La
fundadora del movimiento feminista Mujeres Creando de Bolivia, María Galindo,
disertó durante el I Congreso de Periodismo Autogestionado. Allí explicó
claramente cómo funcionan los medios en cuanto a una supuesta inclusión que en
realidad no existe, y qué deben hacer, sobre todo las mujeres, para salir de
ese lugar y hacer oír sus voces.
La intervención de María Galindo en el I Congreso de Periodismo Autogestionado
tuvo sus particularidades que la diferenciaron, tal vez, del resto de los
panelistas. De entrada, la fundadora del movimiento feminista Mujeres Creando
de Bolivia lanzó al público frases como: “No hay nada más parecido a un
machista de derecha que un machista de izquierda”, “Mujer, no me gustas cuando
callas, porque estás como ausente” o “Mujer que se organiza no aguanta más
palizas”.
Luego de ello, Galindo avisó que tenía que vestirse y así fue que con hojas de
diario comenzó a cubrir su cuerpo hasta hacerse una corona de fotos. Ahora sí,
Galindo ya estaba lista para hablar y su exposición fue clara, mostrando una
mirada novedosa y, por qué no, que incomoda. Galindo comenzó a hablar de los
medios de comunicación calificándolos como un sistema de asignación de lugares
e identidades. Es decir, desde una visión los medios parecerían democráticos
porque brindan un espacio para todos y todas: jóvenes, discapacitados, mujeres,
indígenas, desempleados trabajadores, etc. Sin embargo, esa capacidad de dar un
lugar lejos está de ser un sistema inclusivo: “Para cada identidad un cajón, un
cajón que te encajona”, señaló Galindo y agregó: “Eso de la exclusión, en
realidad yo creo que no es tan así, yo creo que es mucho más perverso el
sistema de inclusión porque es mucho más sutil. Te asignan un lugar y tu
identidad como un lugar asignado de pertenencia”.
Luego, cada asignado utiliza ese espacio como propio cuando en realidad le fue
brindado por otro, en este caso: los medios. Tal es así, que ese espacio que
uno considera propio está allí para que se toquen determinados temas que
también son asignados. Reflexionando, uno puede darse cuenta claramente que
cada sector habla de sus temas; los trabajadores de los suyos, determinados
movimientos u ONGs de trata, tráfico o violencia de género, igual. Parecería
que sólo pueden tratar esas temáticas y que el resto les son vedadas: “Por lo
tanto este sistema de inclusión es un sistema de asignación de lugares, pero
también es un sistema de asignación de temas y de contenidos. Los lugares y
contenidos constituyen juntos lo que nosotras llamamos el guión oficial. La
puta tiene un guión oficial, la lesbiana tiene un guión oficial, el trabajador
tiene un guión oficial…”.
Galindo resaltó que son guiones destinados a ser repetidos rutinariamente “casi
en un ritmo idiota, día por día, o año por año, año tras año y día tras día. Y
estás condenado a repetir tu guión oficial desde ese lugarcito de identidad
nacional”.
Consecuencia jodida
Hasta aquí el escenario planteado que ocurre diariamente. Ahora bien, ¿cuáles
son los resultados de todo ese proceso que llevan a cabo los medios a través de
este sistema de asignaciones? La consecuencia jodida, tal como la llamó
Galindo, es por un lado la homogenización: “Todas las lesbianas, los maricones,
las trans, convertidas en una. Reducidas a la singularidad por la
homogenización violenta y triturante de tus complejidades”. El mismo ejemplo
vale para los indígenas, los trabajadores y demás grupos asignados que
terminan, remarcó Galindo, en una fragmentación propia del neoliberalismo: “Esa
fragmentación de cajones aísla a uno del otro, a la otra de la otra, cada quien
con su cajón, con su lugar de asignación y con su guión, aislados uno del
otro”.
Otra de las consecuencias u operación, y aquí sí se acentúa más el papel de la
mujer en este sistema, es el tema de la masculinización: “Resulta que todos
estos sujetos son masculinos por lo tanto para las mujeres hay un solo
cajoncito. Entonces, están los discapacitados, los gays, los afros, los
indígenas y las mujeres. Es una asignación, además de otras cosas,
masculinizante de los diferentes lugares de pertenencia, identidades o como
quieran llamarle”.
Al ocurrir esto se produce otro problema que es la victimización y
autovictimización de las mujeres: “Para poder significarte en medio de esa
conga de cajoncitos, tu opción es revolcarte en el testimonio de tu dolor, de
tu opresión de tu desgracia pero sin poder verbalizar ni visibilizar lo que te
ata”.
