Segunda entrega
Federico Randazzo
Que se quiebre el círculo
Los fusilamientos de 1907
“Nuestras clases dominantes han
procurado siempre que los trabajadores no
tengan historia, no tengan doctrina, no
tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe
empezar de nuevo, separada de las luchas
anteriores. La experiencia colectiva se
pierde, las lecciones se olvidan. La
historia parece así como propiedad privada
cuyos dueños son los dueños de todas las
cosas. Esta vez es posible que se quiebre
el círculo…».
Rodolfo Walsh
Hasta que un día cualquiera te fusilan…
El hecho inicial sucedió en los muelles donde se construían los
elevadores que extenderían el puerto de Ingeniero White. Allí resultaron
cesanteados dos obreros remachadores que trabajaban en las obras de
ampliación del Ferrocarril del Sur. El sábado 20 de julio de 1907 los
obreros reunidos en asamblea resolvieron declararse en huelga, exigiendo la
reincorporación de sus compañeros, la jornada laboral de 8 horas y un 30%
de aumento en los salarios. Pero en el amanecer del lunes, cuando todos
debían paralizar las obras, la medida se efectivizó sólo en algunos pocos
sectores. Por la tarde los grupos obreros celebraron una nueva asamblea y
aprobaron la realización de una acción de agitación en las instalaciones de
la rivera de Ingeniero White donde trabajaban más de 3.000 hombres. El
conflicto de White de 1907 se presentaba como una paritaria más de las
tantas de esa época, donde una negociación racional podría haber acabado
con la protesta en pocas horas. Pero nada de esto sucedió.
Al amanecer del martes 23, minutos antes de las 7 de la mañana, un
grupo de obreros ingresó al área de trabajo lanzando consignas y llamando a
la huelga. A poco de recorrer los talleres, decenas de empleados comenzaron
a seguirlos sumándose a la agitación. Los huelguistas arrojaban las
herramientas al agua y descargaban la bronca contra las máquinas. A los
pocos minutos, con las primeras luces del día y la helada matinal cayendo
sobre el puerto, los vigilantes de la empresa comenzaron a perseguir y
dispersar la protesta. El clima se tornó confuso, algunos gritaban, otros
corrían; hasta que en medio de playón se dieron los primeros incidentes,
luego de que los capataces Williams Kelly y Patrics O’Bryan, ambos de
nacionalidad inglesa, quisieran obligar a golpes a un obrero a permanecer
en el trabajo. Según La Protesta, Kelly era “un déspota con los obreros
acostumbrado a insultarlos de hechos y de palabra, y el segundo -O’Bryan-
un rompehuelgas incorregible”. Lo cierto es que en esta ocasión los
custodios cargaron sus armas de fuego y chocaron con los rebeldes. Se
produjo un forcejeo que terminó con los dos vigilantes heridos.
Éste fue el motivo expreso que encontraron las autoridades de Ingeniero
White para desatar una violentísima cacería de obreros nunca antes
protagonizada en la historia de la ciudad.
Todavía no eran las nueve de la mañana, cuando salieron marchando por
las calles de tierra del puerto los obreros que acababan de paralizar las
obras. Se dirigían a la Casa del Pueblo entonando consignas con la
intención de celebrar otra asamblea. Estaban esperanzados en poder detener
la producción en el puerto y emitir comunicados para instalar en el debate
público la huelga. La asamblea en la Casa del Pueblo comenzó cerca de las 9
de la mañana. De inmediato se izó en lo alto de la casona una bandera negra
que flameaba con el viento que soplaba desde la ría. Los obreros colmaron
el local para debatir a los gritos, con intervenciones preferentemente en
castellano, pero con comentarios por lo bajo en varios idiomas más.
Pasadas las 10 de la mañana, el oficial de la Subprefectura Juan Posse
organizó un grupo de 18 hombres encargados minuciosamente para reprimir a
los responsables del incidente. Los marinos salieron formados desde la sede
oficial, caminaron 100 metros y se pertrecharon frente a la Casa del Pueblo
en dos hileras. Sin dar aviso alguno, Posse dio la orden de abrir fuego,
pero los marineros no se animaron a apretar el gatillo. Entonces enojado,
el oficial sacó su propio revólver y al repetir la orden fue él mismo quien
comenzó a disparar. Ahora sí los verdugos acataron la directiva y lanzaron
una primera ráfaga cerrada de Máuser, generando desconcierto entre los
asambleístas sorprendidos por los ruidos. Desconociendo el origen de las
explosiones, alguien desde adentro de la casa respondió con un “¡Viva la
Anarquía!” al que le contestaron con 7 descargas más, que penetraron en el
frente del local sembrando el pánico en el centro del puerto. La cacería
estaba desatada. Los impactos destrozaron las paredes y bañaron con sangre
todo el piso del salón. Los obreros gritaban, se apilaban en los rincones,
buscaban refugio saltando el pequeño paredón del fondo que lindaba con un
terreno. Los represores desencajados, derribaron la puerta y comenzaron el
desalojo.
