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Un manto de impunidad que va más allá del absuelto
Es pernicioso para la Argentina exculpar al responsable de continuar el saqueo iniciado en la dictadura cívico militar por Martínez de Hoz. Uno y otro, fueron los arquitectos que llevaron a cabo la reestructuración económica y social más profunda y regresiva de la historia nacional.

Es
pernicioso para la Argentina exculpar al responsable de continuar el saqueo
iniciado en la dictadura cívico militar por Martínez de Hoz. Uno y otro, fueron
los arquitectos que llevaron a cabo la reestructuración económica y social más
profunda y regresiva de la historia nacional.

Si existe una galería de personas que representan una época o un periodo
histórico, es difícil no incluir en ella a Domingo Cavallo por ser el
estereotipo de la continuación política en democracia de lo que comenzó
Martínez de Hoz en dictadura.
El esquema tradicional de los ajustes económicos , que incluyen congelamientos
salariales, flexibilización laboral, desguace y privatización “de todo lo que
deba ser del Estado” según el manual Dromi, se completa con la liquidación de
la educación, salud y ciencia y tecnología públicas en un encadenamiento que
incluye la destrucción de la industria nacional con su secuela de tasas de
desocupación del 25% y la profundización y extensión del endeudamiento externo,
objetivo estratégico de subordinación al orden global del capitalismo
financiero.
El primer capítulo de la historia comenzó con la dictadura (1976-1982),
prosiguió a partir de 1991 a 1996 y luego con la Alianza en 2001 y tuvo su
perfeccionamiento el 6 de octubre de 2014 con la absolución de Cavallo por el
Tribunal Oral Federal 4.
La diferencia entre las gestiones de Martínez de Hoz y Cavallo, es que la
primera se materializo sobre el terrorismo de estado, el asesinato, la
desaparición y la expropiación de bienes de los que eran considerados
subversivos. Y la segunda, sobre la hiperinflación de 1989.
Martínez de Hoz murió condenado en una de las habitaciones de su cárcel del
Kavanagh.
Domingo Cavallo ingresa a la historia cuando desde la conducción del Banco
Central en 1982, estatiza la deuda privada utilizando un seguro de cambio que
transfirió al Estado el pago en dólares de esa deuda mientras sus titulares,
entre ellos los grandes conglomerados económicos privados, pagaron en pesos
licuando de esa manera sus pasivos.
Cavallo creó el instrumento de subordinación.

Terrorismo de mercado
Su reaparición en el proceso democrático se produce con la base económica
que obtiene en la Fundación Mediterránea, su propia usina ideológica,
financiada por los beneficiarios de los seguros de cambio que estatizaron sus
deudas. Esto le permite acceder desde Córdoba a la política nacional de la mano
del actual gobernador de la Sota, en un anticipo de lo que sería el
transformismo de la dirigencia justicialista en neoliberales menemistas.
Su usina ideológica le permitió desembarcar en 1989 como canciller de Menen,
convertido ya en el representante de los acreedores externos en alianza con los
grupos económicos liderados por Jorge Born, ambos sectores responsables del
golpe de mercado que generó la hiperinflación y la entrega anticipada del gobierno
de Raúl Alfonsín.
Para quebrar la incipiente democracia no se utilizó el golpe militar sino una
metodología más sofisticada dirigida también a crear terror en la población:
los grandes grupos económicos dejaron de pagar impuestos y remarcaron los precios
de sus productos generando la hiperinflación, una desestructuración económica y
social que marcó a fuego en la memoria colectiva el miedo a la inflación. Fue
el “golpe de mercado”.
El impacto del “golpe de mercado” se proyecta a lo largo de generaciones,
modela la conciencia colectiva y tiene, por esa condición de perdurabilidad,
mayor capacidad de daño y mucho más poder para disciplinar al pueblo que el
golpe militar. El silogismo que instaló el golpe de mercado es casi tan
elemental como respirar: la culpa no es de los militares ni de los grandes
empresarios, sino de la conducción política del Estado que no supo manejar la
situación, razón por la cual quien pueda ordenar el desastre y sacar al pueblo
del infierno de la hiperinflación, será “el salvador de la patria”.
Ese es el Cavallo que vuelve para conducir al Estado tras fracasar el intento
del Grupo Born de disciplinar a los grupos económicos al mismo tiempo que a los
acreedores. Para su retorno, a fines de 1989, se prepara la base de su obra maestra
que lo proyectará al mundo como el mejor alumno de la ortodoxia económica.
El ministro Rapanelli del grupo Born es remplazado por Erman González, un
mediocre funcionario cuyo único trabajo fue hacer el Plan Bonex consistente en
refinanciar la deuda interna en pesos que tenía vencimientos mensuales producto
de la hiperinflación. Se crean Bonos Externos en dólares, transformando la
deuda interna en externa y se limpia la base monetaria de tal manera que los
dólares de la reserva del Banco Central cubren la misma con una paridad
aproximada de uno a uno.
El trabajo sucio hecho con el cambio de plazos que pasaron de contarse en días
y meses a computarse en períodos de diez años como mínimo, no fue objetado por
sus afectados ni recibió reclamos judiciales relevantes a pesar de semejante
rompimiento de contrato.

Ministerio de Economía
Con el Plan Bonex de base, Cavallo asumió como Ministro de Economía de la
nación.
No sólo atacó la soberanía monetaria al establecer la utilización del dólar
como moneda legal en la paridad uno a uno, sino que inició un proceso de dólar
barato que transformó a la argentina en un país importador neto de los
productos industriales, finalizando así el proceso de desindustrialización que
inició Martínez de Hoz.
Cavallo remató los bienes del Estado, “las joyas de la abuela” se los llamó en
ese momento, reconociendo a los bonos en dólares de la deuda externa que aceptó
el Gobierno nacional por la venta de activos estatales, el valor nominal en
lugar del valor de mercado que alcanzaba al 20 o 30 por ciento.
Una estafa al Estado que se llevó los teléfonos, YPF, el agua, la energía
eléctrica, los ferrocarriles y Aerolíneas Argentinas y dejó el tendal de
desocupados, no sólo con la carga del perjuicio económico, sino con la mochila
psíquica y física de portar una identidad personal destruida. ¿Qué otro
padecimiento mayor sufre quien pasa a ser desocupado de por vida, condición que
lega a sus descendientes?
¿Cuántas vidas se llevó ese proceso? Destruida la cultura del trabajo, las
familias de los trabajadores se disolvieron y pasaron a ser desaparecidos
sociales.

Nota: este artículo fue publicado en el suplemento Trabajo y Economía, que se edita en el diario Tiempo Argentino.

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2014-10-26 00:00:00
Etiquetas: Nacionales.
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