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LA RADIACIÓN ELECTROMAGNÉTICA Y LA SALUD
El uso de celulares

Desde fines del siglo XIX, a la radiación electromagnética natural -que
acompaña a los seres vivos del planeta Tierra desde el comienzo de la vida-
se agregó progresivamente la originada en actividades humanas.
El uso generalizado de la electricidad, si bien trajo innegables
beneficios en confort y seguridad, aumentó la exposición a la radiación
electromagnética producida por las líneas de alta y baja tensión, TV,
radio, computadoras, electrodomésticos (heladeras, lavarropas, hornos de
microondas y eléctricos, secapelos, aspiradoras, etc.), radares, telefonía
celular, etc.
Toda la materia se compone de partículas cargadas, usualmente con
cargas de signos opuestos en igual cantidad. Si estas cargas se separan y
desbalancean, se producen efectos eléctricos. Es lo que sucede
cotidianamente con la electricidad estática generada al caminar sobre
alfombras sintéticas, que produce una chispa de descarga cuando se toca una
pared o el picaporte de una puerta.

Repaso por la Física
La radiación electromagnética -el tema de esta entrega en EcoDias-
resulta de la superposición en direcciones perpendiculares de un campo
eléctrico y de un campo magnético. Es necesario tener en cuenta que la
energía de una radiación electromagnética aumenta con su frecuencia y que
toda radiación electromagnética se caracteriza por su frecuencia o su
longitud de onda, ya que su producto (frecuencia por longitud de onda) es
una constante, igual a la velocidad de la luz.
Las frecuencias de las radiaciones electromagnéticas varían desde casi
cero a infinito. Por encima de 300 Hz, su energía es suficiente como para
afectar los enlaces químicos, provocar ionización, liberar radicales libres
y romper la cadena de ADN. Por esta razón, se establece una importante
diferencia entre las radiaciones electromagnéticas ionizantes y las no
ionizantes.

La salud en juego
Las radiaciones electromagnéticas ionizantes son reconocidamente
peligrosas para la salud. Entre ellas, se cuentan los llamados “rayos” X,
gamma y ultravioletas, que provocan daños directos en los tejidos aún con
exposiciones bajas.
Hasta hace unos 25 años se consideraba que la radiación no ionizante
era inocua para los seres vivos, salvo la que por su intensidad produjera
en los tejidos efectos térmicos a corto plazo. Estos están relacionados con
el calentamiento que produce la exposición a radiación no ionizante de
suficiente intensidad, con absorción de energía electromagnética en el
interior de los tejidos, que no es registrada por los órganos sensoriales,
de manera que no se activan los mecanismos de compensación usuales
(transpiración, aumento del flujo sanguíneo, alejamiento, etc.). En estos
casos, resultan más afectados los órganos con poca circulación sanguínea y
escasa conductividad térmica (córnea, testículos, etc.).
Los posibles efectos biológicos no térmicos, o a largo plazo, son los
más preocupantes. Diversos estudios científicos sustentan la posibilidad de
que las radiaciones no ionizantes sin efectos térmicos puedan producir:
– cambios en la producción de ciertas hormonas (disminución de
melatonina, aumento de estrógeno y prolactina) con posible efecto
carcinógeno;
– modificación del flujo del ión calcio en la membrana celular;
– aumento de la permeabilidad de la barrera hematoencefálica, que es la
encargada de restringir el acceso de tóxicos a los tejidos nerviosos; y
– variaciones en las concentraciones enzimáticas, etc.

Los celulares
Los teléfonos celulares, que han tenido una difusión explosiva, son
receptores constantes de microondas provenientes de las antenas instaladas
en las estaciones base. Por la forma en que son transportados y usados, los
celulares permiten que la radiación no ionizante se irradie muy cerca del
cuerpo, concentrando su actividad en puntos fijos (usualmente, cráneo y
cintura).
Pese a lo que creen muchos usuarios, el uso de dispositivos de “manos
libres”, lejos de reducir el riesgo de las radiaciones electromagnéticas,
requieren hasta el triple de intensidad para funcionar. Más aún, la cintura
posee tejidos que absorben con mayor facilidad la radiación, exponiendo
mayormente hígado y riñones.
En los niños, cuyos cráneos no han desarrollado aún los espesores óseos
de los adultos, la radiación llega con mayor facilidad al cerebro, lo que
hace aconsejable reducir el uso infantil de los celulares.

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2011-10-25 10:11:13
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