hospital, después sintió que también en otros espacios hacía falta esta presencia y por lo cual comenzó su búsqueda que concluyó en la ONG, que tiene más de seis años de formación.
Aprendizajes
El 1 de abril comenzó un nuevo taller de clown social, hospitalario y comunitario, con una duración de cuatro meses, en el Centro Cultural Tiro Federal. Las personas interesadas pueden mandar un correo electrónico para recibir toda la información: ongsindromeclown@gmail.com. En las redes sociales también se encuentran con el nombre: ONG Síndrome Clown.
El curso inicial es necesario para aprender a intervenir, el primer paso que tiene que dar la persona es conocerse y distinguir lo que puede dar. “Uno no puede dar lo que no tiene, y en muchos casos, los que nos sumamos somos tímidos o tenemos vergüenza y por eso, nos entrenamos para perder la vergüenza y poder jugar”, explicó Gungolo.
“Jugar es cuando uno disfruta de lo que hace y sobre todo lo comparte con otro, eso hace el payaso. Se juega con las frustraciones, no es algo que uno se arrepiente de lo que pasó, sino que disfruta del fracaso para poder hacer las cosas de otra manera, como parte del juego, jugamos con las emociones, con todo, pero eso lo hace el personaje, no la persona”, aclaró.
En el proceso de aprendizaje está el momento de elegir un vestuario y un nombre, que tiene que emerger de ese trabajo interior. “No es sólo ponerse la nariz, tenés que sentir el personaje, por eso es importante la vestimenta y el nombre que se elige”, añadió. En el curso se aprende a jugar, buscando el personaje, “no es un disfraz, porque puedo disfrazarme de Superman, pero no lo soy, nosotros no nos disfrazamos de payaso, somos payasos”, aseveró.
Intervenciones
En general las participaciones son grupales, en los hospitales son de a dos. “En cada intervención, buscamos llevarle una sonrisa a la persona que tenemos enfrente, queremos jugar para que en ese momento se olviden de lo que le está sucediendo, cambiar por un ratito el eje”, aseguró.
El entrenamiento es para interactuar con el público, sea una o un paciente, un chico o una chica del barrio, una mamá, un papá: “es buscar dar algo a la persona que tengo enfrente y se de una relación de péndulo, que doy y recibo, siempre terminamos recibiendo más de lo que damos”, manifestó.
UNA EXPERIENCIA CLOWN
¿Por qué elegís Síndrome de Clown?
“Porque considero que es mi lugar en el mundo, es un pocito de luz en mi vida que me inspira a crecer cada día más, de la mano de Tita”. Dama, actriz de 22 años y su nombre clown es Tita Morita.
“Me llena el corazón de alegría y mi alma vuela en cada abrazo”. Gladys, jubilada, docente y abuela, 62 años. Su clown se llama Florcita.
“Disfruto compartir y jugar con personas que están en la misma sintonía que uno”. Gonza, aprendiz, 31 años. También conocido como Tímido.
Autor: Redacción Ecodías
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