Entre los gritos, los soldados continuaban disparando a menos de 5
metros de distancia a quienes iban saliendo. Con las pericias médicas
posteriores se supo que todos los heridos estaban lastimados en su torso o
en las piernas, evidenciando las intenciones asesinas de los disparos. Los
agentes requisaron y palparon de armas a más de 500 personas y ni siquiera
a uno solo le encontraron armamento alguno. Sólo cinco cuchillos,
habituales atuendos de los hombres de la época, fueron las armas detalladas
en la investigación oficial.
En el centro del puerto y a plena luz de la mañana se estaba
protagonizando un fusilamiento sangriento. La gente que pasaba y aquellos
que escuchaban desde lejos los disparos se acercaban curiosos a la esquina
del conflicto. Nadie reconocía una revuelta obrera, ni distinguía
huelguistas de otras víctimas; los Máuser apuntando en todas las
direcciones se apoderaban de las miradas.
La brutalidad no se limitó a los huelguistas. Violentos golpes de
culata eran lanzados por los marinos para quienes en aquel momento pasaban
circunstancialmente por el escenario de los hechos. José Falcioni, un joven
italiano católico, miembro de la sociedad recreativa La Siempre Verde de
White y desvinculado totalmente de cualquier actividad política, pagaría
con su vida aquel encuentro casual con las fuerzas del orden.
El puerto quedó desolado, en silencio. El clima se tensó y el temor se
sentía en cada esquina, ante la presencia de los ejecutores. Los comercios
cerraron sus puertas atemorizados por la sensación general.
Nada de esto importó a los oficiales que de inmediato se pusieron al
servicio de la empresa inglesa. Merece el recuerdo el ayudante de la
marinería Jorge Loppe, quien se negó a obedecer las órdenes de fusilamiento
impartidas por Posse frente a la Casa del Pueblo. En ninguna de las ocho
descargas ejecutó su arma, conciente de lo cobarde e irracional de la
directiva. Un ejemplo no imitado por sus colegas.
El primer despacho a La Vanguardia
El corresponsal local de La Vanguardia, el emblemático periódico del
Partido Socialista, no demoró en llegar al lugar de los hechos y enviar el
primer despacho que se conoce de este conflicto. El cronista, veloz y
preciso, dictaba el telegrama que encendía la redacción porteña.
– Bahía Blanca, 23 (2 PM). Los obreros constructores y remachadores de
este puerto, que se hallan en huelga, reunidos ayer en la Casa del
Pueblo, han sido asesinados cobardemente.
Corresponsal.
– Bahía Blanca 23. Comprobando lo comunicado a la tarde, adelantó las
siguientes noticias. A las 10 AM de ayer, se encontraba reunido en la
Casa del Pueblo de Ingeniero White un número considerable de
huelguistas, la Subprefectura, en conocimiento de la reunión, envió un
piquete de marineros armados a Máuser, por encargo, según parece, de
proceder sin miramientos, contra los huelguistas que serían unos 800.
Al abandonar el local, los asistentes, fueron recibidos a balazos por la
marinería (La Vanguardia, Buenos Aires, 24 de julio de 1907).
La descripción de este corresponsal, que desde el propio puerto enviaba
sus textos al diario, es sin duda el testimonio más fiel que se conserva en
la reconstrucción de los hechos iniciales. La Vanguardia le dedicó un
espacio central en su tapa del día siguiente a las informaciones que
llegaban desde el sur:
Los telegramas que recibimos anoche completan la crónica de los tristes
y lacónicos sucesos.
– Bahía Blanca, 23. Al sentirse las descargas acudieron 40 hombres, del
Octavo de Infantería Destacado de la ciudad, y un piquete del Cuerpo de
Bomberos, rodeando el local obrero y tomando presos a todos lo que se
encontraban en él, y que por efectos del ataque, no habían podido
abandonarlo.
