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Una mirada desde las generaciones futuras

Por la tarde, después de salir de la escuela, me encuentro con mis hijas que estaban teniendo una charla amena. Al pasar, escucho que la del medio expresa con asombro: “¿Cómo torturas? ¡Qué bestias!”, y la mayor no sólo aseveraba esto sino que iba más allá planteándoles que “eran unos animales porque, además, iban en aviones y los tiraban al mar, ¡y sólo por pensar distinto!”, a lo que la menor de las tres preguntó: “¿Y eso en qué lugar fue?” como no pudiendo abarcar con su mente tamaña ofensa a la vida humana, ni concebir tiempo ni espacio en el cual algo así pudiera ocurrir.
Mis hijas tienen 12, 9 y 7 años.
Más allá de estar de acuerdo o no con el feriado, lo que hizo esta fecha fue permitir conversar en las escuelas, en familia y en cada encuentro de trabajadores, amigos o militantes, sobre el significado del Golpe de Estado más horrendo que nos ha tocado vivir como sociedad. Y en los jóvenes hubo mucho respeto, muchas ganas de querer saber sobre ese período, querer entender cómo es posible que un avasallamiento de los derechos individuales y colectivos pudiera instalarse tan impunemente desde el Estado Nacional, que es quién debería velar por ellos. Cómo podía existir tamaño proyecto de muerte, de autoritarismo, de censura a la vida cultural, artística, política y social en general, cuando el aprecio a la libertad responsable es sumamente valorado por ellos y creen que debería serlo por todos.
Los pibes son geniales, porque no andan con medias tintas, sino que le ponen el nombre a las cosas, sin tapujos, sin prejuicios, desde la espontaneidad de descubrir una realidad y de expresar lo que sienten. Y se dan cuenta que la realidad de los hechos ha querido ser ocultada por la sociedad, que de eso no se habla en sus familias, que lo empiezan a hacer en las escuelas… y quieren saber, lo que resulta más que saludable frente a actores interesados en ocultar la verdad, en hacernos perder la memoria y en no querer que se haga justicia, porque “era una guerra”, o porque “era un enemigo al que había que exterminar”, o porque “sólo se dice una parte de la verdad”, o simplemente porque “algo habrán hecho”, como se escucha constantemente.
Hay una parte de la sociedad que dejó la vida en la lucha por sus ideales, hay otra que ya no está en este mundo por la maquinaria perversa del terrorismo de Estado, muchos perdieron no sólo la vida, sino la de sus hijos y hasta sus bienes, miles de familias siguen viviendo el dolor de no saber qué les pasó ni dónde están sus familiares, y siguen luchando para que la verdad se haga presente junto al juicio y castigo de los culpables. Pero también hay otra parte de la sociedad que está haciendo el esfuerzo de querer comprender y aprender de ese pasado nefasto para no tropezar con la misma piedra, intentando no claudicar a la vida en democracia, donde el protagonismo y la participación de los ciudadanos supere a cualquier imposición autoritaria de un proyecto de muerte, que responda a intereses foráneos y nacionales condimentados por una concepción económica, social, política y cultural que deja afuera a las mayorías eternamente postergadas de nuestro país.
Están sintiendo que un nunca más parte por el respeto de las diversidades, el diálogo como herramienta para superar los conflictos, el ejercicio de la búsqueda de consensos como mecanismo para llegar a acuerdos y la no violencia como método para la resistencia y la lucha por una vida digna. Si esto se construye, valió la pena, y es el mejor recuerdo que le podemos hacer a aquellos que, con coraje y en tremenda desventaja, se jugaron por los valores que hoy queremos hacer realidad.

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2006-03-25 00:00:00
Etiquetas: Bahía Blanca.
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