Esta es la operación de los grandes medios de asignación de lugares, concluyó
Galindo para luego hacer una crítica a la feminización del lenguaje que hacen
“las tecnócratas del género” como ONGs o secretarías de gobierno. Al respecto
afirmó que son operaciones inocuas y muy fáciles de incorporar en cualquier
tipo de sistema de dominación.
Galindo también mencionó otras operaciones del sistema como las mujeres transformadas
en un ente biológico convertido en porcentaje y despojadas de su condición
política, y volvió a hacer hincapié en cómo se le asignan únicamente algunos
temas para hablar “que son parte del guión oficial asignado a la mujer, se han
convertido en una especie de solución inmediata, de mecanismos para conseguir
fondos, en nombre de visibilizar, de territorio de domesticación de las
mujeres”.
Tomar la palabra
Tenemos el escenario, las consecuencias y operaciones, ahora llega el
momento de actuar para cambiar ese panorama. Ante el planteo de ¿qué hacer?
ante tal situación descripta, Galindo hizo escuchar al público presente un
audio de una revuelta de 2003 en el cual se podían oír mujeres llorando y
rogando. “Para mí ese llanto es una constatación de que estamos mudas, de que
estamos enmudecidas, de que no podemos hablar…”, destacó Galindo y agregó: “No
sólo no podemos hablar sino que no podemos encontrar las palabras para hablar”.
Frente a este extravío de las mujeres en cuanto a decir lo suyo, la alternativa
es tomar la palabra, construir un lenguaje… simplemente hablar: “A mí no me
hablen de medios autogestivos de comunicación o de medios comunitarios de
comunicación que no sean capaces de romper con todos los lugares de asignación
en esa cajonería. Mientras no se rompa esa cajonería, lo que estamos haciendo
desde supuestos medios autogestivos es ratificar el sistema de dominación en el
lenguaje, en la comunicación y absolutamente en todo”.
Por esta razón, señaló, se debe quebrar esa lógica de asignación de lugares y
ubicarse por fuera de la misma: “Si te colocas por fuera de ese lugar te
colocas en un lugar incómodo, difícil, porque no es un lugar asignado,
estable”.
Otra propuesta es trascender el discurso reivindicacionista (“Yo soy indígena,
yo soy lesbiana”). Salir del lugar autoafirmativo y trascenderlo a través de la
construcción de espacios a partir de alianzas insólitas. A modo de ejemplo,
Galindo utilizó una metáfora: “Indias, putas y lesbianas, juntas revueltas y
hermanadas”.
Las alianzas legítimas, explicó, son las alianzas entre iguales (“Lesbianas con
lesbianas, jóvenes con jóvenes”). En cambio, las alianzas insólitas son las
capaces de romper el aislamiento del sujeto.
A partir de esas operaciones, “podemos empezar a hablar de tomar la palabra, de
desatar voces, de interpelar al poder y además de incomodar allí donde
hablemos”.
Ser subversivo
Al finalizar su intervención, la cual fue muy aplaudida, una de las
presentes preguntó por aquello de trascender el espacio autoafirmativo debido a
que de entrada ya es difícil decir, por ejemplo, “yo soy lesbiana” en una
sociedad como la que conformamos. Galindo destacó esa teoría: “Parece una
epopeya decir ‘Yo soy…’. Imagínate lo que fue decir yo soy lesbiana, lo
recuerdo como si fuera ayer, o lo que nos costó decir tantas cosas justamente
en ese proceso autoafirmativo porque mucho tiempo, incluso dentro del
movimiento feminista, toda nuestra energía, nuestras ilusiones y búsquedas estaban
en construir lugares de autoafirmación”.
Todo eso, reconoció, tuvo un costo político, colectivo e individual, sin
embargo, recalcó que no vale la pena quedarse en los espacios de autoafirmación
ya que han sido colonizados: “Han sido colonizados a través de un guión
oficial, a través de políticas de derechos fragmentares, a través de
metodologías que me impidan justamente eso, relacionar dónde estoy yo con dónde
está, ya no la de mi lado porque la de mi lado, encima, es siempre el reflejo
de mí misma, nunca estoy sentada al lado de otra distinta, es grave…Nunca la vi,
nunca la besé, nunca la escuché, nunca me encontré con ella ni ella conmigo”.
Por ese motivo, Galindo insistió con la necesidad de alianzas insólitas e
indigestas: “Yo no quiero hacer fila para recibir mi plato de derechos con
cuatro lesbianas más”. Es subversivo ser insoportables, incómodas y no ser
clientas del sistema: “Entonces, salís de la autoafirmación cuando te unes con
esa con la que está prohibido unirse”.
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