Transformers

Dirección: Michael Bay
Guión: Roberto Orci, Alex Kurtzman, John Rogers
Fotografía: Mitch Amundsen
Música: Steve Jablonsky
Procedencia: USA – 2007
Calificación: Sólo apta para mayores de 13 años
Intérpretes: Shia LaBeouf, Megan Fox, Jon Voight, Josh Duhamel

Por años, la decadencia creativa del cine industrial estadounidense ha
sido notoria, pero hay algo en que los vecinos del norte son imbatibles:
los efectos visuales conseguidos cibernéticamente. Y si alguien dudase le
bastaría ver Transformers para convencerse.

El argumento y la concepción visual del film son similares a la versión
de Spielberg -no en vano la producción le pertenece- de La guerra de los
Mundos (2005), aunque en tono jocoso.
Presenta a un adolescente (Shia LaBeouf), ingratamente sorprendido
porque su maltrecho automóvil se convierte en robot. El cacharro resulta
ser parte de grupo de alienígenas mecánicos que a las órdenes de Optimus
Prime -enorme camión o robot compasivo según el caso-, intenta evitar que
otros robots fuleros y malos controlen el planeta.
Un lío en que el chico, su noviecita, la plana mayor del ministerio de
Defensa de Estados Unidos y miles de civiles despavoridos, terminan
envueltos por más de dos horas trepidantes.
El encargado de dirigir este cruce de ciencia ficción y aventura ha
sido Michael Bay, experto en tramas obvias pero visualmente complejas como
La roca (1995), Armagedón (1998) -con referencia incluida- o La Isla
(2005). Encargo que ha realizado tan aparatosamente como sabe y el caso
ameritaba, aunque abusando de la cámara “inquieta”, que confunde al
espectador en vez de hacerlo sentir parte de la acción.
Lo más curioso es la procedencia del argumento. A principios de los
ochenta una empresa japonesa fabricaba ciertos juguetes que podían
transformarse -de allí el título- de autos y aviones en robots. La compañía
británica Harbro vio la posibilidad de convertirlos en protagonistas de una
serie de animación. Y cuando lo logró -en coproducción con Canadá y Japón-
, mantuvo a los niños de todo el mundo pendientes de sus televisores, que
ahora llega al cine con al menos dos secuelas a futuro.
Por supuesto, lo que atrapa la atención corre por parte de los gigantes
mecánicos, pero hay un humano -identificable por su histérica
interpretación- que intenta compartirla. Se trata del verborrágico Shia
LaBeouf, un niño mimado de la industria al estilo de Michael Fox, cuya
imagen atiborrará las pantallas por largo rato.
Persecuciones, paranoia larvada como en cualquier argumento de invasión
extraterrestre, pero sobre todo mucho pochoclo, para aquellos niños de los
ochenta que quieren ver cómo se trató a sus héroes y los de ahora, que
deberían tener más de ocho años porque la extensión puede aburrirlos.