– Bahía Blanca, 23. Después de la matanza del que fueran víctimas los
huelguistas, se han enarbolado en la Casa del Pueblo, una bandera roja
con un crespón negro, en señal de duelo, como protesta por la barbarie
con que se han masacrado cobardemente a los trabajadores en huelga.
– Bahía Blanca, 23. Los obreros de la ciudad, en conocimiento de los
hechos sucedidos, organizaron una columna de manifestantes, con la
intención de recorrer el pueblo, pero las fuerzas de línea la
disolvieron.
Este fue sólo el comienzo de la peor casería de la época.
Con el correr de los días fueron muriendo Atiliano Pacual y José
Falcioni, los primeros mártires del movimiento obrero bahiense.
Los cortejos fúnebres de ambos constituyeron la expresión más
importante de la clase obrera local, de aquella etapa. El cadáver de
Falcioni fue baleado por el propio Astorga, hasta mutilarle el rostro. La
brutalidad con que reprimió el Estado fue de un carácter salvaje.
Los episodios de Ingeniero White conmovieron a toda la nación, en todas
las ciudades del país se seguían los acontecimientos. De inmediato se
comenzó a gestar un movimiento espontáneo de los proletarios, que hasta
sobrepasó a las grandes centrales sindicales, la FORA y la UGT.
Todo terminó con un debate profundo en todos los rincones de la
Argentina. La oligarquía nacional reaccionó en sus máximos estamentos, ante
la solidaridad de la totalidad de la clase obrera que sacudía al régimen.
La huelga solidaria más importante de la historia de aquellos pioneros
proletarios fue para repudiar la actitud salvaje de los marinos de Bahía
Blanca.
Estos hechos concentraron un extenso capital periodístico que presenta
con claridad la realidad mediática de la ciudad. Los ejemplares de La Nueva
Provincia, constituyen un instructivo de la muerte y la crueldad.
Al cumplirse un siglo de aquellos fusilamientos, los mártires regresan
para reclamar su lugar en el relato histórico de la ciudad.
¡Parece que se está quebrando el círculo!
Epígrafe.
Foto 09: La manifestación llega a calle Chiclana. Bahía Blanca. Caras y
Caretas, 07/09/1901.
Foto 11: Alfredo Palacios llega a Bahía Blanca. PBT, 03/08/1907.
Foto 12: Una manifestación acompaña a Alfredo Palacios por las calles
de Bahía Blanca. PBT, 03/08/1907.
Foto 13: A. Palacios junto a dirigentes del PS de Bahía Blanca. Caras y
Caretas.
Foto 14: El dr. Palacios y la comisión de la FOL saliendo de la
estación. Caras y Caretas.
Foto 15: El dr. Palacios saluda a sus compañeros en la estación. Caras
y Caretas.
Foto 16: Edificio de la FOL. Caras y Caretas.
Foto 17: Una multitud acompaña el cadáver de José Falcioni, en el
momento previo a los disparos de Astorga. PBT, 03/08/1907.
Foto 18: Movilización encabezada por A. Palacios por las calles de
Bahía. PBT, 03/08/1907.
Foto 19: Huelguistas se dirigen a la Federación Obrera Local.
Foto 20: Una manifestación frente a la Federación Obrera. PBT,
03/08/1907.
Foto 21: Huelguistas y curiosos frente a la Casa del Pueblo. Caras y
caretas.
Foto 22: La Casa del Pueblo. 25/07/1907, La Prensa.
Foto 23: Patrulla recorriendo las calles de Ingeniero White. PBT,
03/08/1907.
Foto 24: Miting en Ingeniero White. PBT, 03/08/1907.
Foto 25: Custodia de la Oficina de Correos y Telégrafos. PBT,
03/08/1907.
Foto 26: Marineros custodian un almacén en el puerto. Caras y caretas.
Foto 27: Los fusiladores que dispararon contra la Casa del Pueblo
posando para la prensa. Caras y Caretas.
Foto 28: Lugar de las obras donde se dio el incidente inicial. Caras y
Caretas.
Foto 29: Sala del Hospital Municipal donde se atienden los heridos.
PBT, 03/08/1907.
Foto 30: José Aldeira, uno de los obreros heridos que fue internado en
el Hospital Municipal. Caras y Caretas.
Foto 31: Herido en la cara con una bayoneta. PBT, 03/08/1907.
Foto 32: Andrés Balansarán, herido. PBT, 03/08/1907.
Foto 33: Andrés Coviquia, herido. PBT, 03/08/1907. falta foto
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