Volviendo a la historia

Versión cinematográfica de La revolución es un sueño eterno

Tiene un nombre digno de un revolucionario mexicano o de cuchillero
borgesiano, pero no: Nemesio Juárez es un destacado director
cinematográfico.
Su carrera comenzó en los años ‘60 como documentalista, con Getino y
Solanas, y paralelamente ha sido un activo gremialista. Durante los oscuros
años del “El Proceso”, tuvo un obligatorio paréntesis, y recién a finales
de los ochenta la retomó.
Su última realización fue una interesantísima aproximación a la vida y la
obra de Horacio Quiroga Historias de amor, de locura y de muerte,
protagonizada por Víctor Laplace en 1996. Ese mismo año leyó La revolución
es un sueño eterno, novela que Andrés Rivera le dedicara a los últimos años
de Juan José Castelli, y se puso a trabajar en su traslación al cine. Un
esfuerzo ingente de más de una década, que casi naufraga por dificultades
para obtener financiación. Hacer un film de época es caro en cualquier
cinematografía, y muy especialmente en las de países de sucesivas crisis
económicas o políticas, pero finalmente lo logró.
Compartiendo la autoría del guión con Lidia Paulucci, en abril comenzó el
rodaje de ocho semanas en San Luis, que se completaría en Luján. El
protagónico lo asumió Lito Cruz, y el rol de Monteagudo, el mejor amigo de
Castelli, Juan Palomino. Más un elenco con nombres relevantes como los de
Juan Machín, Ingrid Pellicori y Mónica Galán, entre otros.
Un proyecto que Juárez no sólo encaró por el texto de Rivera, sino también
para volver al género histórico que considera injustamente relegado por la
cinematografía argentina.