VERANO, SOL Y PIEL
Amigos con reservas

La luz solar es vida. La energía que nos proporciona es fundamental
para todos los procesos biológicos.
La exposición al sol es saludable; sin embargo, hoy ya no existen dudas
sobre el peligro de la sobreexposición al sol.
Los rayos ultravioletas son los responsables del bronceado, pero
también de los daños a largo plazo que produce el sol.
El sol es una fuente de radiación electromagnética. Las radiaciones
solares que llegan a la superficie de la tierra están compuestas por
diferentes tipos de rayos:
Rayos de luz visible: nos permiten ver durante el día, conforman
aproximadamente el 50% del total de la radiación.
Rayos infrarrojos: son los que nos brindan calor (45% del total).
Rayos ultravioletas: apenas el 5% restante, invisibles al ojo humano,
son los principales responsables de los devastadores efectos sobre la piel,
al exponerse en exceso.
Todos los órganos y sistemas del cuerpo humano deben funcionar
correctamente para mantener una vida saludable: en este sentido, cuidar la
piel es cuidar la salud. Pero la piel, además, debe verse bien. Eso lo
sabemos todos. La piel es un determinante en el comportamiento y la
relación con los demás. A pesar de que el concepto de belleza ha variado
con el correr del tiempo, la transparencia, tersura y suavidad de la piel,
la vitalidad y el brillo del cabello y las uñas fueron siempre objetivos
primordiales de la belleza y sinónimos de salud.
La piel no es sólo nuestro “envoltorio”. Cumple importantísimas y
fundamentales funciones en el organismo:
Hay que poner especial atención en la importancia de la piel como
pantalla que protege contra los efectos indeseables de las radiaciones
solares, porque filtra las radiaciones nocivas o dañinas. Pero esta
capacidad tiene un límite, variable para cada tipo de piel. El daño
producido por el exceso de exposición a los rayos solares se llama
fotoenvejecimiento, que es diferente del envejecimiento cronológico, por el
paso de los años, que es un proceso habitual e inevitable.